Bienhechores o matones, los colectivos que juran defender a Maduro como sea
Jorge recoge agua para su comunidad, reseca por un apagón, pero también está listo para combatir «lo que toque» en defensa de Nicolás Maduro. Integra un «colectivo», células de base del chavismo señaladas por igual como idealistas revolucionarios y matones.
Llegó a bordo de un camión cisterna a un parque de una zona privilegiada del este de Caracas para sacar agua de un pozo y llevarla a dos centros médicos adonde acuden sus vecinos de la barriada popular El Cementerio.
El peor corte eléctrico en la historia de Venezuela, que comenzó el pasado jueves, colapsó el suministro de agua. Jorge también gestionó gasolina.
Un día antes, Maduro había instado a «todos» los colectivos a la «resistencia activa» para derrotar lo que denuncia como un «sabotaje eléctrico» y amenazas de Estados Unidos para invadir el país petrolero.
«El presidente nos llamó a la calle como colectivos, pero ya teníamos cinco días de lucha; no es necesario que nos llame el presidente, porque siempre hemos estado en la calle combatiendo lo que nos toque», dijo Jorge Parrado a la AFP mientras esperaba su turno para cargar agua.
Parrado, de 43 años, forma parte del colectivo Che Guevara tras un pasado delincuencial del que -asegura- lo sacó el fallecido líder socialista Hugo Chávez (1999-2013) cuando le cambió la pistola por una cámara de video.
«Era un líder negativo y Chávez me sacó de las calles», afirma.
– «Paramilitares» –
Sin embargo, solo oír la palabra «colectivos» causa temor a muchos, que la asocian con pistoleros que atacan a opositores. Se ignora cuántas personas los integran.
Rugen las motocicletas y un grupo de hombres, generalmente encapuchados y armados, irrumpe en medio de una protesta. Es la escena con la que usualmente se identifica a estas organizaciones, antes conocidas como círculos bolivarianos.
En varias ocasiones han sido denunciados por ataques, como el 23 de febrero en las fronteras con Colombia y Brasil, cuando siete personas murieron baleadas mientras la oposición intentaba infructuosamente ingresar alimentos y medicinas donadas por Estados Unidos.
Esos incidentes, que Washington atribuyó a «matones» de Maduro, fueron condenados por la alta comisionada de Naciones Unidas para los derechos humanos, Michelle Bachelet.
«El uso de las fuerzas paramilitares o parapoliciales tiene una larga y siniestra historia en la región. Y es muy alarmante verlas operar de manera tan clara en Venezuela. El gobierno puede y debe frenar que estos grupos sigan exacerbando una situación ya de por sí altamente inflamable», señaló.
Pero Ysmar Sánchez, coordinador del Frente de Defensa del Proyecto Socialista Bolivariano, niega que el gobierno financie o entregue armas a ese colectivo, aunque admite que en su grupo hay militares y policías que tienen las de dotación.
También las poseen colegas que se las arrebatan a delincuentes que se hacen pasar por colectivos, dijo recientemente a la AFP.
«Nuestro trabajo es netamente social, pero también somos un frente combativo cuando tenemos que defender la patria. Si hay una injerencia violenta, vamos a salir a contrarrestarla, no lo vamos a permitir», añadió.
– «Armados con picos y palas» –
En medio de la tensión que vive Venezuela, con un pulso por el poder entre Maduro y el jefe parlamentario Juan Guaidó, reconocido como presidente encargado por más de 50 países, el papel que puedan desempeñar los colectivos inquieta.
Guaidó se refiere a ellos como la «última línea de defensa que le queda» a Maduro, respaldado sin embargo por los militares.
«Los colectivos existen con diversas razones: actividades educativas, agrícolas, productivas, artísticas, deportivas. Pareciera que existe una variedad muy grande, pero varios de ellos han tenido hechos relacionados con violencia y asociados con política», explica Pedro Afonso del Pino, profesor de derecho de la Universidad Central de Venezuela.
Una intervención militar para sacar del poder a Maduro, no descartada por el presidente Donald Trump, podría desatar una violencia anárquica por parte de esos grupos como en Libia y Siria, advierte por su parte el analista Luis Vicente León.
Del Pino cree que este será «uno de los retos» si ocurre un cambio de gobierno.
Habrá que «evaluar qué hacer con estos grupos, si siguen operando o no, qué poder de fuego o económico tienen. Si la transición no incorporara a una parte del oficialismo va a ser difícil su control», aseveró.
Cae la tarde y a la comuna 22 de enero, del barrio Chacao de Caracas, regresan con sus padres los niños que salieron de clases. En un terreno de 33.000 metros cuadrados viven unas 50 familias que construyen en autogestión un conjunto de apartamentos. Se reivindican como colectivo.
«Sí estamos armados, armados con picos y palas, con redes sociales», sostiene Juan Carlos Ramírez, líder del grupo, que se enorgullece de la formación que han recibido en albañilería o comunicación social, y acusa a los medios de falsear la verdad en torno a estas asociaciones.
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