Análisis | EEUU aspira elecciones libres sin Maduro ni Guaidó en una crisis sin salidas claras
Estados Unidos aplica la estrategia de la «zanahoria y el garrote» al gobierno de Nicolás Maduro. Es evidente que el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, maneja el garrote y el enviado especial para Venezuela, Elliott Abrams, la zanahoria.
Abrams ofrece al mandatario con legitimidad cuestionada una suerte de «amnistía» plena que excluye cualquier tentativa de persecución judicial, por parte de Washington, si accede a abandonar voluntariamente la presidencia y permite unas elecciones libres y con garantías.
En esos eventuales comicios, ni Maduro ni el presidente de la AN y primer magistrado interino reconocido por más de 50 países, Juan Guaidó, podrían participar, a menos que ambos renuncien previamente a sus respectivas investiduras.
En entrevista con The New York Times, Abrams dejó aparentemente claras varias cosas:
– No hay negociación directa entre el gobierno de Donald Trump y el chavismo, sino contactos esporádicos, algunos presumiblemente autorizados por Maduro y otros no. En esos contactos, Estados Unidos habría recibido el mensaje de que Maduro no está dispuesto a irse, pero quiere hacer algún tipo de acuerdo que, al menos, suavice las sanciones.
– Las sanciones del 5 de agosto que bloquean las operaciones con activos del Estado venezolano en Estados Unidos y amenazan a empresas internacionales que hagan negocios con la administración Maduro fueron un movimiento unilateral de Washington que habría sorprendido tanto al chavismo como a la oposición.
– El sector mayoritario de la oposición a Maduro que lidera Juan Guaidó, al parecer, tiene problemas con que Estados Unidos tenga una agenda propia sobre Venezuela, cuya gestión vaya por la libre sin coordinarse con la administración interina. A la vez, Washington tiene problemas con la idea de que se llegue a un acuerdo político que excluya manifiestamente a la administración Trump.
– Y lo clave: las sanciones no están sujetas a negociaciones y se mantendrán hasta que Maduro se vaya. En esto están de acuerdo claramente el gobierno de Trump y la oposición mayoritaria en la Asamblea Nacional.
El gobierno estadounidense anunció este miércoles 28 la apertura de una oficina formal en Bogotá, a cargo del encargado de negocios James Story, justamente el día cuando Guaidó comenzó a estructurar su «gobierno sombra«, liderado por su jefe político Leopoldo López, algo que sectores más radicales de la oposición y, aparentemente, Estados Unidos le habían pedido.
Habrá que ver cómo esta oficina afecta el rol de Elliott Abrams en la gestión estadounidense de la crisis venezolana, que tendrá un peso relevante en las elecciones de 2020.
– La fractura crece –
Estas acciones y la reciente ronda de sanciones han incrementado la división en el seno de la oposición democrática. Para el grupo favorable al diálogo, cuya cabeza más visible es el ex candidato Henri Falcón, la única vía que debe fortalecerse es la negociación, auspiciada por Noruega y ampliada a otros sectores, tanto oficialistas como opositores.
Por su parte, Guaidó dejó clario que «hemos visto que eso no funciona».
«En este momento no hay fecha para la reanudación del mecanismo de mediación del reino de Noruega hasta que logremos que sea algo certero para aproximar a una solución. Si es para lavarle la cara (al gobierno), eso no le sirve al pueblo de Venezuela», expresó Guaidó citado por AFP.
En el seno de la oposición, las designaciones de Guaidó y la radicalización de Estados Unidos representan elementos fuertemente polémicos, porque el presidente parlamentario ha recurrido casi exclusivamente a dirigentes de su propio partido, Voluntad Popular, y Primero Justicia, al tiempo que no existen mecanismos de diálogo institucional con otros sectores, salvo algunas reuniones esporádicas.
En Voluntad Popular dicen que Falcón, el Copei de Eduardo Fernández -ahora legitimado por el Tribunal Supremo de Justicia controlado por Maduro- los grupos de Claudio Fermín y del variopinto chavismo disidente son los que no quieren dialogar.
Las encuestas recientes están revelando que si bien el respaldo a Guaidó sigue siendo claramente mayoritario, las expectativas de que su línea de acción genere un cambio político rápido han bajado dramáticamente, lo que genera una evidente desmovilización. Estos datos abonan las posiciones de quienes creen que hay que tender un «puente de plata» al chavismo y buscar la mejor salida posible, lo más pronto posible.
Para Falcón, esa salida sería un gobierno de «unidad nacional» negociado con Maduro, mientras dirigentes como Claudio Fermín, coludido con el chavista Juan Barreto, empujan la idea de acordar un referendo consultivo que pregunte a los electores si se disuelven inmediatamente los gobiernos de Maduro y Guaidó para proceder a la convocatoria urgente de elecciones generales.
En la nota de The New York Times se sugiere que el reinicio de las negociaciones con mediación de Noruega y apoyadas por la Unión Europea puede ser muy pronto, en los próximos días; pero Abrams sugirió que el sector Guaidó podría abandonar definitivamente este proceso el 1 de octubre si no hay algún avance concreto.
– ¿Y entonces? –
Hay un factor clave en todos los escenarios: el tiempo.
El chavismo apuesta por prolongar la resistencia. Su objetivo máximo es quebrar a la oposición más radical y lograr un acuerdo con los factores internacionales que lo adversan para restablecer una convivencia mínima; sin embargo, el costo económico y social puede ser demasiado alto.
La oposición busca una salida rápida, aunque se está preparando para un escenario distinto. El equipo de Guaidó, según indican fuentes políticas, está listo incluso para mantener el gobierno interino desde el exterior, si es necesario; pero, esa es una posibilidad a la que se asignan muy bajas probabilidades, por ahora.
Los sectores menos «radicales» de la oposición creen que se llegará a un punto, antes de diciembre, en el que los dos polos absolutamente antagónicos se verán obligados a buscar salidas intermedias, en cuya consecución ellos podrían tener el rol de bisagras, e incluso protagónico en un eventual gobierno de transición.
Lo cierto es que cualquier cosa puede pasar, incluso que sectores distintos, como el militar u otros grupos políticos y sociales, por ejemplo, intervengan activamente para desentrabar el nudo histórico que asfixia a la población venezolana.
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