Brasil comienza a despegar en un año de reformas, paro y crisis política
Brasil comenzó un despegue económico suave en este 2017 marcado por las polémicas reformas impulsadas por el Gobierno del presidente Michel Temer, una tasa de desempleo aún alta y un déficit fiscal desbocado, en un contexto de crisis política sin precedentes en la historia del país.
Después de dos años en cuidados intensivos, con una caída acumulada del siete por ciento, la economía brasileña creció en los tres primeros trimestres de 2017, lo que arroja una leve expansión del 0,6 % entre enero y septiembre frente al mismo período de 2016, aunque el desempleo continúa en niveles preocupantes, con cerca de 13 millones de parados.
«Fue un año de virada, de inflexión, paramos de caer después de una caída brutal y la economía comenzó a recuperarse», afirmó a Efe Emerson Marçal, coordinador del Centro de Economía Macroaplicada de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
El Ejecutivo de Temer achaca esos resultados, que se complementan con una inflación controlada en torno al 3 % y un tipo básico de interés en mínimos históricos (7 %), a la receta de austeridad y las políticas de corte liberal impulsadas durante este año.
Al techo de gasto para las próximas dos décadas aprobado en diciembre de 2016, le siguió una reforma laboral que abre la puerta al abaratamiento del despido y una ley de tercerización del trabajo que llevaron a los sindicatos a convocar dos huelgas generales con impacto limitado.
En trámite aún está la joya de la corona, la reforma del sistema de las pensiones, aunque el Gobierno trabaja a contrarreloj para someterla a votación en el Congreso antes de que termine el año.
Para el economista Mauro Rochlin, de la FGV, las reformas influyeron «poco» en la «tímida» recuperación y «solo mostraron que el equipo económico del Gobierno estaba realmente dispuesto a hacer un ajuste fiscal», donde, en su opinión, radica el «origen de la crisis».
Además, el Gobierno ha aplicado una «liposucción» al Estado con un ambicioso paquete de privatizaciones y concesiones que incluye más de 50 activos, entre autopistas, aeropuertos, líneas de transmisión y algunas empresas estatales de peso como Eletrobras o la Casa de la Moneda.
La recaudación servirá para tapar el abultado agujero en las cuentas públicas del país que obligó al Ejecutivo a elevar la meta de déficit para 2017 hasta los 159.000 millones de reales (unos 48.400 millones de dólares).
El Gabinete de Temer ya ha advertido de que solo se revertirá ese déficit a partir 2021 y siempre y cuando se apruebe la reforma de las pensiones, que representa la mayor partida de gasto en el presupuesto del país (57 %).
«El Gobierno tiene serias dificultades para cumplir esa meta y la cuestión fiscal está abierta porque puede poner en riesgo la recuperación», apunta Rochlin.
Ligado a los ingresos está el consumo interno, uno de los motores del gigante sudamericano, y los altos índices de paro profundizan el problema.
La tasa de desempleo alcanzó en octubre pasado el 12,2 %, lo que equivale a 12,7 millones de parados, y, si bien la tendencia es a la baja tras el récord del 13,7 % del primer trimestre, el descenso responde a un aumento de la informalidad que, no obstante, ayudó a acelerar el consumo doméstico.
«La recuperación del empleo formal solo debe empezar a partir de 2019-2020. El empleo de ahora es mayoritariamente informal y de mala calidad», aprecia Marçal.
Con todo, la economía del país registró una expansión en los tres primeros trimestres del 1,3 %, del 0,7 % y del 0,1 %, respectivamente, y el mercado financiero proyecta un crecimiento final del 0,89 %.
Pero Brasil podría haber tenido un crecimiento más robusto de no ser por la crisis política que marcó un año en el que Temer fue denunciado dos veces por corrupción.
Marçal consideró que la crisis política «obstaculizó bastante», mientras que para Rochlin, «si el Gobierno tuviera más legitimidad, hubiera podido avanzar más en las reformas y podría estar creando un ambiente de negocios mucho más favorable».
Las denuncias contra Temer, algunos de sus ministros y las sospechas contra decenas de parlamentarios de todo el arco político paralizaron los trabajos legislativos y sumieron en la incertidumbre a la nación, que ya venía del terremoto que provocó el año pasado la destitución de Dilma Rousseff.
Entretanto, la bolsa de Sao Paulo continuó sin inmutarse frente a las turbulencias y si escalaba un expresivo 39 % en 2016 respecto a 2015, este año -en octubre alcanzó su récord histórico (76.989 puntos)-, va camino de anotarse una subida anual del 20 %.
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