Bloomberg: Siguen llegando a EE.UU. testigos de la corrupción en Venezuela
El entorno era idílico: el resort Belmond La Samanna en el lado francés de la isla de San Martín. Se trata de un refugio en el Caribe con cabañas de playa, canchas de tenis y habitaciones que cuestan US$1.000 por noche. Mientras los huéspedes disfrutaban masajes al aire libre y cócteles en las hamacas esa tarde de febrero, dentro de una habitación todo el mundo estaba ocupado haciendo negocios. Un ingeniero de la petrolera estatal venezolana, Petróleos de Venezuela S.A., colocó una pila de documentos de 30 centímetros sobre la mesa, y comenzaron las preguntas de tres investigadores de la Oficina del Fiscal de Distrito del Condado de Nueva York. El ingeniero había llegado por avión desde Venezuela vía Curaçao, primero en un vuelo comercial y luego en uno charter, para cubrir su rastro.
El ingeniero y sus documentos eran centrales para un caso en el que los investigadores llevaban trabajando cinco años: la canalización de cientos de millones de dólares de PDVSA a Irán a través de bancos estadounidenses y suizos, eludiendo las sanciones impuestas por Estados Unidos contra el país. Los investigadores sospechaban que PDVSA había lavado los fondos a través de contratos de construcción de viviendas enormemente inflados con empresas iraníes. Los documentos parecían detallar las transacciones de vivienda y los pagos a cuentas bancarias suizas a través de JPMorgan Chase, lo cual podría violar la ley estadounidense. La investigación está en curso; PDVSA no ha sido acusada de actividades ilegales que involucren a Irán.
El ingeniero, un hombre afable que hablaba poco inglés, sabía que si el caso prosperaba, podría aspirar a recibir asilo político en Estados Unidos, junto con una posible recompensa por revelar información útil para el caso. También vio lo que los iraníes estaban haciendo y no le gustó. Así que aunque el interrogatorio duró dos días, fue paciente.
Había otra persona en la habitación, el hombre que había organizado todo: un venezolano llamado Martín Rodil. Alto, con gafas y unos kilos de más, Rodil, de 43 años, dominaba el arte de ser tanto implacable como dulce. Fue investigador de bajo nivel en el Fondo Monetario Internacional en Washington hasta que un conocido lo contrató en 2006 para revisar los pagos de PDVSA a Irán. El tema se convirtió en una obsesión para él, y en poco tiempo ya estaba en comunicación con la oficina del fiscal de distrito en el Bajo Manhattan. Rodil era un colaborador no convencional, dice un ex investigador: no buscó crédito y no sabía al principio si pediría dinero por ello. Y los documentos y pistas que proporcionó casi siempre resultaron ciertos. A la larga comenzó a hablar con los fiscales sobre un testigo de los pagos a Irán a quien tenían que conocer. Había encontrado al ingeniero de PDVSA.
Y ahora, aquí estaban. Mientras Rodil trabajaba en una habitación, ayudando a traducir las respuestas del ingeniero, aún no había sido condenado como traidor en la televisión nacional venezolana. Los funcionarios estadounidenses aún no le habían advertido sobre las amenazas creíbles a su vida, ni le habían recomendado no viajar a ningún lugar cerca de su país de origen. Y los asistentes del presidente electo Donald Trump no habían empezado a pedirle consejo sobre Venezuela.Eso vendría después.
Para el momento de la reunión en San Martín, en 2014, Rodil se había convertido en una figura clave, compensada y a veces polémica en las investigaciones de Estados Unidos de casos de corrupción y narcotráfico de Venezuela contra funcionarios de alto nivel del gobierno socialista del presidente Nicolás Maduro y PDVSA. Parte de la información que transmitió -que Irán estaba a punto de colocar misiles en Venezuela, por ejemplo- resultó ser infundada. Pero la mayoría de la información que proporcionó sí fue confirmada, y conforme el populismo izquierdista sudamericano se ha debilitado, la fijación de Rodil por reemplazar al gobierno venezolano se ha convertido en una tendencia generalizada.
El caso del ingeniero de PDVSA es un ejemplo del servicio original y más básico de Rodil: entregar a venezolanos valiosos, y entidades gubernamentales le pagan modestamente por ello, dice. También tiene un negocio mejor pagado en el que sus clientes son venezolanos ricos que están desesperados por salir. Él les ayuda a hacerlo y, cuando se da el caso, trabaja con ellos para desarrollar estrategias para cooperar con las autoridades estadounidenses. Por esos servicios, cobra una tarifa por hora o se le paga por estar disponible para colaborar. El más lucrativo de sus negocios es una consultoría para empresas e individuos que buscan servicios de inteligencia y evaluación de riesgos en América Latina.
Rodil ha ayudado a que más de dos docenas de sus compatriotas emigren a Estados Unidos. Pertenecen a la élite de la diáspora venezolana que huye de una economía destrozada y la agitación social. Entre ellos figuran antiguos generales, ministros y ejecutivos del sector petrolero y un ex juez y guardaespaldas presidencial. El papel que desempeña en sus vidas es a menudo profundo: los persuade de revelar lo que vieron y en lo que participaron. Después evalúa el valor de su información y determina qué agencia gubernamental estaría más interesada en saberla. Establece la relación con la agencia y, a menudo hace algo más: ayuda a sus clientes a mudarse a lugares seguros con teléfonos a prueba de intervenciones, por ejemplo.
Algunos de los que ha entregado han participado en negocios corruptos. Muchos esperan intercambiar lo que saben por una visa o protección en Estados Unidos; otros quieren ayudar a las autoridades estadounidenses a ir tras de sus viejos jefes, colegas y líderes gubernamentales. Sus historias documentan la cruel mezcla de corrupción y mala gestión que se ha dado en Venezuela, que es miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y posee las reservas de petróleo más grandes del mundo. “Martín Rodil ha entregado activos y documentos críticos para los investigadores estadounidenses”, dijo un funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos enterado de los casos.
La victoria de Trump parece haber propulsado el negocio de Rodil. El lunes por la mañana después del Día de Acción de Gracias, conduce su coche mientras habla. Casi tiene demasiados negocios de los cuales encargarse. Mientras recorre Washington, su ciudad adoptiva, su teléfono no deja de sonar. La gente cercana al equipo de transición de Trump le llama para pedir un informe sobre la política venezolana. También hay mensajes de texto por responder, llamadas por hacer, reuniones con los republicanos del Congreso a las que asistir. De pronto se detiene y estaciona su automóvil.
“He trabajado sin parar desde que Trump ganó. Todo el mundo quiere saber lo que significa”, dice Rodil sentado en su coche aparcado, con las luces de emergencia encendidas. Durante su campaña, Trump prometió reprimir al gobierno venezolano. Ahora que resultó victorioso en las elecciones presidenciales estadounidenses, Rodil ha recibido múltiples consultas de altos funcionarios de gobierno y oficiales del ejército venezolano. “La gente está realmente asustada”, dice.
Para apreciar el alcance del papel de Rodil es necesario comprender hasta qué punto ha caído Venezuela. La historia inevitablemente involucra petróleo. En 1960 el país era el mayor productor de petróleo del mundo; actualmente Arabia Saudita produce casi cinco veces más.
PDVSA nunca fue la compañía petrolera más eficiente del mundo, pero en los años noventa era un monopolio estatal competente. Se trataba de un híbrido: una empresa nacionalizada pero abierta a proyectos conjuntos y manejada por miles de ingenieros, operadores de plataformas y trabajadores de la industria petrolera experimentados. En 1997 la producción alcanzó un nivel máximo de 3,6 millones de barriles diarios, y la compañía tenía un plan quinquenal para alcanzar los 5 millones. Actualmente produce apenas 2 millones de barriles diarios.
En 1998, Hugo Chávez, un carismático ex paracaidista del ejército, ganó la presidencia por una mayoría abrumadora. Impuso grandes cambios a la política industrial, la propiedad de la tierra y la distribución del ingreso. En PDVSA instaló a altos ejecutivos que compartían su ideología. En 2002 nombró como presidente de la empresa a Gastón Parra, un profesor sin experiencia en la industria petrolera. En cuestión de meses, los trabajadores se declararon en huelga, los sindicatos nacionales se unieron a la protesta y Chávez pidió la intervención del ejército. Los altos mandos se negaron y exigieron la renuncia de Chávez. Durante 48 horas, Chávez dejó el cargo en lo que fue, en esencia, un golpe militar. Pero los leales montaron un contraataque, Chávez regresó a la presidencia y condenó en televisión a muchos de los directores de PDVSA por su nombre. Para cuando terminó, había despedido a dos tercios de los empleados, incluidos los ingenieros, técnicos e investigadores más experimentados, y los reemplazó con personas más leales a él.
En dos años, Rafael Ramírez -el actual embajador de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas- comenzó una década como presidente de PDVSA. Siguió la orden de Chávez de convertir a la empresa en un motor de cambio político y social. Chávez buscó liderar un grupo de países alineados contra Estados Unidos y utilizó el petróleo como herramienta política. Envió crudo fuertemente subsidiado a Cuba, República Dominicana y otros países, y pidió prestados US$65.000 millones a China, que le pagó en crudo. La compañía también creó decenas de filiales que no tenían nada que ver con la producción de petróleo, incluyendo una fábrica de ladrillos, una productora de sorgo y granjas de cerdos, así como programas para construir escuelas.
El ascenso de Chávez al poder también generó corrupción a una escala nunca antes vista en PDVSA. Según un informe reciente del Congreso venezolano liderado por la oposición, US$11.000 millones fueron saqueados de PDVSA de 2004 a 2014. La compañía pagó por un millón de toneladas de alimentos, por ejemplo leche en polvo, carne, pollo, aceite de cocina, y menos de un cuarto fue entregado en realidad. Auditorías internas calculan el costo de la pérdida en US$1.900 millones. Miles de millones más fueron pagados por contratos fraudulentos para plataformas petroleras, barcos y refinerías. Funcionarios estadounidenses sospechan que la compañía ha sido utilizada para esconder y lavar miles de millones ganados con negocios ilegales y ayudar a las guerrillas colombianas a traficar cocaína a través de Venezuela. (PDVSA no respondió a múltiples solicitudes de comentarios para este reportaje).
A medida que el país se hunde aún más en la crisis por la que está atravesando –al tiempo que las salas de emergencia que alguna vez fueron modernas funcionan críticamente con una escasez de antibióticos e implementos médicos, el crimen violento vacía las calles de la ciudad por la noche y las familias de clase media dejan de cenar porque la comida simplemente cuesta demasiado- especialistas en petróleo lamentan la rápida declinación de PDVSA. “Se está privando al pueblo venezolano de los recursos naturales que poseen”, dice Amos Hochstein, coordinador de energía del Departamento de Estado. “Venezuela puede y debe ser un país rico”.
Rodil llegó a Washington en el año 2000 como un graduado de ciencias políticas desempleado con la modesta ambición de estudiar inglés y expandir sus horizontes. Trabajó como chofer de limusina de medio tiempo y luego para el Fondo Monetario Internacional (FMI). En 2003 conoció a Tal Hanan, un ex comandante del ejército israelí que trabajaba como consultor de seguridad e investigación. Se mantuvieron en contacto.
Tres años más tarde, Rodil trabajaba como procesador de datos en uno de los departamentos latinoamericanos del FMI en Washington. Pasaba sus días ingresando información sobre los bancos centrales de América del Sur en bases de datos oscuras. Un día, mientras trabajaba en un proyecto sobre lavado de dinero, sonó el teléfono. Era Hanan. Dijo que un cliente, un banco grande, temía que un banco panameño que estaba comprando pudiera ser utilizado como conducto para el dinero vinculado a PDVSA y destinado a Irán, lo cual constituiría una violación de las sanciones estadounidenses.
La preocupación tenía sentido. En 2006, Chávez recibió al presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad como parte de su plan para crear y dirigir un movimiento anti Estados Unidos. Un informe interno de 2012 para Chávez, obtenido por Bloomberg, señala que los dos países habían firmado 262 acuerdos para trabajar en Venezuela e Irán, para buscar petróleo, transportar combustibles, plantar y moler maíz, así como para construir fábricas de cemento y productos químicos. Los emprendimientos eran un “modelo para la lucha antiimperialista”, según el informe.
Hanan sabía que Rodil estaba trabajando para el FMI en algo sobre el lavado de dinero y dijo que esas habilidades podrían resultar útiles para su cliente. ¿Le gustaría trabajar a tiempo parcial ayudando a rastrear el dinero? Rodil pensó que el dinero extra podría resultarle útil.
Rodil, que había hecho prácticas profesionales en PDVSA, llamó a un amigo allí. El amigo le contó que PDVSA había firmado contratos con empresas iraníes para construir apartamentos en toda Venezuela. Le proporcionó documentos sobre los acuerdos y también presentó a Rodil y al ingeniero de PDVSA, quien le entregó más documentos. Rodil llegó a sospechar que los contratos se usaban para cubrir el dinero que Chávez canalizaba a Irán. Renunció al FMI y se asoció con Hanan. Poco después, también comenzó a trabajar como consultor con Roger Noriega, que fue secretario asistente de Estado durante la presidencia de George W. Bush y a quien muchos especialistas en América Latina consideran un ideólogo de extrema derecha. Eso ha hecho desconfiar a algunos de Rodil y sus actividades.
Desde que tenía 8 años, Rodil ha usado un colgante de la estrella de David, un regalo de su abuelo. No fue criado como judío, pero al trabajar con un israelí en una investigación sobre Irán, comenzó a pensar en esa parte de su identidad. En 2007 él y Hanan decidieron contarle al gobierno israelí lo que estaban averiguando. A través de un contacto mutuo, Rodil fue a Bogotá a ver a Yosef Kuperwasser, un general brigadier retirado que había trabajado en actividades de inteligencia durante años y trabajaba como consultor de seguridad privada para el presidente colombiano Álvaro Uribe. Kuperwasser organizó una reunión en Israel con altos funcionarios de inteligencia para contarles sobre el contacto venezolano. En la sede de inteligencia de Israel en Glilot Junction, al norte de Tel Aviv, una docena de hombres interrogaron a Rodil y Hanan durante dos días. Rodil dice que los funcionarios lo instaron a presentar sus pruebas a las autoridades estadounidenses.
Cuando volvió a Estados Unidos, Rodil llamó a Adam Kaufmann, entonces fiscal asistente del distrito de Nueva York encargado de la división de crímenes financieros internacionales. Kaufmann había pasado años investigando el tráfico de drogas libanesas en Paraguay y había trabajado en casos en los que bancos y empresas suprimían el nombre de Irán de las transferencias de dinero para evadir las sanciones. Pero Kaufmann sabía menos sobre la conexión entre Irán y Venezuela.
Los documentos entregados por Rodil revelaron que PDVSA había financiado y gestionado al menos tres contratos con empresas iraníes de construcción, por un valor de más de US$2.300 millones. De las 24.000 unidades previstas, sólo un par de miles habían sido construidas. El ingeniero de PDVSA estuvo a cargo de uno de los proyectos, operado por Iranian International Housing. Había pasado un año tratando con los iraníes. Eran tiranos en el trabajo, y los consideraba corruptos y pagados en exceso: agentes de una gran estafa contra su país. “Sabía que algo extraño estaba pasando, y estaba harto de ello”, dijo en octubre en una entrevista telefónica desde Venezuela, en la que solicitó que su nombre no fuera revelado por temores de ser acusado de traición y encarcelado.
El gran valor del ingeniero era que sabía los detalles sobre el dinero. En su proyecto, según los documentos, los iraníes recibían alrededor de US$74.000 por apartamento, cuatro o cinco veces más que el costo unitario de construcción. Los fiscales sospechan que esa era la forma en la que Chávez (hasta que murió en 2013), y luego Maduro trasladaban dinero a Irán. Para recibir el pago en dólares, que Venezuela tenía e Irán quería desesperadamente, Behrooz Zangeneh, director gerente de Iranian International Housing, pidió que se le pagara a través de terceros. En una carta de 2011, Zangeneh dio instrucciones a Ducolsa, la compañía estatal de vivienda que PDVSA usaba para supervisar el proyecto, que dirigiera los pagos a una cuenta en Hyposwiss Private Bank en manos de una obscura empresa suiza de gestión de activos llamada Clarity Trade & Finance. Ducolsa realizó los pagos a través de JPMorgan Chase, según documentos de PDVSA. Los fondos deben pasar por Clarity Trade “en vista de las dificultades actuales para transferir y mover fondos”, escribió Zangeneh. (JPMorgan Chase se negó a comentar). Los investigadores no sospechan que el banco estuviera enterado de que lo estaban usando para ayudar a transferir dinero a los iraníes. Iranian International Housing y Zangeneh no respondieron a las solicitudes de comentarios. Hyposwiss Private Bank cerró en 2013; su dueño, St. Galler Kantonalbank, declinó hacer comentarios. Una empresa de contabilidad que representa a Clarity Trade, que ahora está en liquidación, también se negó a comentar).
Seis meses después de la reunión en San Martín, los fiscales transportaron al ingeniero por avión a Nueva York, donde se reunió de nuevo con ellos, firmó un acuerdo para cooperar y entregó sus documentos. Regresó a Venezuela, donde espera a ver si los fiscales presentan acusaciones y lo vuelven a llevar a Nueva York como testigo.
En 2015 otra figura clave en el caso apareció en Estados Unidos. Rodil se enteró por un contacto venezolano que un ex ejecutivo de PDVSA había viajado a Nueva York para aprender inglés y tomar cursos de negocios. Rodil se puso en contacto con el hombre y le explicó que su firma en documentos clave podría meterlo en problemas legales en Estados Unidos. Trató de persuadirlo de hablar con los fiscales y se ofreció a concertar un acuerdo. El ex funcionario lo rechazó, argumentando que no había hecho nada malo, y se instaló con su novia en un apartamento alquilado a lado del río Hudson, en el condado de Westchester. Los investigadores se enrabiaron: un hombre que había firmado documentos cruciales en el caso estaba viviendo cómodamente justo al norte de sus oficinas en Manhattan.
En enero pasado, Rodil recibió una llamada en su teléfono celular antes del desayuno. “Necesito ayuda”, dijo la persona que le llamó. “Los policías acaban de estar aquí”. Era el ex ejecutivo de PDVSA. Un investigador de la Oficina del Fiscal del Distrito del Condado de Nueva York y un agente del FBI habían llamado a su puerta a las 6 de la mañana. En español, le dijeron que sabían mucho de él: donde tomó clases de administración de empresas y dónde estudió inglés. Tenían documentos con su firma que parecían demostrar que habían ayudado a PDVSA a violar las sanciones estadounidenses contra Irán usando bancos de Nueva York. Al menos una carta decía que el dinero debería ser transferido a través de Estados Unidos, pero que era necesario que el nombre de “Irán” no figurara.
Respondiendo a las preguntas vestido con su albornoz, y un poco desorientado, el hombre dijo que funcionarios con más rango que él en PDVSA habían autorizado sus acciones. Los investigadores lo sabían. Querían usarlo para atrapar a sus jefes. Uno de los dos investigadores dijo: “Cuando yo regrese a casa, estaré con mi esposa y mis hijos. No tendré que pensar más en nuestra reunión. Usted, por el contrario, puede esperar otra visita. La próxima vez que pase por un aeropuerto de Estados Unidos, alguien podría tocarle el hombro”. Después de que se fueron, el hombre hizo su llamada telefónica desesperada. Rodil le dijo que se pusiera en contacto con un abogado. “Le dije: ‘Una vez que los investigadores tocan a tu puerta, es demasiado tarde para que yo pueda ayudarte’”. Una vez que el potencial testigo estuviera en manos de cualquier agencia estadounidense, ninguna otra agencia iba a pagarle a Rodil para que lo entregara. El ex ejecutivo volvió apresuradamente a Venezuela.
La vida empezaba a ponerse peligrosa para Rodil. Los fiscales federales se estaban concentrando en la corrupción en las operaciones de PDVSA en Estados Unidos en una serie de casos interrelacionados en Houston, Miami y Nueva York. Dos sobrinos de la esposa de Maduro estaban en prisión en Nueva York a la espera de un juicio. Los amigos de Rodil en la inteligencia israelí y las autoridades estadounidenses le dijeron que se habían enterado de amenazas contra su vida. La situación empeoró rápidamente. En abril, Diosdado Cabello, ex líder del Congreso y una de las figuras más poderosas de Venezuela, utilizó su programa de televisión para denunciar a Rodil. Sentado detrás de un escritorio con un gran mazo, Cabello declaró: “Los traidores venezolanos a su país: un venezolano llamado Martín Rodil. ¿Oíste? ¡Martín Rodil!”. Describió a Rodil como un hombre que se ganaba la vida ayudando a venezolanos corruptos a escapar a Estados Unidos para revelar secretos al enemigo. Lo acusó de estar involucrado en planes para un golpe de Estado.
Rodil no ha estado en Venezuela en 11 años. El año pasado el gobierno se negó a renovar su pasaporte, lo cual lo convirtió en un apátrida. Poco después de la aparición de Cabello en televisión, un contacto dentro de Venezuela reveló a Rodil que las autoridades iban tras de su hermano en Caracas. Rodil sacó a su hermano, a las 3 de la madrugada, por tierra a Colombia, y luego a Washington, donde vive con la familia de Rodil.
Los vínculos de Rodil con Israel han crecido. Con fondos de un judío venezolano, también trajo a docenas de médicos venezolanos y otros especialistas a Israel para hablar sobre un detallado plan para reconstruir el país tras la caída del chavismo. En el último año, Rodil ayudó a fundar Venezuelan American Leadership Council (Consejo Venezolano de Liderazgo Americano), un grupo de cabildeo inspirado en el poderoso Comité de Asuntos Públicos de Israel. Sus líderes –Rodil recién se convirtió en presidente del grupo- esperan utilizarlo para obtener el apoyo del Congreso para presionar a Maduro. Rodil obtuvo recientemente la ciudadanía israelí, y ahora ese es su único pasaporte. “Siento patriotismo por tres países”, dice. “Por Venezuela, donde nací; por Israel, de donde soy ciudadano; y por Estados Unidos, donde he pasado 16 años y donde están creciendo mis hijos”.
Los casos estadounidenses contra los venezolanos han comenzado a llegar a las salas de audiencias. A principios de este año, dos contratistas venezolanos de servicios petroleros se declararon culpables en un tribunal federal en Houston por sobornar a tres empleados de PDVSA para obtener contratos por US$1.000 millones en Estados Unidos. Se espera que los fiscales federales en Houston emitan acusaciones y confisquen propiedades de otros venezolanos pronto, dijeron personas familiarizadas con el caso. En noviembre, los sobrinos de la esposa del presidente fueron condenados en una corte de Manhattan por conspirar para traficar 800 kilos de cocaína. (Maduro y su esposa no fueron implicados.) De una forma u otra, los clientes de Rodil tuvieron que ver en todos estos casos.
No hace mucho, Rodil creó una nueva compañía, Inter-American Solutions, y se mudó a unas elegantes oficinas en K Street en Washington. Contrató a un investigador de la Oficina del Fiscal del Distrito del Condado de Nueva York y abrirá una sucursal en Manhattan en el Edificio Chrysler. Se está centrando más en la parte más lucrativa de su negocio: el trabajo de investigación y análisis para bancos, inversores y empresas.
>Un jueves reciente por la tarde, Rodil y un pequeño grupo de venezolanos comían arepas, un platillo típico de Venezuela, en la sala de conferencias de la compañía. Rodil hizo una pausa, dejó su comida y todos se detuvieron para escuchar. Contó la historia de un cliente que tuvo que huir de noche por mar a una isla del Caribe y ahora está solicitando asilo en Estados Unidos. Habló del ex ejecutivo de PDVSA sorprendido en la puerta de su casa por los investigadores. Luego volvió a comer la mitad de la arepa que le quedaba en su plato. “Esta es la diáspora venezolana”, dijo Rodil. “Compramos esto de un puesto callejero abajo propiedad de un hombre que se fue. No estaba allá abajo hace un año. Veo venezolanos por todos los lugares por los que paso ahora”.
Las llamadas siguen llegando. “Hay tanta gente que quiere irse”, dijo. “Hemos llegado al punto en que tenemos que rechazar gente”.
Somos uno de los principales portales de noticias en Venezuela para temas bancarios, económicos, financieros y de negocios, con más de 20 años en el mercado. Hemos sido y seguiremos siendo pioneros en la creación de contenidos, análisis inéditos e informes especiales. Nos hemos convertido en una fuente de referencia en el país y avanzamos paso a paso en América Latina.