100 años de la Revolución Bolchevique: aspectos económicos del socialismo real
El 7 de noviembre del 2017, se conmemoraron 100 años de la Revolución Bolchevique en la Rusia Zarista de la época e inicia la experiencia histórica de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética hasta su disolución en 1991.
Como experiencia histórica particularmente para el siglo XX, resulta ser relevante al ocupar 74 años de este, pero para la historia universal resultaría más que irrelevante al contrastar los 500 años que ha superado el capitalismo teniendo por fechas icónicas a partir del descubrimiento de América y la Reforma Protestante, o los 10 siglos que duró el sistema feudal en Europa o el Imperio Romano. Inclusive la mayoría de las repúblicas latinoamericanas como proyecto políticos vigentes han cumplido sus respectivos bicentenarios entre ellas Venezuela agregándose Estados Unidos, icono mundial y potencia hegemónica que representa el capitalismo actual.
Por “socialismo real” es conocida la experiencia soviética abarcando los países que se identificaban por comunistas o “democracias populares”, específicamente de Europa oriental que adoptaron este sistema después de la Segunda Guerra Mundial particularmente en razón de la ocupación militar soviética y agrupados en el denominado “Pacto de Varsovia” durante la “Guerra Fría”.
El adjetivo de “real” está referido a los rasgos distintivos de la experiencia soviética en contraste con los manuales y escritos teóricos de los filósofos Karl Marx y Frederick Engels, posteriormente se denominó el Materialismo Histórico y proclamaba, en su famoso “Manifiesto”, la concreción de la “sociedad comunista” previa desaparición del sistema económico capitalista.
Los rasgos desarrollados por las economías del socialismo real destacan:
1) Un régimen de subvenciones: el estado socialista no promociona “el trabajo” como base de la dinámica económica sino los subsidios asimilados por la población como un mecanismo de “solidaridad y magnanimidad” del régimen frente a circunstancias adversas que él mismo provoca, sin embargo, la retórica y propagada la achacan a un enemigo externo, particularmente el imperialismo como “fase superior del capitalismo”, y sus lacayos internos.
Los subsidios crea un vínculo afectivo y económico entre el estado socialista y la población, esta última lo asume como reivindicaciones siendo cada vez más distantes en el tiempo con respecto a los viejos esquemas económicos que el hecho revolucionario trata, en teoría, de superar.
2) El mercado negro: en los países socialistas calificado por “ilegal y oscuro”. Si bien el régimen, en la teoría y la propaganda, dice combatirlo, resulta el mecanismo dinamizador de la economía donde se crea plusvalía o valor agregado, lo cual resulta beneficioso también al Estado.
Por supuesto, los principales insumos que se intercambia son los productos subsidiados que la población desvía para procurarse alguna ganancia, por lo general dentro de una economía de por sí precaria.
Entre algunos de los estímulos que inciden en la población para abordar esta práctica destaca la poca o nula rentabilidad y consecuente desprotección del “trabajo formal”, sea realizado bajo una relación laboral o de forma autónoma. También revela la escasez de “trabajo especializado”, desarrollándose una forma de actividad de intercambio “simple” debido a la escasa educación técnica o académica o actualizada para el trabajo como falta de empleo o bajas remuneraciones.
3) La baja de expectativas: a través de la propaganda los regímenes socialistas buscan disminuir, y en algunos casos anular, las expectativas o aspiraciones personales al asumir que el individualismo es una tendencia perniciosa en relación al modo de vida “comunitario” e “igualitario”. En consecuencia, las nociones de superación y movilidad social no resultan aceptadas.
Las generaciones que viven la etapa de “transición política” se ven forzadas renunciar o en el mejor de los casos disminuir las expectativas y aspiraciones individuales, en el caso de las nuevas generaciones que nacen y se desarrollan en el socialismo, estas ideas ni siquiera son concebidas.
La falta de estímulos para el desarrollo individual y el desplazamiento del “trabajo productivo” por el “sistema de dádivas” produce un individuo extremadamente improductivo con la única tendencia a satisfacer las necesidades básicas, particularmente de alimentación como único indicativo de bienestar.
4) A criticismo hacia las élites: en los países socialistas surge la llamada “nomenclatura” o “burocracia privilegiada” con una tendencia real a vivir de los lujos y confort que brinda el capitalismo aunque en el discurso manifiesta que lo adversan o repudian. Se establece una distancia entre la forma de vida de la nomenclatura con respecto a la mayoría, cuyo confort para este último se limita necesariamente al sistema de subsidios o subvenciones.
Un rasgo distintivo de esta situación y por efecto de la propaganda aunada a grados máximos de “represión” como política de Estado, es que las mayorías subvencionadas se vuelven acríticas a los privilegios de la nomenclatura a pesar de que constituyen para ellas hechos notorios y cercanos.
Todo lo contrario, se vuelven “furibundos guardianes” de estos privilegios a pesar que muchas veces las compensaciones son sustancialmente míseras. Sin embargo, se observa que son furibundamente críticos a los privilegios de los “opositores capitalistas” a pesar que estos sean muchos menores que la nomenclatura.
5) Destaca la teoría marxista la superioridad ética y moral del socialismo a consecuencia del “trabajo liberador y creador”, en detrimento del aburrido, poco inspirador y deshumanizante del capitalismo, que produce la “enajenación”. Inclusive se llega a afirmar, según Lenin, que el trabajo comunista sería voluntario, sin remuneración.
El papel de la tecnología medio de liberación de la enajenación ideológica permitiría a los trabajadores ser libres y el trabajo gratificante, superando la condición de mercancía siempre que medie la sociedad socialista para la realización de esta posibilidad.
Conforme a la teoría marxista la utilización de la tecnología en el contexto de explotación capitalista acelera su desaparición al sustituir la máquina – capital constante- a la fuerza de trabajo proletarizado – capital variable – disminuyendo o decreciendo la plusvalía o excedente que la origina, incitando al desahucio o agotamiento del capitalismo
Irónicamente los países proclamados socialistas han experimentado un rezago tecnológico apreciable con respecto a los países los capitalistas, específicamente por la “falta de competitividad” tanto externa como interna proporcionada por el mercado.
6) Se obvia la discusión de la superioridad económica del capitalismo sobre el socialismo. Resulta un hecho histórico innegable cuyo mayor fracaso fue la Unión Soviética, incluso no se mencionan los rasgos marcadamente capitalistas y “salvajes” del modelo económico de la República Popular China, sin valores democráticos occidentales; insistiéndose en su condición utópica particularmente moral y ética, excluye toda evaluación política en pleno siglo XXI.
La concepción moderna del denominado “capitalismo social”, “capitalismo con responsabilidad social”, “capitalismo solidario” con fundamento en el avance de la tecnología, teniendo el talento humano, la creatividad y desarrollo de nuevos productos y mercados, resulta de mayor vigencia que el valor de las cosas asumiéndose la competencia sana y responsabilidad consciente de la actividad económica, descartando toda desviación proteccionista.
Siendo el punto de enfoque el servicio o producto, no los resultados monetarios; estos últimos aparecen si el producto se asocia con las necesidades del mercado o no se trabaja persiguiendo el dinero sino con una visión clara de negocios. El dinero va a perseguir a la idea a diferencia del capitalismo primitivo iniciado en la era industrial donde la maximización de los resultados monetarios es el principal objetivo y el factor humano es solo factor de producción y costo tendiendo a la aparición de oligopolios y monopolios.
* Abogado UCAB – Internacionalista UCV.
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