Bachelet deja un Chile mejor tras un mandato imperfecto
Michelle Bachelet culmina este domingo su segundo mandato presidencial admitiendo que su gestión no fue perfecta, pero convencida de que al partir de La Moneda deja a Chile transformado en un país mejor.
El sabor amargo de entregar por segunda vez la presidencia a un mismo adversario político flota en torno a Bachelet, que admitió hace algunos días que «no todo ha sido perfecto, hay proyectos que se han demorado o tuvieron debilidades».
Pero subrayó enseguida que «lo importante es reconocer que la marcha que iniciamos entre todos ha hecho de Chile un país mejor y es la ruta en la que debemos perseverar».
Bachelet, a sus 66 años, se marcha con una aprobación inferior al 40 %, menos de la mitad que cuando terminó su primer período (84 %), al que sin embargo no logró dar continuidad: su coalición perdió en las urnas y abrió paso al primer gobierno del derechista Sebastián Piñera (2010-2014).
En ese contexto, el nuevo cambio de mando parece una repetición del celebrado hace cuatro años, pero analistas y observadores coinciden en que el contexto es distinto.
En 2010, Bachelet salió de La Moneda con el futuro iluminado por un eventual regreso que se concretó. Ahora da el último adiós con su coalición fragmentada y su prestigio socavado por un mal manejo comunicativo de sus logros, más reconocidos en el exterior que en Chile.
Con una oposición que le negó la sal y el agua desde el primer día y con la carga familiar que le significó el llamado «caso Caval», un oscuro negocio inmobiliario que involucró a su hijo, Sebastián Dávalos, y a su nuera, Natalia Compagnon, Bachelet navegó siempre contra la corriente en su segundo mandato.
El caso Caval derrumbó su popularidad a niveles del 20 % desde el año 2015, su coalición nunca actuó como mayoría en el Congreso y socavó muchos de sus proyectos.
En lo económico, su Gobierno coincidió con una caída de los precios del cobre -el principal producto chileno-, las principales economías del mundo se debilitaron, cayeron las exportaciones y el crecimiento de Chile estuvo en promedio en torno al 1,7 % en el período 2014-2018.
La oposición impuso la idea de que el bajo crecimiento se debía únicamente a la ineptitud del Gobierno y a las reformas y sólo en el último año, coincidiendo con la recuperación externa, la economía repuntó.
Pese a lo anterior, Bachelet impulsó y dio forma a una serie de reformas estructurales en lo tributario, educativo y laboral, y a leyes que agitaron a un país afectado por grandes desigualdades económicas y sociales, según los parámetros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).
En la despedida de la mandataria, unos 360.000 estudiantes tienen universidad gratis y la enseñanza básica y media volvieron a la tutela del Ministerio de Educación, tras haber estado desde 1981 bajo administración municipal.
Además se eliminó el lucro como objetivo de la educación y la selección como criterio de admisión en los colegios, se multiplicaron las salas cuna y jardines infantiles, se construyeron o iniciaron las obras de una veintena de nuevos hospitales, y se crearon los Ministerios de la Mujer y de las Culturas.
Se aprobó la despenalización del aborto en tres circunstancias (inviabilidad fetal, peligro de muerte para la madre y violación), se amplió la cobertura del Estado a la financiación de enfermedades catastróficas y se avanzó en la aprobación de la ley de identidad de género.
En cifras, el Gobierno de Bachelet cumplió un 56 % de sus compromisos legislativos de campaña.
Según un estudio de la Fundación Ciudadano Inteligente, materializó principalmente sus promesas en Energía (100 %), Educación (91 %) y Democracia (85 %).
En cambio, quedó al debe en Minería (25 %), Agricultura (20 %) y Transporte y Telecomunicaciones (8,0 %).
En el exterior, la Administración de Bachelet tiene una amplia aprobación entre gobernantes e instituciones, según un reportaje reciente de BBC Mundo, que señala que líderes mundiales ven su gestión como un audaz proyecto de largo plazo tendente a modernizar un país rezagado en varios aspectos.
Bachelet y su entorno han hablado últimamente del «legado» de la mandataria para referirse a sus realizaciones y también han comenzado a surgir algunos reconocimientos internos, entre ellos el de Manuel José Ossandón, un senador conservador para quien, «en 15 años más, la presidenta Bachelet será recordada como la mejor de la historia».
En días recientes, Bachelet ha insistido que su adiós es definitivo, sólo ha aceptado un par de cargos ad honorem en organismos internacionales de Salud, y también planea en Chile actividades relacionadas con su profesión de médico pediatra, lejos de la política.
No obstante, en un país sin renovación de liderazgos políticos, nada es imposible, según algunos analistas, mientras en los mentideros de las redes sociales asoman algunas publicaciones que hablan de «Bachelet 3.0».
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