Estos son los números del colapso agrícola
En una caída sostenida de la productividad en Venezuela, el sector agropecuario, fuente fundamental de consumo básico, es uno de los mayores afectados. Fedeagro y sus organizaciones de base registran que entre 2008 y 2020 la producción de alimentos vegetales experimenta una caída de entre 74% y 99%, según el rubro. El sorgo, el pimentón, la papa, el tomate y la cebolla son productos tradicionales de la dieta venezolana y los más afectados en cuanto a su producción.
El balance de la producción de 2019 indica que la el cultivo más afectado fue la papa, cuya producción se contrajo en -66.61% y se espera que, respecto a 2008, concrete un descenso del 96.91%.
De la misma forma, las cosechas de cebolla y el pimentón experimentaron bajas de -55.42% y 63.80%, respectivamente, durante 2019. Ambos rubros, altamente demandados en el mercado nacional, podrían registrar caídas de entre -92.36% y -94.34%, tal y como se expresa en el cuadro sobre la caída productivo del campo venezolano.
Por su parte, unos de los rubros que prácticamente podría desparecer durante 2020 es el sorgo. Fedeagro estima que en los últimos 12 años se ha contraído su producción en -99.15%.
De acuerdo con los datos del gremio agrícola, Venezuela no logra satisfacer con producción propia ni el 40% de sus necesidades, a pesar del impacto de la emigración masiva en la demanda interna y la baja sostenida del consumo de alimentos.
La crisis venezolana en materia alimentaria no es solamente un problema de seguridad, sino que se enmarca dentro de lo que se ha definido como una emergencia humanitaria compleja que, entre otros factores, se traduce en una insuficiencia ya crónica de acceso a los alimentos, como lo evidencia la encuesta sobre la disposición de productos alimenticios elaborada por la ONG Ciudadanía en Acción, que reveló un déficit de 62,64% en 2019.
Lo más grave es que el sondeo muestra que hubo una mejoría de la disposición de alimentos en comparación con 2018.
– ¿Dónde está la causa? –
La crisis productiva del sector agrícola se evidencia en 12 años de caída sostenida, derivada, básicamente y entre otros factores, de la intromisión del Estado venezolano en el mercado, mediante la centralización de la distribución de materias primas, el acceso a las divisas e importaciones, así como la interrupción de la distribución de la mercancía, junto con la imposición de controles de precios que debilitaron a los productores hasta llevarlos a condiciones precarias y de dependencia.
Desde el año 1999, los gobiernos que reivindican la revolución bolivariana han venido afectando la producción agropecuaria con políticas que atentan contra la propiedad privada en el campo y la existencia de un mercado competitivo de alimentos capaz de asegurar una producción suficiente.
Con la primera Ley de Tierras del año 2000 comenzó una estrategia de cerco contra productores, con la excusa de luchar contra el latifundio, y como resultado existe una disminución de más de 50% de la superficie cultivada en el país.
Finalmente, los consumidores finales también sufren las consecuencias: la escasez —combustible para la inflación— y las cadenas de comercialización de los productos del campo encarecen los alimentos. Además, el poder adquisitivo de los venezolanos se ha deteriorado con tanta fuerza que la alimentación, la prioridad, se basa en una dieta poco balanceada y que deja de lado la ingesta de frutas, vegetales y proteínas como fuentes fundamentales de su salud.
En los actuales momentos, se registran esfuerzos limitados para incrementar la producción, como en soya y cacao, donde productores han decidido invertir recursos propios, prescindiendo de subsidios y dotación de insumos, pero no se puede hablar de una recuperación real de un sector estratégico para la subsistencia de cualquier sociedad.
Por tanto, en medio de la crisis humanitaria compleja como la que enfrenta Venezuela, se violan los pilares de la seguridad alimentaria: la disposición de alimentos, la garantía del acceso a los alimentos y su inocuidad.
Otro problema que genera enormes distorsiones en la actividad agrícola es la inseguridad, especialmente en las zonas fronterizas, donde no solo el hampa común, sino grupos irregulares cometen constantemente actos abigeato, invasiones de predios, robos de insumos y, en el extremo más grave, secuestros y vandalismo.
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