Análisis | Estados Unidos promete una importante recuperación económica
El anuncio del presidente Joe Biden respecto de que a fines de mayo Estados Unidos tendrá suficientes vacunas contra la COVID‑19 para todos sus habitantes se suma a una creciente ola de optimismo acerca de las perspectivas económicas del país para este año. Esta y otras buenas razones de esperanza en la economía dan al gobierno una valiosa oportunidad para encarar los difíciles desafíos que enfrentará en 2021 y a futuro.
Por el lado positivo, el anuncio de Biden llegó poco después de que se publicaron datos económicos que superan las expectativas consensuales de economistas y analistas de mercado. Las últimas cifras muestran que entre diciembre y enero el ingreso personal creció un 10%, que hubo un aumento interanual de casi diez puntos porcentuales en la producción industrial, y que en febrero se crearon 379.000 puestos de trabajo (muy por encima de la expectativa consensual que hablaba de unos 200.000).
En concordancia con estas tendencias, el muy observado (y notoriamente volátil) modelo GDPNow de la Reserva Federal en Atlanta calcula que el crecimiento anualizado del PIB en el primer trimestre ronda el 10%.
Motorizan esta notable recuperación económica la liberación de la demanda reprimida (en Estados Unidos y en el mundo) y el paquete de estímulo fiscal que el Congreso aprobó a fines del año pasado. Es probable además que estos efectos en los sectores público y privado se intensifiquen conforme se acelere la campaña de vacunación y avance el plan de rescate y recuperación en dos etapas del gobierno de Biden.
Pero hay tres grandes desafíos que demandan una respuesta rápida. En primer lugar, aumentar la disponibilidad de vacunas es necesario pero no suficiente. Para poner fin a la crisis sanitaria se necesita no sólo incrementar la producción de vacunas sino también lograr una alta aceptación de la población, además de no descuidar la vigilancia contra posibles rebrotes y mantener la resiliencia de cara a nuevas variantes del virus.
En segundo lugar, los datos del mercado laboral envían señales contradictorias, y la recuperación de la actividad económica todavía no se refleja en un alza sostenida y firme del nivel de empleo. Además, la tasa de participación en la fuerza laboral todavía no se ha recuperado lo suficiente.
El tercer desafío se expresa en el debate entre economistas respecto de si el plan de rescate del gobierno de Biden (por valor de 1,9 billones de dólares) provocará un sobrecalentamiento de la economía. Lo que se teme es que el estímulo adicional impulse un alza de la inflación y de los tipos de interés del mercado, que podría cortar la recuperación y aumentar el riesgo de crisis financieras. De hecho, en las últimas semanas, ya hubo dos episodios cercanos, que por suerte fueron contrarrestados por flujos endógenos en los mercados.
Al analizar estos desafíos también hay que pensar más allá de 2021. Para que el rebote económico actual se convierta en el tipo de recuperación que la economía estadounidense (y mundial) necesita y es capaz de lograr, tiene que ser duradero, inclusivo y sostenible. Además de eludir las trampas que se les presentarán a lo largo del año, las autoridades deben esforzarse en contrarrestar los efectos residuales de la pandemia, en particular aquellos que puedan deteriorar la situación económica de los hogares y obstaculizar la productividad y el crecimiento, dentro y fuera de los Estados Unidos.
El curso actual de la recuperación hace pensar en diversas dificultades que podrían presentarse; entre ellas la probable ampliación de la divergencia económica, financiera y sanitaria entre las economías avanzadas y en desarrollo; la creciente desconexión entre Main Street (condiciones económicas y sociales) y Wall Street (precios de los activos financieros); problemas con las deudas soberanas y corporativas (en particular en el mundo en desarrollo); y las derivaciones sociales, políticas, institucionales y económicas del reciente aumento de la desigualdad de ingresos, riqueza y oportunidades.
Un buen diseño de políticas y su implementación adecuada pueden ayudar en gran medida a minimizar estos riesgos. Pero para que la recuperación sea sostenida se necesita una serie continuada de medidas oficiales. Tras la aprobación del primer paquete de 1,9 billones de dólares, Estados Unidos tiene que proceder a implementar lo antes posible el segundo paquete fiscal propuesto por el gobierno de Biden, que apunta directamente a mejorar la productividad a largo plazo y el crecimiento inclusivo.
Además, las autoridades estadounidenses deben seguir de cerca el funcionamiento del mercado laboral, en forma directa y en cooperación con el sector privado. Y deben asumir la delicada tarea de reequilibrar el marco macroeconómico de modo de reducir la dependencia respecto de políticas monetarias no convencionales (en particular la compra a gran escala de activos por tiempo indefinido y la represión de las tasas de referencia) y dar más importancia a reformas estructurales y medidas macroprudenciales.
Después del annus horribilis de 2020, hay un justificado optimismo en relación con la economía de los Estados Unidos, y comienza a formarse una imagen creíble de un futuro mucho mejor. Esto debe servir de aliciente a las autoridades para sumar acciones preventivas que mitiguen los considerables riesgos que asoman por el horizonte.
Sería una tragedia que la dirigencia internacional repita los errores de después de 2008, cuando tras ganar la guerra contra una posible depresión omitió asegurar la paz por medio de un crecimiento importante, duradero, inclusivo y sostenible. En esto Estados Unidos tiene un papel fundamental. Haciendo buen uso de la ocasión que se les presenta, las autoridades pueden librar a Estados Unidos (y por consiguiente, a la economía mundial) de ese riesgo innecesario.
El autor es Jefe Asesor Económico en Allianz, una multinacional compañía de servicios financieros; fue CEO y responsable jefe de Inversión en PIMCO. Tomado de Project Syndicate
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