28/09/2024 05:06 PM
| Por Alejandro Ramírez Morón (Exclusivo)

#Crónica: ¿Se puede vivir de la música en la era de las plataformas digitales?

Rafael Ortín, socio del centenario escritorio jurídico Bolet & Terrero, explicó cómo las plataformas digitales han cambiado las formas de rentabilizar las creaciones musicales. El mercado es más masivo, pero claramente más comercial.

#Crónica: ¿Se puede vivir de la música en la era de las plataformas digitales?

Spotify, iTunes, YouTube Music, Deezer, entre un largo etcétera de plataformas digitales. El Compact Disc (CD) que se resiste a morir. Una élite que encuentra en el vinilo una fascinación, una especie de fetiche.

Los nóveles artistas que se quejan de que no se les pagan las regalías adecuadas. Hoy el músico tiene que parar el carro, freír el bisteck, servirlo y limpiar los baños. Tiene que ser un hombre orquesta. Defender él mismo su trabajo.

Entretanto, en uno de sus discos más recientes, “La Ciudad Liberada”, el legendario rockero argentino Fito Páez –considerado por la crítica internacional como un genio-, lanza un tema llamado “Se terminó”. Allí dice toda la verdad: “perdieron todas las apuestas, los cantores de protesta, al final, el reggaetón mueve el mundo”.

En efecto, la revista Times lanza una versión castellana y le da la portada a Bad Bunny. Es verdad que el conejito malo es un gran producto de marketing, pero los músicos de escuela lo cuestionan como “trash music”, o música basura.

Y Times va más allá: unos cuantos números después del de apertura, le vuelve a dar la portada a Bar Bunny, esta vez con la sorprendente afirmación de que “es un legítimo heredero de Frank Sinatra”. Se dicen cosas y más cosas en el Stardom System, en el Mainstream.

Para revisar este asunto, Banca y Negocios conversó con Rafael Ortín, Socio de Bolet & Terrero, un escritorio jurídico centenario, especializado en la propiedad intelectual.

Una mirada retrospectiva

Ortín declara que “en los 70 y 80 teníamos el cassette y el vinilo”. Dice que estos dispositivos hicieron ebullición por una patente, una invención: los discos ópticos, es decir, el célebre CD.

“Fue un maravilloso negocio para las disqueras”, y precisa que estas empresas se llaman técnicamente “productoras de fonogramas”.

Las disqueras invierten para que el artista entre en un estudio, producto de lo cual sale una grabación. “Eso es un fonograma”, indica. Este círculo virtuoso fue muy importante para las disqueras, aunque también para los artistas. Veamos por qué:

“Tú tenías un disco de acetato, tenías que hacer publicidad, mercadeo, para vender el disco. Cuando aparece el CD ya no se tiene que hacer publicidad y mercadeo. Esto ya se hizo con el disco de acetato. ¿Qué hacía el consumidor en aquellos tiempos? Compraba el acetato, y quería reponerlo por un CD. Todo lo que ya habías vendido, lo volviste a vender”, indica.

Ortín se refiere a la gran época de las disqueras Sonográfica y Sonorodven en Venezuela. “Las disqueras foráneas eran cinco: BMG, Universal, Warner, EMI, y otra que no recuerdo. Estas empresas comienzan a generar dinero, a través de la venta de los CD realizados sobre los discos de acetato, y no tuvieron que invertir nada”, apunta el experto.

Ortín recuerda que llegar a cotizar en Wall Street con el dinero que hacía por una venta sin inversión, fue un gran cambio.

En Venezuela era lo mismo. “Había dos grupos que tenían TV, radio, disquera, editora, empresa de espectáculos en vivo, y discotienda. Firmaban, por ejemplo, a Guillermo Dávila. ¿Cómo hago para que el disco suene bastante? Voy a mi emisora, y como Guillermo Dávila me cae bien, lo voy a meter en la telenovela de las 9 de la noche”, desmenuza, echando la cinta atrás.

Los artistas criollos no solo cumplieron un rol nacional, según el abogado. Pero cree que se ha podido lograr mucho más, porque los colombianos lo hicieron. Pero, a Venezuela llegó la debacle.

Los músicos emergentes

No obstante, hay un movimiento de bandas emergentes, jóvenes artistas, como Cheo Pardo (exguitarra de Amigos Invisibles), en Nueva York, lo mismo que C4 Trío, Jorge Glem, o Zapato 3.

Chelique Sarabia dijo a medios locales hace pocos años, cuando se le preguntó cómo se hacía para vivir de la música lo que sigue: “no me preguntes cómo, porque no tengo idea de cómo se vive de la música”.

Rafael Ortín coincide con el maestro Sarabia, y dispara: “monetizar en la industria de la música es una de las cosas más difíciles que hay”, dice.

Cita el caso de la banda Malanga. “Entran en la industria firmando un contrato con 5% de regalías, y era una banda de 5 músicos. Los derechos de autor se los tenían que repartir entre ellos. Nunca hicieron realmente espectáculos grandes. Nunca tuvieron una marca como sponsor. Entonces, terminaron sus días, como muchos, sin dinero”, echa de menos.

Ortín avanza en este relato con la aparición de las plataformas Peer2Peer. ¿Ejemplos? Nafter, Taringa, entre miles. Eso fue una herencia –expone- de la industria audiovisual. “Fue una época fatal para la industria. Luego, surge Apple, con iTunes, y uno se descargaba la música para oírla en el viejo iPod”, recuerda distendido.

Una sorpresa

“Pero cuando todo el mundo creía que iTunes iba a ser el sistema de descargas perfecto con el modelo de negocio perfecto, la industria dio un giro inesperado, por una plataforma que no es Meta, ni Amazon, ni nada de eso: Spotify”, da con la nuez del asunto.

– ¿Qué tan protegido está un compositor que registra en Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela, Sacven?

– El sistema de derechos de autor se basa en pruebas. Sacven pide la grabación. No es necesario sino registrar en Sacven. Un músico venezolano no necesita registrarse en otra sociedad.

“El problema no es criticar a Sacven porque no genera regalías, sino que no las pague si una canción suena en la radio”, explica, pero admite que el espectro radiofónico se ha reducido mucho, y los cierres de emisoras fue un tiro en el centro del corazón para el público joven.

El socio de Bolet & Terrero dice que antes el artista dependía de Rodven o 1BC. “Con las redes sociales, los mismos artistas –a través de los distribuidores que colocan el disco en las plataformas, como ONErpm- se hacen su propio espacio”, se le ilumina la mirada.

Ahora bien, ¿es realmente una verdad el regreso del vinilo? “No hay un retorno del vinilo”, dice tajante. “Es un mero romanticismo, para gente con mucho dinero, que no tiene nada que hacer”, desliza una risa. El argumento que subyace es que el vinilo es un sonido puro, más fiel.

– ¿Cuál es el futuro de todo esto?

– Que el artista por sí mismo logre crecer, de manera orgánica, pero debe saber de producción, gerencia, fotografía, entre un largo etcétera. Hay que ver cómo encaja esto con la Inteligencia Artificial (IA).

– La revista Times lanzó recientemente una versión castellana, y le dio su tapa a Bad Bunny. ¿Qué opina usted de esto?

-Se la merece

– ¿Es un buen artista?

-Sí

– ¿Y qué opina del hecho de que, unos números más tarde, Times le vuelva a dar la tapa a Bad Bunny diciendo que es un “legítimo heredero de Frank Sinatra”?

– ¿Tú lo dudas? ¿No viste cómo la gira que hizo cambió el mundo?

“Lo que no es relevante económicamente, lamentablemente no interesa”, espeta por toda explicación. “El valor de Bad Bunny está en que es lo que querían las masas”, va directo al grano. Pero dice que, en un año, “ya Bad Bunny está obsoleto”.

El experto cierra al destacar cómo incluso artistas como Fito Páez están tratando de adaptarse a los tiempos, y pensar con un criterio comercial, en sus canciones y videos.

“La industria ha cambiado mucho. La diferencia entre la locura y la genialidad está en que no lo hagas por amor al arte, sino que ganes dinero”, da la estocada final.

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