Chavistas disidentes entre tercera vía y el apoyo a Guaidó
Abrazaron la revolución con el entusiasmo que lo hicieron millones de venezolanos. Hoy denuncian que el presidente Nicolás Maduro sepultó el proyecto fundado por el fallecido líder socialista Hugo Chávez.
Son disidentes del chavismo, exaltos funcionarios que consideran «ilegítimo» a Maduro, aunque no todos apoyan al jefe parlamentario opositor Juan Guaidó, proclamado mandatario interino.
Algunos, agrupados para promover una salida negociada pero sin mayor peso político, acusan a ambos polos de empujar al país a una intervención militar extranjera y una guerra civil.
Aquí cuatro testimonios de estos excamaradas, al cumplirse el sábado 20 años de la llegada de Chávez al poder (1999-2013).
– «Caras de la misma moneda» –
Exministro de Comercio y exembajador, Gustavo Márquez observa con estupor el punto crítico de la crisis: Maduro, «aferrado al poder y con su legitimidad comprometida», y Guaidó montando un «Estado paralelo» con respaldo de Estados Unidos y sus sanciones económicas.
Son «dos caras de la misma moneda», dice. Guaidó, producto de un «guión» de Washington para estrangular al país y controlar la mayor reserva petrolera del mundo; y Maduro un presidente con apoyo militar, pero «de espaldas a la realidad».
La oposición, advierte, pone «en juego la vida de millones» y arriesga a Venezuela a un expolio.
«Sea negociación o guerra (…), habrá un reparto de la torta. Estados Unidos, Rusia y China buscan quedarse con su pedazo», subraya el exfuncionario de 72 años.
Márquez critica que la revolución profundizará el modelo rentista petrolero -haciendo «más barato importar que producir»-, así como los controles que dinamitaron la economía.
«Se asumió el modelo estatista fracasado de Cuba», afirma.
– Maduro «contra la pared» –
Luisa Ortega pagó cara su ruptura con Maduro. Fue destituida como fiscal general tras denunciar un quiebre democrático y la represión de las protestas de 2017, con 125 muertos; y huyó a Colombia.
Ensalza a Guaidó como «un valiente». «Apuesto a Juan Guaidó (…), el éxito de él es el éxito de todos los venezolanos. Tenemos a Maduro contra la pared», celebra.
Su apuesta, antes, era otra. Durante su gestión, la Fiscalía acusó a Leopoldo López -jefe político de Guaidó- para que fuese condenado a casi 14 años de cárcel que cumple en casa.
«No me arrepiento (de apoyar a Chávez), pero he pedido perdón por errores que cometí (…), sobre todo no haber dicho oportunamente algunas cosas», sostiene.
Ortega, de 61 años, asegura que la propuesta original de Chávez era «humanista», pero se desdibujó con la corrupción, y que Maduro «consolidó» su «destrucción».
Así, el legado del chavismo es «miseria, hambre, represión, exilio, tragedia», denuncia.
– «La revolución zozobró» –
«Los venezolanos vamos a bordo» de dos trenes de alta velocidad a punto de chocar, alerta Héctor Navarro, quien ocupó cuatro ministerios con Chávez.
Amigo del exmandatario desde que este cayó preso por la intentona golpista de 1992, considera que el gobierno de Maduro agoniza.
Sin embargo, dice, «la pregunta es si esa fase terminal es para arrastrar al país y ponerlo en manos» de intereses extranjeros o triunfa «la política y que sea el pueblo el que decida».
De 69 años, cuenta que el cáncer separó a Chávez del poder mucho antes de morir y que no pudo hacer nada aunque veía venir la demoledora crisis económica.
Piensa que el expresidente eligió a Maduro como sucesor, «convencido de que no moriría». Su ungido, lamenta, fracasó.
Maduro le pidió el puesto apenas tomó el poder y, tras sumarse a denuncias de corrupción, lo expulsaron del partido gobernante.
«Esta revolución zozobró» y se llevó por delante a la izquierda latinoamericana, dice el exfuncionario, quien, con una pensión equivalente a seis dólares, vive del dinero que envía un hijo que emigró.
Pasa el tiempo cuidando a sus nietos y promoviendo una tercera vía.
– Castas corruptas –
«Nos debatimos entre una salida negociada o la guerra», afirma la exministra de Economía Popular Oly Millán, quien mastica el desencanto tras haber volcado su pasión izquierdista hacia el proceso bolivariano.
Profesora universitaria de 52 años, plantea con sus excompañeros de gabinete un referendo para renovar todos los poderes; pero reconoce que, en la «polarización extrema», no muchos compran la idea.
Con tono academicista, explica que el proyecto se agotó por una visión del socialismo en la que el Estado controla todo, una «oposición extremista» que nunca reconoció a Chávez y la radicalización posterior al golpe de Estado de 2002.
Cree que el boom petrolero (2004-2014) y el «cierre de la autocrítica» impulsaron castas corruptas que amasaron fortunas y siguen en el poder.
Una denuncia suya de sobornos en contrataciones fue tildada por Chávez como una conspiración de Estados Unidos. Fue la gota que rebasó el vaso.
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