Costa Rica define presidente en balotaje marcado por debate entre fe y política
Los costarricenses empezaban a votar el domingo para elegir un nuevo presidente entre un predicador evangélico y un intelectual de izquierda, tras una campaña donde el debate religioso opacó la discusión sobre el creciente déficit fiscal, la criminalidad récord y la persistente pobreza en el país centroamericano.
El exdiputado y cantante cristiano Fabricio Alvarado Muñoz ha aglutinado a los sectores conservadores del país buscando sacar del poder al oficialismo de centroizquierda liderado por su rival, el exministro Carlos Alvarado Quesada, y revertir la agenda progresista del saliente presidente Luis Guillermo Solís.
Unos 3,3 millones de electores están convocados a las urnas en una jornada que arrancó con normalidad a las 6.00 hora local (1200 GMT), y donde la participación se podría ver afectada por los festivos de Semana Santa.
Los sondeos no arrojan un escenario unánime. Los resultados preliminares serían divulgados por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) unas horas después del cierre de los colegios electorales a las 18.00 horas.
Alvarado Muñoz, exreportero de TV de 43 años, fue el candidato revelación tras imponerse en la primera ronda de febrero con su promesa de sacar a Costa Rica de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que ordenó legalizar el matrimonio igualitario en un país de mayoría conservadora.
El carismático aspirante conservador también cosecha adeptos en zonas rurales de las provincias costeras y fronterizas donde se concentra el 20 por ciento más pobre del país, y de un sector de clase media furioso con los escándalos de corrupción que salpicaron al gobernante Partido Acción Ciudadana (PAC).
“No me avergüenza decir que no tengo título y que no hablo varios idiomas (…) no me avergüenza decir que represento a la gente más pobre de este país (y) no me avergüenza decir que amo profundamente a Dios y que le oro todos los días”, dijo la semana pasada el candidato, que ha rechazado ser “homófobo”.
Alvarado Quesada, por su parte, también logró un inesperado pase a segunda ronda después de que la amenaza conservadora reactivara a las bases progresistas, desmotivadas por las frustradas promesas de cambio de Solís y el PAC cuando pusieron fin a cuatro décadas de bipartidismo en la elección de 2014.
Su campaña se vio lastrada por el desempeño mixto del gobierno de centroizquierda de Solís, donde ocupó las carteras de Trabajo y de Desarrollo Social, cuyos hitos -como el récord de turistas, de exportaciones y de inversión- quedaron en segundo plano frente a los casos de corrupción y los fracasos en temas económicos, como el fiscal o el empleo público.
“Corrupción también es tener a gente en puestos para los que no están preparados”, dijo en el último debate el novelista y politólogo de 38 años, que aspira a convertirse en el presidente más joven en la historia de Costa Rica.
El auge de su contrincante Alvarado Muñoz ha sido una muestra más de la creciente influencia en América de las iglesias protestantes, que han apoyando el salto a la política de rostros conocidos de televisión con agendas ultraconservadoras, como el cómico Jimmy Morales en Guatemala o el empresario Donald Trump en Estados Unidos.
Parte del electorado permanece indeciso ante la irrupción de la fe en la arena política por primera vez en más de un siglo en un país orgulloso de ser bastión progresista de Centroamérica tras abolir el Ejército e impulsar políticas ecológicas.
“He visto mucha división y muchos ataques de unos y otros, cuando pienso que tenemos problemas muy graves para estar peleando”, dijo Aurora Ramírez, administradora de 42 años, mientras paseaba con sus hijos en un parque capitalino. “Espero que después de todo esto logremos volver a unirnos como país”.
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