1.001 maneras de perder la medalla del Premio Nobel
Es más fácil perder un Premio Nobel que ganarlo. Tomada prestada para impresionar a las noruegas en un bar o disuelta para escapar a los nazis, la preciosa medalla ha sufrido todo tipo de peripecias en la historia más que centenaria del Nobel.
Aunque no se puede retirar, haga lo que haga un laureado, a veces desaparece en circunstancias estrambóticas, trágicas o espectaculares.
Nobel de alquimia
Cuando los nazis invadieron Dinamarca en abril de 1940, el Instituto Niels Bohr se preocupó por el destino de las medallas que los científicos alemanes Max von Laue y James Frank, ganadores del Premio Nobel de Física en 1914 y 1925, respectivamente, les habían encomendado para evitar que fueran confiscadas.
«En el imperio de Hitler, era casi un pecado capital sacar oro del país y como el nombre de Laue estaba grabado en la medalla, si las fuerzas invasoras la hubieran descubierto hubiese tenido consecuencias muy serias para él», escribió en 1962 el químico húngaro George de Hevesy, que por aquel entonces trabajaba en el Instituto.
En lugar de enterrarlas, De Hevesy disolvió las dos medallas de oro de 23 quilates con agua regia, uno de los pocos reactivos capaces de atacar el noble metal.
Almacenada en una estantería, la solución naranja obtenida escapó a las garras nazis.
Una vez terminada la guerra, George de Hevesy –que ganó el Nobel en 1943– provocó la precipitación del oro en 1950, lo que permitió de nuevo a la Fundación Nobel entregar las medallas a los dos laureados alemanes en 1952.
En un episodio menos glorioso, Knut Hamsun regaló su galardón de Literatura al jefe de la propaganda nazi Joseph Goebbels en 1943.
El escritor noruego y simpatizante nazi fue, contra toda evidencia, declarado «mentalmente debilitado» y llevado de asilo en asilo después de la guerra. Se ignora lo que ocurrió con la medalla.
Subasta francesa
Por las vicisitudes de la vida, donaciones benéficas o herencias, las medallas cambiaron a veces de manos y fueron subastadas… con resultados desiguales.
El Premio Nobel de la Paz (1926) del francés Aristide Briand se vendió de forma póstuma al mejor postor por la módica suma de 12.200 euros en 2008.
Seis años después, el multimillonario ruso Alisher Usmanov adquirió por 4,1 millones de dólares, sin contar las comisiones, la medalla de James Watson, codescubridor de la estructura del ADN y autor de unas polémicas declaraciones sobre la inteligencia de los africanos.
Un negocio redondo para el biólogo estadounidense porque el comprador decidió devolvérsela.
Oros perdidos
Hubo también desapariciones involuntarias.
El Ecomuseo de la ciudad francesa de Saint-Nazaire no pudo disfrutar durante mucho tiempo de la medalla de Aristide Briand que compró por poco dinero: fue robada en 2015 y desde entonces no se ha sabido nada de ella.
En India, unos ladrones se apoderaron en 2017 de la medalla del Premio Nobel de la Paz Kailash Satyarthi en su domicilio. Era una copia –la verdadera estaba expuesta en un museo– y fue rápidamente recuperada.
Menos suerte tuvo la del galardonado en Literatura de 1913, Rabindranath Tagore, robada en 2004 y aún en paradero desconocido.
Del oro a la ira
La abogada y defensora de los derechos humanos Shirin Ebadi acusó en 2009 a las autoridades iraníes de haber confiscado sus activos alegando impuestos impagados.
Una caja fuerte en la que había depositado su medalla del Nobel y su Legión de Honor fue embargada para sufragar 410.000 dólares de impuestos atrasados, asegura ella, aunque las autoridades lo niegan.
Tras un escándalo internacional, Shirin Ebadi terminó por recuperar su galardón.
‘Gold’ War
El nombre de los laureados está grabado en el reverso de la medalla, salvo en los premios de la Paz y de Economía, que lo llevan en el canto. Esto aumenta las posibilidades de error.
Los colaureados del Nobel de Economía en 1975, el ruso Leonid Kantorovish y el estadounidense Tjalling Koopmans regresaron a sus países con las medallas «equivocadas», relata la web oficial de los galardones (www.nobelprize.org).
Como los dos países estaban en plena Guerra Fría, se necesitaron cuatro años de esfuerzos diplomáticos para que llegaran a manos de su verdadero propietario.
Oro para ligar
¡Pánico una noche de diciembre de 1999 en la suite del Gran Hotel en Oslo! La recompensa recién entregada a Médicos Sin Fronteras (MSF) se evaporó.
Todas las búsquedas fueron infructuosas y finalmente se llamó a la policía.
Los agentes la recuperaron al día siguiente con su estuche. Se cree que algunos miembros de la delegación francesa de MSF la tomaron prestada para impresionar a las noruegas en los bares.
«Se podían ver las marcas de dientes de todos los que quisieron comprobar que la medalla era realmente de oro puro», escribió Morten Rostrup, miembro de la delegación noruega, en un libro publicado en 2006.
«Pero habrían necesitado más que una medalla Nobel para ligar…», precisó en un email a la AFP.
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