Crudo de esquisto vuelve a rivalizar con la OPEP
Cuando las figuras más destacadas de la industria petrolera se reunieron hace un año en Houston, el ministro de Energía de Arabia Saudita tuvo duras palabras para las empresas de shale (petróleo esquisto) estadounidenses que enfrentaban dificultades por el peor desplome de los precios en una generación.
“Bajen los costos, pidan préstamos o liquiden la empresa”, dijo Ali Naimi, que dirigió el mayor negocio de exportación de petróleo del mundo durante más de dos décadas.
En el año que transcurrió desde entonces, las empresas de perforación en general han seguido el consejo de Naimi. Si bien más de cien quebraron desde comienzos de 2015, las compañías que sobrevivieron se han reorganizado en versiones más aptas, ágiles y veloces que pueden prosperar con el barril de petróleo a US$50. Ahora es la OPEP la que busca soluciones, desesperada por hacer subir los precios como parte de un esfuerzo para reparar las economías de los países a los que sirve.
“El negocio del shale se ha renovado debido a las dificultades que atravesó”, dijo el mes pasado Ben van Beurden, máximo responsable de Royal Dutch Shell Plc.
Después de una caída de dos años provocada por el desplome del petróleo de US$100 a US$26, la producción estadounidense está nuevamente en aumento, lo que abre la puerta a otro enfrentamiento con la Organización de Países Exportadores de Petróleo. La cantidad de torres de perforación creció 91 % a 602 en poco más de nueve meses. Entretanto, la producción se incrementó en más de 550.000 barrilesdiarios desde el verano boreal, superando los 9 millones de barriles diarios por primera vez desde abril.
Y conforme el shale vuelve con fuerza, ya no se dedican a él sólo los vaqueros pioneros que predominaban en la primera fase de la revolución de la formación de Bakken en Dakota del Norte. Esta vez, también Exxon Mobil Corp. y otros grandes grupos petroleros se suman a la fiebre. Se trata de una nueva realidad que la OPEP y Rusia –las principales fuerzas que impulsan los recortes de producción aprobados el año pasado como solución para reequilibrar el mercado mundial- están empezando a reconocer.
“Con el barril a US$55, vemos a todos muy felices en los Estados Unidos”, dijo Didier Casimiro, ejecutivo sénior de Rosneft PJSC de Moscú.
Exxon, que durante largo tiempo fue líder mundial en desarrollos petroleros de varios miles de millones de dólares cuya construcción lleva años y cuyas ganancias tardan aún más en llegar, este año destinará alrededor de un tercio de su presupuesto de perforación a los yacimientos de shale que darán flujo de caja en tan sólo tres años, dijo esta semana el máximo ejecutivo Darren Woods. En enero, Exxon acordó pagar US$6.600 millones por una adquisición que busca más que duplicar la presencia de la compañía en la Cuenca Pérmica del oeste de Texas y Nuevo México, el yacimiento de shale estadounidense más fértil.
Si a la mezcla se agrega la elección del presidente Donald Trump, que trae la promesa de menos regulación, más oleoductos e independencia energética, se verá por qué el estado de ánimo en CERAWeek, la conferencia que todos los años congrega a ejecutivos petroleros, banqueros e inversores en Houston, será mucho más alegre la semana que viene que en 2016.
“Las empresas petroleras de América del Norte van a aumentar el gasto un 25 % en 2017 respecto del año pasado. El aumento refleja el magnetismo del shale estadounidense”, dijo Daniel Yergin, historiador y consultor petrolero que organiza CERAWeek.
El barril de West Texas Intermediate (WTI), la variedad de referencia en Estados Unidos, se negociaba a US$52,79 el viernes. Los futuros se recuperaron a entre US$51,22 y US$54,94 en febrero.
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