Cientos de simpatizantes del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro invadieron este domingo el Congreso, el Tribunal Supremo y el palacio presidencial de Planalto en Brasilia, en rechazo a la investidura del presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva.
Una marea humana de manifestantes vestidos con los colores amarillo y verde de la bandera nacional invadió las sedes del Poder Ejecutivo, el Legislativo y Judicial en la capital brasileña, según observó la AFP, dejando imágenes impresionantes emparentadas con las de la ocupación del Capitolio -sede del Congreso estadounidense- en Washington en 2021.
Los manifestantes protestan contra el regreso al poder de Luiz Inácio Lula da Silva, quien derrotó a Bolsonaro en la segunda vuelta el 30 de octubre y fue investido hace una semana como nuevo presidente de Brasil por tercera vez -antes había gobernado entre 2003 y 2010-.
Las imágenes de medios como la cadena de televisión Globo News y otras difundidas en redes sociales mostraron a los alborotadores invadiendo instalaciones del Congreso, pero también llegando hasta el Palacio presidencial de Planalto y del Tribunal Supremo Federal -STF, máxima corte- de Brasil, ubicados en la misma área donde se concentran los tres poderes del Estado, la denominada Explanada de los Ministerios.
En lo que se estaba desarrollando rápidamente como un episodio grave de inestabilidad política, las autoridades acordonaron el área alrededor del edificio legislativo en Brasilia. Sin embargo, cientos de partidarios de Bolsonaro que se niegan a aceptar la victoria electoral del izquierdista Lula se abrieron paso, superaron las vallas, subieron por las rampas y se congregaron en el techo del edificio de arquitectura modernista, constató un reportero de la AFP.
«Este absurdo intento de imponer la voluntad por la fuerza no prevalecerá», advirtió el nuevo ministro de Justicia, Flavio Dino, en su cuenta de Twitter. El alto jerarca agregó que «habrá refuerzos» de las autoridades para reprimir esta invasión.
El sábado, Dino autorizó el despliegue de agentes de la Fuerza Nacional, una fuerza especial compuesta por efectivos de la Policía Militar (PM) de los diferentes estados.
Intervención militar
Las impactantes imágenes divulgadas en los medios y las redes recuerdan a la violenta invasión del edificio del Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021, en Washington, por parte de los partidarios del entonces presidente republicano Donald Trump, un aliado de Bolsonaro, para impedir la certificación del demócrata Joe Biden como vencedor de las elecciones de 2020.
«Tenemos que restablecer el orden, tras esta elección fraudulenta», dijo a la AFP Sarah Lima, una ingeniera de 27 años y partidaria de Bolsonaro llegada de Goianesia (ciudad a 300 km de Brasilia, en el vecino estado de Goiás) y presente en el lugar de los hechos.
La marea de personas también irrumpió dentro del Congreso nacional, muchos ondeando banderas brasileñas en un tinte patriótico similar al de los seguidores de Trump.
En ese edificio es donde el Senado y la Cámara de Diputados de Brasil llevan a cabo sus sesiones legislativas.
Las fuerzas de seguridad utilizaron gases lacrimógenos en un intento fallido por dispersar a los manifestantes.
Lula, de 77 años, no se encontraba en Brasilia el domingo. Viajó a Araraquara, ciudad del estado de Sao Paulo, en el sureste, devastada por inundaciones a finales de año.
Bolsonaro, quien perdió por estrecho margen ante el expresidente Lula (2003-2010) en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 30 de octubre, salió de Brasil a fines de año y viajó a Estados Unidos, al estado de Florida (sureste), donde ahora reside Trump.
Simpatizantes del expresidente brasileño manifestaban ante cuarteles militares desde que fue derrotado Bolsonaro para reclamar la intervención del Ejército, con el objetivo de impedir la vuelta al poder de Lula para un tercer mandato.
La reacción de Lula
Lula condena invasión por «vándalos fascistas» de sedes de los tres poderes en Brasilia y decretó la intervención del gobierno federal de la capital, porque consideró que los manifestantes no fueron reducidos y se les permitió tomar los edificios públicos.
El mandatario, quien se encontraba fuera de Brasilia, acusó directamente a Bolsonaro, su antecesor, de crear un clima de violencia e inestabilidad y amenazó con severas acciones para restituir el orden en el país amazónico, aunque las protestas se concentraron en la capital.
Al cierre de esta nota, Da Silva se proponía regresar a Brasilia para evaluar los daños y tomar medidas para retomar la normalidad en la capital.
El veterano izquierdista, que derrotó a Bolsonaro en octubre en un dividido balotaje y asumió el cargo apenas hace una semana, firmó un decreto declarando una intervención federal en Brasilia, invocando poderes especiales para restaurar la ley y el orden en la capital: «Descubriremos quiénes son estos vándalos y serán castigados con toda la fuerza de la ley», dijo Lula desde la ciudad de Araraquara, en el estado de Sao Paulo (sureste del país).
El gobierno de Brasilia, partidario de Bolsonaro, fue despojado de la autoridad policial, ya que «ante la falta de acción del gobierno del DF y de la Policía Militar para impedir la invasión de Brasilia, el gobierno federal intervino y designó a Ricardo García Cappelli como responsable de la seguridad», dijo André Vieira, corresponsal del canal Telesur.
Condena internacional
El presidente venezolano Nicolás Maduro fue uno de los primeros en reaccionar en apoyo al presidente Lula Da Silva, y lo hizo a través de su cuenta de Twitter.
«Rechazamos de manera categórica la violencia generada por los grupos neofascistas de Bolsonaro que han asaltado las instituciones democráticas del Brasil. Nuestro respaldo a @LulaOficial y al pueblo brasileño que seguramente se movilizará en defensa de la Paz y de su presidente».
El mandatario colombiano, Gustavo Petro, pidió la intervención de la Organización de Estados Americanos y la aplicación de la Carta Democrática Interamericana para defender la legalidad constitucional en Brasil.
También se sumaron al respaldo a Lula instituciones europeas, el presidente francés Emmanuel Macron, así como el gobierno de Alberto Fernández en Argentina.