El presidente bielorruso Alexandre Lukashenko, confrontado a un importante movimiento popular de protesta tras su reelección, rechazó la posibilidad de una mediación extranjera, propuesta concretamente por tres países vecinos.
«No necesitamos a ningún gobierno extranjero, a ningún mediador», afirmó Lukashenko en una reunión gubernamental, citado por la agencia de prensa estatal Belta.
El miércoles, Letonia, Lituania y Polonia propusieron un plan de mediación que preveía la creación de un «consejo nacional» para resolver la crisis política en curso.
«Sin querer ofender a los dirigentes de estas repúblicas, me gustaría decirles que se ocupen de sus asuntos», dijo el mandatario.
Poco antes, Lukashenko conversó con el presidente ruso y aliado Vladimir Putin, con quien acordó seguir «fortaleciendo» las relaciones entre ambos países.
«No venderemos el país a nadie. Mantendremos el control de la situación», agregó Lukashenko.
Desde el domingo, decenas de miles de ciudadanos protestan en las calles contra su reelección, denuncian fraudes masivos y la violenta represión del poder. Se trata del mayor movimiento de protesta desde la llegada al poder de Lukashenko en 1994.
Tras haber llevado a cabo muchos arrestos a principios de la semana, las autoridades parecieron dar marcha atrás en los últimos dos días y el propio Lukashenko pidió una «cierta mesura».
La Unión Europea anunció el viernes sanciones contra los dirigentes de Bielorrusia vinculados a la violencia y a los presuntos fraudes electorales.
El gobierno bielorruso recibió sin embargo el apoyo del Kremlim, que denunció los intentos de «injerencia extranjera» destinados a desestabilizar a Bielorrusia, aliado histórico de Rusia, pese a las tensiones que se registran a menudo entre los dos países.
Sin ir más lejos, el jefe de Estado bielorruso acusó a Moscú de querer intervenir en las elecciones del pasado 9 de agosto.