Asedio al sector vacuno venezolano
El gobierno venezolano ha anunciado la toma y ocupación temporal por 180 días de 21 mataderos a lo largo del territorio nacional, medida cuya justificación gubernamental resulta pobre y recurrente en contra del sector.
Si bien el patrón de consumo de los productos del sector cárnico varía de país en país, por ejemplo Argentina versus España, siendo que en el primero se consume más vacuno que porcino y viceversa, la estructura de estos sectores, en específico el del sector vacuno, resulta muy similar respecto a cada uno de los renglones de la cadena de valor que lo compone.
La cadena de valor de la industria cárnica consiste en:
• La alimentación de animales.
• La cría de animales.
• La intermediación en el transporte.
• La matanza y el procesamiento de carne.
• El comercio al por mayor de la carne.
• El comercio al por mayor.
En ocasiones se suman otros renglones como los consignatarios, ubicados aguas arriba entre las actividades de cría y engorde. Así se reconoce en sendos estudios realizados sobre la eficiencia y competencia del sector en México y en Argentina, que arrojan conclusiones interesantes, y que servirían para el caso venezolano.
Uno de los test generales que suelen aplicarse a sectores donde pueda existir sospechas de ejercicio de poder de mercado en detrimento del interés económico general consiste en revisar los niveles de los precios en términos reales, el nivel de la oferta y el Mark-up. En Venezuela, los dos primeros, componentes del ingreso, como son el nivel de precios en términos reales, así como las cantidades han caído sustancialmente.
Adicionalmente como denuncian los oferentes en el sector -y como podría intuirse de un sector sometido a un control de precios en medio de una hiperinflación que superaría el 1.000.000% este año-, igualmente podría estar produciéndose un pinzamiento de márgenes. Según denuncian diputados de la Asamblea Nacional el consumo de carne vacuna en Venezuela ha caído de 30 kgs/año per cápita de años pre-crisis a 4 kgs/año per cápita. Países como la Argentina arrojan niveles de consumo por habitante alrededor de 56 kgs/año, mientras que en México es de 15-17 kgs/año.
Los niveles de los precios al productor por kilogramo de carne vacuna a nivel mundial para el 2015 muestran en países como Surinam valores cerca de los $5/Kg, en EEUU alrededor de los $3,25/Kg, en Canadá alrededor de los $3/Kg. En México y Ecuador $2,25/Kg, en Uruguay y Guyana es superior a $1,5/Kg, en Colombia cerca de $1,5/Kg, y en Venezuela a nivel de consumidor final alrededor de $0,2/Kg.
En Argentina la diferencia de los niveles de precios entre los cortes más económicos y los más costosos pueden superar el 400%. Sin embargo, dada la continuidad entre la estructura de precios a lo largo de los distintos cortes de carne, según lo afirman expertos en materia de la competencia en dicho país, podrían hacer pensar que ejercen restricción competitiva unos respecto a otros.
En ninguno de estos países existe controles ni congelamiento de los precios de la carne. De hecho, estas estructuras diferenciadas de precios no sólo reflejan las preferencias de los consumidores sino que facilitan la recobrabilidad de costos conjuntos, y permiten el acceso a ciertos cortes de carne a los segmentos socioeconómicos de la población más pobres. Incluso, tanto en competencia como ostentándose cierto poder de mercado, una estructura de precios de libre fijación basada en el principio de la elasticidad inversa -precios de Ramsey- facilitaría recuperar los costos conjuntos y comunes, así como mantener el rebaño.
En países como México, en términos de valor, la producción animal y la matanza así como el procesamiento han sido más significativos que la elaboración de alimentos para animales respecto a su participación en el valor total del sector.
En Venezuela se toma el renglón de los mataderos que existiendo unos 21 como anuncia el propio gobierno nacional, parece constituir un número significativo que no apunte a asegurar que existe un oligopolio con un reducido número de actores. Este sector, en ocasiones definido como un mercado relevante aparte y específico, está caracterizado por la prestación de un servicio.
Resulta práctica comercial común y eficiente a nivel mundial, que dichos servicios terminan siendo pagados por medio de las propias menudencias, trastes, achuras (vísceras), grasas, huesos, sebo y el cuero. Lo anterior resulta significativo ya que dicho servicio de matanza no incidiría sobre costos variables o marginales, evitándose algún pass-through hacia el precio final, y facilitando el acceso a la carne a los segmentos socioeconómicos más desprotegidos.
En el caso venezolano se presenta una realidad específica digna de destacar. Si bien el sector en general se caracteriza por una “oferta conjunta” en proporciones fijas de productos y subproductos, compartiendo costos comunes y conjuntos sobre la unidad económica-comercial que representa la unidad vacuna; en el caso venezolano el factor de “recupero” -financiado por la actividad de los mataderos- puede facilitar la oferta de carne. Lo anterior en la medida que parte del subproducto, por ejemplo, el cuero se exporte. Así las cosas, este renglón de la cadena ocupado por el gobierno y caracterizado por inversiones específicas, desempeña una función fundamental en el sector.
Los estudios de competencia realizados sobre el sector vacuno recientemente en México y Argentina apuntan a que dado el número de actores presente en cada uno de los renglones de la cadena de valor, a reducidas barreras de entrada en dichos países para ejercer la actividad económica, y a la existencia de suficientes competitive constraints, no existiría a priori preocupación sobre ejercicio de poder de mercado en dichos mercados.
Sin embargo, dentro de las recomendaciones que dichos estudios realizan para mejorar el desempeño, la competencia, las eficiencias en el sector para apuntar a reducir sus costos se encuentra la eliminación y reducción de las políticas regulatorias de guías de movilización exigidas por entes públicos que no sólo elevan los costos a lo largo de la cadena de valor sino que destruyen la unicidad del mercado nacional, lo segmentan y evitan la competencia efectiva y la asignación eficiente del producto a lo largo de un mercado nacional sin barreras. Por ejemplo, la OECD identifica que “diversas disposiciones que restringen el flujo de productos cárnicos dentro del territorio nacional, reduce artificialmente el área geográfica en la que los competidores ofrecen estos bienes”.
Dicha recomendación podrá ser perfectamente tomada en consideración en el caso venezolano, donde no sólo guías de movilización sino acciones confiscatorias de hecho por parte de autoridades estatales elevan los costos del sector, destruyen la unicidad del mercado venezolano, violan los derechos de propiedad, los incentivos a mantener los rebaños, y generan mayor incertidumbre respecto a la actividad económica en Venezuela.
Por otra parte, dado los largos ciclos en este sector, las distorsiones generadas por políticas públicas y regulatorias, en específico, controles de precios arbitrarios en escenarios hiperinflacionarios, poseen “memoria” sobre el mismo, afectando el equilibrio para sostener el rebaño.
Medidas populistas de corto plazo en materia de precios pueden ejercer efectos negativos devastadores en contra de los consumidores o el consumo futuro. Visto de otra manera, como lo destaca la consultora PWC en un estudio realizado en 2012 para el caso argentino, tal rigidez evita la eficiencia e inmediatez del impacto de incentivos de precios sobre la oferta en el corto plazo (lo que posiblemente exacerbe justamente el riesgo a acciones populistas, siendo necesario valorar esta realidad para proteger al sector de acciones expoliadoras de corto plazo producto de políticas miopes e irresponsables).
*Economista UCV
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