Bajos precios hunden en la desolación a los cafeteros de Colombia
En la meca mundial del café suave, productores colombianos están vendiendo la cosecha a pérdida y algunos ya tumbaron sus arbustos. Dentro de poco Santuario podría dejar de ser un municipio netamente cafetero por el «comercio injusto» del grano.
Las quejas retumban en la primera recolección del año. La intensa temporada de sol multiplicó la plaga de la broca y los granos están saliendo picados.
Con esta merma de calidad y los bajos precios internacionales, los cafeteros no alcanzan ni a cubrir los costos de producción.
«Nos pagan una miseria». Gustavo Echeverry, de 50 años, resume la frustración que se apoderó de este poblado de las montañas del centro-oeste de Colombia.
Producir una arroba de café (12,5 kilos) cuesta el equivalente a 22 dólares, pero en los centros de acopio la pagan a 21 dólares en promedio. El motor que desde hace décadas mueve a Santuario parece detenerse.
«No dejamos de pensar que de pronto podemos desaparecer como cafeteros», deplora Ramón Jiménez, de 77 años, en su finca San Antonio.
Antes de caer en números rojos, productores como Echeverry decidieron abrir las puertas de su finca al turismo aun cuando Colombia es el tercer productor mundial del grano -después de Brasil y Vietnam- y el primero en café suave, de mayor calidad.
El sector lidera las exportaciones, tras el petróleo y la minería, y da sustento a 540.000 familias.
Pero en Santuario dos anuncios a la entrada de la sede de la Federación Nacional de Cafeteros anticipan lo peor: «Se vende finca cafetera».
– Listos para partir –
Los Jiménez llevan tres generaciones produciendo café. Javier, de 19 años y nieto de Ramón, creció en los cafetales de su familia, pero la tradición podría perderse.
«Tengo mucho la ilusión de seguir con la finca, lo que lleva mi padre y mi abuelo, pero pues la verdad si la crisis sigue como va (…) tendré que buscar otras posibilidades y hasta irme para los Estados Unidos», asegura.
Con 15.700 habitantes, Santuario ha sido históricamente un municipio de migrantes. Y aunque guerrilleros y paramilitares han forzado la salida de muchos, el éxodo se acentúa cada vez que estalla una crisis del café, según el alcalde Everardo Ochoa.
Esta situación la detonó un «comercio injusto», enfatiza Echeverry.
Mientras en 2016 la libra se cotizaba internacionalmente a 1,5 dólares en promedio, este año el precio cayó al mínimo histórico, por debajo de un dólar.
En la Bolsa de Nueva York se negocia en «futuros» contratos con un precio estimado antes de que se encuentre comprador o llegue a su destino, pero también a conveniencia de corredores, que especulan con los títulos de valores de café.
A esto se suma la sobreoferta. Según la Organización Internacional del Café, se prevé una producción 2018/2019 de 167,47 millones de sacos de 60 kilos, mayor al consumo mundial, que será de 165,18 millones de sacos.
Así, lo único que explica que aún estén en pie los cafetales de Santuario es que a muchos productores les «corre café por las venas», dice Echeverry.
Para salvar sus dos fincas, Diego Henao tuvo que migrar. Con la crisis de precios de 1993 viajó a Estados Unidos «por el hueco» (ilegalmente), se quedó 13 años y volvió con la ciudadanía norteamericana.
Desde entonces, en época de vacas flacas como ahora viaja cuatro meses al año a Estados Unidos, trabaja como pintor de viviendas y todos sus ahorros los «inyecta» en la finca para no endeudarse con los bancos.
«Estoy muy cerquita de ser feliz, si no fuera por los precios del café», lamenta este técnico en producción animal a sus 53 años.
– «Tumbé los palos» –
El paisaje cafetero colombiano fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 2011, pero cada vez hay menos cultivos.
Gabriel Ochoa, de 70 años, decidió acabar con los suyos. «Tumbé los palos de café (…) sembré caña para producir panela y no me arrepiento». Ahora su trapiche está en plena producción.
Y no se arrepiente, porque según él «los cafeteros en este momento están aguantando hambre».
Fernando Morales-de La Cruz es el fundador de Café For Change, una iniciativa que promueve un comercio más justo del grano.
Según este experto, una libra de café verde produce 55 tazas y las multinacionales pagan solo 0,90 dólares la libra. Esto quiere decir que el productor recibe ahora menos de 0,02 centavos de dólar por taza.
«La cuarta parte de lo que recibía en 1983», explica.
Ante el impacto social que generan los bajos precios, el gobierno anunció ayudas por 80 millones de dólares, y la federación de cafeteros busca zafarse de las tarifas de Nueva York.
La próxima cosecha será en octubre y noviembre. Si para entonces nada cambia, otras fincas saldrán a la venta.
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