Análisis | Fondos de estabilización de Noruega y Venezuela: dos universos opuestos
Un país con abundantes recursos no renovables, como el petróleo, puede beneficiarse sustancialmente de un fondo de estabilización, como es el caso de Noruega. Sin embargo, se ha constatado que las naciones ricas en recursos naturales tienden a crecer más lentamente y a tener derivaciones de desarrollo inferiores a las que no los tienen (Sachs y Warner, 2001), como es el caso venezolano.
Los países que dependen del petróleo y otros recursos no renovables para una parte sustancial de sus ingresos enfrentan varios desafíos fundamentales: la corriente de ingresos es incierta y volátil, y el suministro del recurso es agotable. También es necesario decidir en qué medida deben ahorrarse recursos para las generaciones futuras. Estas incógnitas plantean varios retos para la política económica.
Los fondos de estabilización pueden servir como una solución a estos desafíos, cuando hay detrás un marco institucional sólido; en caso contrario, pasan a ser solo una figura simbólica. La justificación general de estos fondos es que una parte de los ingresos nacionales que se derivan de la explotación de un recurso no renovable debe reservarse para cuando esos ingresos disminuyan, ya sea porque el precio del recurso haya bajado, porque el recurso se haya agotado o ambas cosas.
– El caso noruego: un fondo de estabilización ejemplar –
El Fondo Soberano de Noruega se estableció formalmente en 1990 para gestionar la riqueza de recursos del país a largo plazo y de manera sostenible. El fondo debía servir, en primer lugar, como un vehículo de inversión y ahorro para asegurar los ingresos de un recurso no renovable, mediante la diversificación en una amplia cartera de instrumentos financieros internacionales. En segundo lugar, debía cumplir la obligación ética de compartir la riqueza de los recursos naturales (desarrollados a lo largo de millones de años) con las generaciones futuras y utilizar los ahorros para cubrir los gastos gubernamentales asociados al envejecimiento de la población.
Treinta años después de su creación, el noruego es el mayor fondo soberano del mundo. Llegó al billón de dólares en 2019 y actualmente, en un ejercicio hipotético, a cada uno de los ciudadanos de este país le corresponderían alrededor de 200.000 dólares por el buen manejo de su riqueza petrolera. Irónicamente, los ingresos de su industria apenas corresponden a un tercio del fondo. Hoy no tienen empresas de exploración y producción de petróleo entre sus inversiones. Lograron la anhelada diversificación de su economía. Además, el fondo está muy bien calificado en la industria de gestión de activos, por su enfoque profesional, bajo costo, transparencia y responsabilidad social. Todavía cumple los objetivos para los que fue creado.
Los activos del fondo noruego no están destinados a un propósito específico, y ninguna persona u organización tiene derecho directo sobre ellos. Las transferencias del fondo solo pueden hacerse al presupuesto del Estado y, desde allí, fluyen a la economía noruega. Las transferencias cubren el déficit presupuestario. El tamaño de cualquier transferencia se determina durante la preparación del presupuesto anual, de acuerdo con las directrices de la política fiscal. La intención de las directrices es que, con el tiempo, los retiros correspondan al rendimiento real anualizado a largo plazo previsto del fondo: aproximadamente un cuatro por ciento. Por lo tanto, el fondo instaura una disciplina fiscal en el presupuesto del gobierno.
– El caso venezolano: el inverso aditivo –
En 1999 se creó el Fondo de Inversiones para la Estabilización Macroeconómica (FIEM). La idea era proteger a la economía venezolana de los altibajos característicos de los ingresos petroleros, y actuar como una institución financiera enfocada en el plan de ahorro a largo plazo, para las generaciones actuales y futuras.
Lamentablemente, luego de muchas reformas y hasta un cambio de nombre, el ahora Fondo para la Estabilización Macroeconómica (FEM) no ha sido utilizado para cumplir el objetivo de su creación: amortiguador contracíclico de la volatilidad de los precios del petróleo. Esto se debe a la ausencia de un marco institucional que impida el cambio constante en las reglas de juego y la discrecionalidad en el manejo del fondo.
El FEM tuvo un crecimiento considerable en sus primeros dos años de funcionamiento. Llegó a tener en activos unos 7.111 millones de dólares, pero tal cantidad fue disminuyendo hasta tener apenas tres millones de dólares desde 2011. Infortunadamente, los administradores del fondo no utilizaron el auge petrolero que se experimentó en Venezuela en el período 2004-2014, cuando pasó de un mínimo de precios por barril (13,82 dólares) en 2002 hasta el tope de casi 130 dólares por barril en 2008.
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