Mercedes E. Rojas Páez Pumar @Merce_Rojas
Vacaciones escolares, el terror de las finanzas
Julio anuncia la llegada de las inevitables vacaciones escolares. Horas enteras para rendirle homenaje al ocio, el aburrimiento y, por qué no, el florecimiento de la creatividad que llega como consecuencia a lo primero.
Secretamente los padres temen la llegada de este escalofriante momento, que es anunciado por un tierno acto escolar para despedir el año académico. Los que se muestran más despavoridos, evidentemente, son los padres trabajadores: y es que en la economía actual venezolana “papi y mami” probablemente tengan trabajos a tiempo completo.
La interrogante: “¿qué vamos a hacer con los niños?” pone a más de un par de rodillas a temblar, sobretodo porque las respuestas son cada vez más escasas y con precios dignos de un escalofriante especial de Halloween.
Los más pequeños no pueden, ni deben quedar solos en casa, y llevarlos a la oficina, como accesorio de la temporada, es una idea que depende enteramente del carácter de tu jefe, su tolerancia infantil y el ambiente de trabajo. Son pocos los casos con un final tan feliz.
Day camps, campamentos, talleres, baile, deporte y pintura. Actividades que solían mostrarse suculentas ante padres y representantes que necesitaban distraer a sus retoños, al menos durante el período de tiempo establecido por su horario laboral. Sin embargo, el costo actual de estas preciadas y divertidas rutinas, es un lujo al que solo un reducido sector tiene acceso.
Isabella tiene 20 años, estudia ingeniería en la Universidad Metropolitana y acostumbra a pasar su verano cuidando travesuras en un popular day camp caraqueño. “El campamento se llenó más o menos igual, en comparación al año pasado. La diferencia es que muchos pagaron inscripciones a última hora”. Y es de esperar cuando una semana de entretenimiento cuesta Bs. 100.000,00. A la misma conclusión llega Elena, otra jovencita cuyo espíritu aventurero la acompaña al interior del país en donde funge como guía de campamento. Con ella sale una banda de pequeños guerreros que entre caballos, caídas, barro y deporte forjarán, lejos de casa, los recuerdos de este caluroso verano. “Las inscripciones se llenaron al final, pero en comparación con otros años tuvimos menos gente”, comenta a través de una llamada telefónica, cuya nitidez depende de la terrible señal móvil que las operadoras permiten a distancia. “Creo que este año la temporada (3 semanas) está por los Bs 600.000,00”, sentencia antes de que se pierda por completo la conexión.
Resolviendo sobre la marcha
Yenisey Borges, es una madre joven y trabajadora. En casa son 4 contando a su esposo y sus dos pequeños hijos de 3 y 7 años de edad. Ambos padres trabajan para poder vivir “cómodamente”. “Yo soy asesor comercial y mi marido trabaja como jefe de peritaje. Inscribimos a nuestra hija mayor en un plan vacacional cerca de casa, en Montalbán”. El precio semanal de esta actividad es de Bs 18.000,00 y supone un esfuerzo económico importante para esta pequeña familia, en comparación con otros años: “No puedo dejarlos a los dos con mi mamá mientras trabajamos. Están muy tremendos”.
De la que me salvé
Rosa es una arquitecto de 54 años. Vive en un apartamento pequeño en el este caraqueño. Su caso es distinto, sus hijas ya crecieron: ambas graduadas, profesionales con sueldos. “En esta casa sobrevivimos porque todos aportamos para los gastos básicos como comida, medicinas y servicios. Olvídate de comer en la calle e ir al cine todas las semanas como hacíamos antes”, comenta con la mirada perdida, como anhelante de un pasado no tan lejano. “Siempre inscribí a mis hijas (cuando eran pequeñas) en campamentos durante las vacaciones, yo soy madre divorciada y he trabajado siempre. Agradezco que ya están grandes en medio de esta crisis. No imagino cómo habría hecho”.
Un esfuerzo necesario
Digna tiene 60 años y 8 nietos. Vive en una casa multifamiliar por Mariche con la mayor parte de sus hijos y la muchachera. Ella pasa los días cocinando en una casa de Prados del Este en la que ha trabajado toda su vida. “Mi hijo mayor metió a sus dos niñas en un plan vacacional con una piscina grande en donde pasan el día nadando. Le piden una colaboración, creo que como Bs 10.000,00”, dice dudosa. Y es que parece que el precio debe ser pagado como sea, pues nadie puede darse el lujo de dejar de trabajar para atender las complejas necesidades de un niño pequeño.
No todo es blanco o negro, siempre hay matices de gris
La creatividad, los espacios libres, el apoyo de algunos familiares y ciertamente, una que otra actividad libre de costo, pueden ser soluciones válidas para aquellos cuyas finanzas se encuentran más golpeadas y cuyos presupuestos estén designados, en mayor parte, para cubrir gastos alimenticios y medicinales. Lo cierto es que la realidad no da tregua y se evidencia en cada arista de la vida del venezolano. Las vacaciones dejaron de ser una temporada de disfrute para despejar la mente, para convertirse en exactamente todo lo contrario.
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