Briceño (Conestructuras): empresas se debaten entre resistir con nóminas muy cortas o cerrar
Más de 50% de las empresas está adoptando fórmulas de reducción de pagos asociados con la remuneración para resistir la cuarentena prolongada, por lo que se están bajando las bonificaciones, tanto en bolívares como en dólares, así como se han detenido los adelantos de prestaciones,vacaciones y otras fórmulas con las cuales las organizaciones venían apoyando a sus trabajadores.
Según la data de la consultora especializada en gestión de capital humano Conestructuras, la perspectiva es que alrededor de 47% de las organizaciones mantenga una política de pagos normal.
«Esta tasa de pago normal de alguna manera va a mantenerse. Ya hay empresas abriendo, que están trabajando, por lo que la dinámica va a seguir siendo parecida. El problema está en la otra mitad. Sin embargo, no veo un colapso inmediato, sino un escenario de ´muerte lenta´. No veo un elemento súbito, porque este escenario era previsible, no es completamente sorpresivo, porque la situación de escasez de gasolina se ha ido incrementando. No es un terremoto que nadie esperaba. Había ejercicios de planificación que se van a tener que ajustar», sostiene Raúl Briceño, director general de Conestructuras en conversación con Banca y Negocios.
El experimentado consultor y docente de la Universidad Católica «Andrés Bello» estableció que tampoco espera recortes masivos de nómina, como resultado de la prolongación de la cuarentena, porque las empresas venezolanas, en general, ya tienen un número de trabajadores muy ajustado, por lo que los márgenes para nuevos recortes son muy pequeños.
«Cuando hicimos la pregunta sobre rotación de personal y el empleo a las empresas que normalmente encuestamos, nos dijeron en diciembre que entre 23 y 25% iba a aumentar sus nóminas, porque la reducción que estas organizaciones habían hecho en 2019 se les había ido de las manos. Se habían quedado con menos personal del necesario para operar, por lo que las reducciones tenían un efecto ya estructural», contextualiza la situación Raúl Briceño.
Por esta razón, observa que el decreto de inamovilidad laboral, aprobado al principio del estado de alarma nacional, no tiene un efecto real sobre las empresas, por cuanto los ajustes de personal ya se habían venido ejecutando como resultado de la prolongada crisis económica que padece el país.
«No puede haber despidos masivos. Lo que está ocurriendo realmente es que las empresas están decidiendo entre cerrar definitivamente o buscar cómo sobrevivir con la misma nómina que tienen. Esta muerte lenta hace que los pacientes tengan infartos. Si yo sigo reduciendo la nómina voy a cerrar, porque no puedo hacer con tres colaboradores lo que hacía con 12. Al contrario, hay retos que implican conseguir otro recurso humano, como gente que sea capaz de encontrar combustible, porque muchos gerentes no están capacitados para manejarse en estos entornos. Es un tema conseguir gasolina bachaqueada», señala Briceño.
El consultor ensaya una metáfora para explicar el impacto de la descapitalización. «Lo que tendríamos es una serie de muertes súbitas. Si las organizaciones no tienen más espacio para ajustar y, definitivamente, están en condiciones financieras extremas, no tienen otra opción que cerrar».
– La contingencia no es sanitaria –
Raúl Briceño, director general de Conestructuras, señala que los comités de contingencia que deben funcionar en las empresas, independientemente de su tamaño, deben establecer muy claramente cuál es la situación que enfrentan, en función de tomar las decisiones correctas.
«Cuando me planteo la extensión de la cuarentena, las organizaciones están evaluando que esta extensión no es por salud pública, porque los datos no apuntan en esa dirección. Otras economías, con los datos de Venezuela, estarían trabajando hace tiempo ya. Los datos de la pandemia no son los que están deteniendo la economía. Los datos indican que nuestro problema es de combustibles y no de salud pública. Mi principal activo para continuar produciendo no son más tapabocas, más controles, sino cómo conseguir gasolina para movilizar a trabajadores y productos», apunta.
El problema de conectividad que las empresas reportaron como básico al principio de la contingencia se ha ido resolviendo -señala Briceño-, y cree que, con dificultades, los niveles de conectividad básicos se podrán mantener. El gran reto ahora es la movilidad y la solución no pasa por el control de las organizaciones.
«Este es un problema que se acrecienta. Si el gobierno decidiera levantar la restricción el problema político sería mucho mayor que la situación actual, porque la gente no se podría mover. La verdad es que no tiene sentido mandar a salir, reabrir la economía, si las personas no se pueden movilizar«, afirma Briceño.
Desde la perspectiva de la gestión empresarial «hay dos soluciones posibles; la privatización con dolarización de precios es una opción, pero el primer requisito es que haya, en realidad, gasolina. Es posible que haya inventarios escondidos, esperando que la gente ruegue que la dolaricen. Si no hay inventarios, aparece el mercado negro que ya está. Un gran mercado negro, y para las empresas se convierte en un problema, porque una cosa es que yo genere una solución organizacionalmente válida y otra es entrar en un mercado negro informal. El problema no es el precio, sino poder conseguir el producto y que ese costo se pueda registrar, que el vendedor sea legal. La empresa no puede meterse en trampas».
– El estado está paralizado –
Paradójicamente, para Raúl Briceño, director general de Conestructuras, el sector más afectado es el público, no solo porque está paralizado casi por completo, salvo en las actividades relacionadas con el manejo de la contingencia del Covid-19, sino porque sus estructuras organizacionales e infraestructura física registran graves niveles de deterioro.
Para el consultor y docente, las capacidades de gestión del sector público saldrán aún más deterioradas de esta pandemia, porque los procesos normales se han abandonado, especialmente los de mantenimiento, por lo que «habrá un escenario parecido al que tienes cuando llegas a una casa deshabitada y abandonada por mucho tiempo».
Otros sectores que preocupan a Briceño son «aquellas organizaciones de servicios complementarios, de apoyo, habilitadores, pero que se puede vivir sin ellas, como tiendas de franquicias y retail, pastelerías, tintorerías. Ese segmento del comercio es un gran empleador, por lo que una masiva quiebra de pequeños locales, dentro y fuera de los centros comerciales, sería muy grave».
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