Centros de aislamiento en Cuba: antesala a la #Covid19 o un susto necesario
La voz de una enfermera corta el silencio nocturno en un centro de aislamiento para sospechosos de contagio de covid-19 en La Habana. Llama varios nombres. Noel escucha el suyo. «¿Seré positivo?», piensa.
El día previo fue sometido a una prueba de laboratorio PCR. Noel, de unos cuarenta años, comparte habitación con otras dos personas que recién conoce. Entre ellas está Yamil Lage, fotógrafo de la AFP, de 39 años.
Noel retorna al cuarto y cuenta: le midieron la presión arterial porque en la mañana la tenía alta. «Por el susto seguro volvió a salir alta», dice. Aún no hay resultados de la PCR. «Estamos calmados, pero la incertidumbre es permanente», explica Yamil.
Junto a una treintena de personas ocupan un centro de aislamiento acondicionado dentro de la antigua escuela Lenin para jóvenes talentos, deteriorada por el tiempo.
En el edificio de cuatro pisos, los cubículos albergan hasta 6 personas.
Un letrero rústico advierte: «zona roja», y separa los dos pisos inferiores donde está el personal médico, de los superiores, donde duermen los sospechosos.
Parte de la estrategia de Cuba consiste en aislar entre 7 y hasta 14 días a todos los contactos de un caso positivo.
Alguien del entorno de Yamil se contagió y por eso él pasó a ser sospechoso, sin tener síntomas.
El contagiado entrega su lista de contactos, o estos se presentan en el policlínico de su barrio, desde donde una minivan estatal los lleva al aislamiento. Todos usan mascarillas.
«Nos llevan de noche y el trayecto se hace largo, hasta que se pierden las luces de la ciudad. Pasas los controles, bajas de la minivan y un médico te recibe y te dice calmadamente: Bienvenidos. Allí te das cuenta de lo que vas a empezar a vivir», explica Yamil.
– Los asintomáticos –
El jefe de Epidemiología del Ministerio de Salud de Cuba, Francisco Durán, alerta de los «supercontagiadores asintomáticos», considerados «la peor amenaza en sitios cerrados».
El 57% de los 3.565 casos al cierre del miércoles no mostraban síntomas, pero no representaban riesgo porque ya estaban aislados.
En esta isla de 11,2 millones de habitantes, la tasa de contagio de los últimos 15 días es 8,06 por 100.000 personas, tras un reciente rebrote en La Habana. A mediados de julio era de 0,6.
«Necesitamos algunas semanas más para volver a las cifras de julio (…) La estrategia cubana de intervención no se modificará, seguirá teniendo su base en la vigilancia comunitaria de casos, búsqueda activa de contactos, pruebas de laboratorio (PCR), y aislamiento», explica a la AFP el representante de la OMS en Cuba, el peruano José Moya.
Cuba aún tiene las fronteras cerradas al menos hasta el 1 de septiembre.
-«Prepárense para los mosquitos»-
Sin turismo por la pandemia, afectada por el embargo de Washington y por retrasos en sus reformas, Cuba admite que esta emergencia golpea su economía.
Las autoridades garantizan alimentación y tratamiento gratuitos. En redes sociales varios cubanos se han quejado de los alimentos, infraestructura o higiene de algunos recintos.
Pero quienes están en «la Lenin» cuentan que recibieron en su dieta incluso carne de pollo, un bien escaso y de amplia demanda en la calle.
El baño es compartido, el ambiente es simple y el olor a desinfectante que emana del piso limpio es permanente.
El calor sofoca y no hay aire acondicionado, pero cada uno lleva su ventilador.
«Prepárense para los mosquitos», les dice el médico que los recibe.
– El dominó –
En la espera, el reloj parece caminar más lento y las conversaciones se agotan. Nadie les informa de los resultados de la primera prueba, pero se respira calma.
«Dicen que si no te llevaron al hospital al día siguiente de la primera prueba es que diste negativo», detalla Yamil.
Solo hay alarma cuando aparece una ambulancia para llevarse a un caso positivo al hospital, tenga o no síntomas.
Mientras, se desata la convivencia. Uno de los aislados saca un dominó. «Se formó», dice otro. En broma, otro paciente imita el pregón de un vendedor de dulces, causando confusión entre los internados.
Al cuarto día de aislamiento viene la segunda prueba PCR. «Ese hisopo entra por tu nariz y te remueve todas las neuronas», explica Yamil.
De manera preventiva, reciben una dosis inyectable de interferón, un antiviral que eleva las defensas del paciente, fabricado en Cuba.
Al cumplirse una semana de aislamiento, los médicos avisan a Yamil y a otros más que ambas pruebas han dado negativas y que se van a casa. Un autobús los llevará.
Al salir, se percata de una inscripción en uno de los casilleros de las habitaciones: «Yo soy sano en nombre de Jesús».
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