El demócrata de 79 años, que durante la campaña endureció el tono contra los republicanos «extremistas» que simpatizan con su predecesor Donald Trump, encadenó durante la noche electoral llamadas telefónicas a algunos ganadores a puestos de gobernador, de la Cámara de Representantes o del Senado.
«Acabo de hablar por teléfono con algunos de los ganadores de esta noche, incluidas algunas personas que conocí este año», tuiteó, junto con una foto en la que se le ve al teléfono, con un suéter de cuello alto y una gorra en la cabeza, como para atribuirse un poco de mérito en esas victorias.
Sus equipos están «encantados», dijo la ex portavoz de Joe Biden, Jen Psaki, que se convirtió en comentarista del canal MSNBC, tras contactar con sus excompañeros.
La «ola roja» que predecían las encuestas parece no haberse producido en Estados Unidos.
Una fase delicada
Si se confirman las últimas tendencias, es decir si los demócratas ceden a los republicanos solo una estrecha mayoría en la Cámara de Representantes y persiste el suspenso en el Senado, entonces significaría que las encuestas se equivocaron pronosticando a su partido una gran derrota.
Y podría, a pesar de una inflación galopante, un índice de confianza anémico y ataques violentos de Donald Trump, encontrarse mejor que los últimos presidentes demócratas, Barack Obama y Bill Clinton, que pasaron un mal trago en las elecciones intermedias.
Pero Joe Biden se acerca a una fase delicada.
En un Estados Unidos donde las divisiones partidistas son más profundas que nunca, ¿será capaz, con su larga experiencia de senador y sus convicciones profundamente centristas, de crear un consenso con los republicanos?
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Nada parece indicarlo, y podría enfrentarse a una larga parálisis parlamentaria, con interminables peleas por proyectos de ley sin futuro.
También está por ver hasta qué punto el partido conservador, que prometió una estrategia parlamentaria agresiva, se mantendrá en esa línea.
Tener una mayoría, incluso estrecha, en la Cámara ofrece un poder significativo en términos de supervisión y la derecha prometió usarlo para iniciar una serie de investigaciones contra Joe Biden, su balance y su entorno.
Una de las congresistas más virulentas, Marjorie Taylor Greene, reelegida a la Cámara, ya prometió, por ejemplo, atacar a Hunter Biden. El hijo menor del presidente, con un pasado marcado por las adicciones, siempre ha sido una vulnerabilidad del mandatario. Le acusan de haber utilizado el capital político de su padre para hacer negocios con China y Ucrania.
2024 en el punto de mira
«Lucharé para que por encima de todo mi partido no fracase», escribió esta fiel de Donald Trump en un comunicado.
Con una mayoría en la Cámara el Partido Republicano también tendría medios de presión presupuestaria. Podría agitar la amenaza de un «cierre» (cuando el gobierno tiene que suspender la prestación de todos los servicios menos los esenciales) o una suspensión de pagos por parte de la primera potencia mundial.
Y pasaría algún tiempo antes de que se resolviera en el Senado, dotado de amplios poderes.
Más allá de todo ello, la gran pregunta para Joe Biden, y para los demócratas, es la de las elecciones presidenciales de 2024.
El presidente estadounidense hasta ahora siempre ha dicho que tiene la intención de volver a presentarse. No le quedaba más remedio si no quería perder su capital político.
Pero la opinión pública no parece entusiasmada, ni siquiera la demócrata, muy consciente de la edad del presidente, que cumplirá 80 años dentro de unos días.
Donald Trump ha dejado entrever que podría anunciar su candidatura el 15 de noviembre en Florida.
Su rival demócrata parte el viernes para un maratón diplomático que lo llevará a la COP27 de Egipto, a Camboya para una cumbre de la ASEAN, y a Indonesia para la cumbre del G20. Imposible, de momento, saber si Joe Biden arrojará luz sobre sus intenciones para 2024 antes de irse.
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