Cubanos enfrentan con zozobra la cruda realidad del alza de precios
Raísa tuvo que regresar a su casa por más dinero para completar la cuenta del mandado, Arturo dice que el precio del autobús es un «abuso» y Norma no entiende por qué las tiendas ya no aceptan pesos convertibles. Los cubanos enfrentan con zozobra su nueva realidad.
Al término de la temporada navideña, los cubanos regresaron el lunes a sus actividades con un fuerte incremento de precios, incluidos los de los alimentos y la electricidad. El cambio es consecuencia de una compleja reforma económica impulsada por el gobierno desde el 1 de enero, que también implicó un alza de salarios (525% en caso del sueldo mínimo).
Muy cerca de las calles 12 y 23 en El Vedado, una céntrica esquina de La Habana, Raísa Lemus compra agobiada la comida del mes.
«Me siento apretada, un poco apretada», dice con un bulto de comida en los brazos que no es ni la mitad de lo que esperaba comprar en la bodega, el lugar donde los cubanos se abastecen en alimentos básicos subsidiados con la libreta de racionamiento a la que todos tienen derecho.
Raísa habla apurada porque dice que dejó en casa a su hijo de un año y medio y aún tiene que regresar a la tienda por lo que falta. «No me alcanzó el dinero, el cambio es muy brusco», dice esta cantante de 39 años, que considera insuficiente el aumento de su salario a 3.000 pesos (125 dólares).
«Antes gastaba 60 y pico pesos, era muy poco, y ahora con la mitad o poco menos de la mitad de los productos que me corresponden pagué 300 pesos y pico. Me faltó aceite, café, aseo, los granos. Bueno, todo me va a costar alrededor de 1.000 pesos».
Entre las medidas implementadas por el gobierno está la unificación del peso convertible (CUC) y el peso cubano (CUP), las dos monedas que rigieron en la isla por 26 años.
– «Es un abuso» –
A pesar de que las autoridades advirtieron que el CUC saldría de circulación en un plazo de seis meses, el lunes varios establecimientos colocaron letreros que decían: «A partir del 1 de enero la venta es solamente en cup», la moneda que permanecerá.
«No entendemos eso, por eso el banco está como está», dice Norma Pousada, de 70 años, en una de las filas que pululan por todos lados.
Como muchos, esta jubilada está harta y se muestra preocupada por los posibles contagios de covid-19 en las colas que han aumentado con las nuevas medidas económicas.
Algunas personas llegaron a las cinco de la mañana a formarse en el banco esperando cambiar sus impopulares CUC por 24 CUP cada uno.
La mujer se queja de que no se está cumpliendo lo que dijo Marino Murillo, responsable de la aplicación de las reformas económicas del Partido Comunista (PCC, único), que dedicó largas horas a explicar en televisión cada una de las medidas anunciadas a principios de diciembre por el presidente Miguel Díaz-Canel.
Aunque los ciudadanos tuvieron semanas para asimilar los cambios, en las calles y en las redes sociales no se habla de otra cosa que de los altos precios, de las tiendas que aceptan una moneda u otra, o del temor de que los CUC depositados en tarjetas para combustible se conviertan automáticamente en CUP, uno por uno, reduciendo dramáticamente su valor.
«¡Dos pesos es un abuso!», dice malhumorado Arturo Sobrado, de 71 años, mientras ve pasar un autobús con un mensaje en el costado que anuncia el nuevo precio del pasaje. Ese aumento «lo veo malísimamente», dice. Hace cuatro días pagaba 40 centavos.
– Cálculo de la canasta subestimado –
Según Ricardo Torres, economista de la Universidad de La Habana, uno de los grandes problemas es que el incremento de los salarios no es homogéneo, mientras que los precios y tarifas aumentaron varias veces. Simplemente el pan, símbolo de igualdad para los cubanos, pasó de cinco centavos a un peso.
Y la tarifa de la electricidad subió de nueve pesos a 32,78 pesos (1,3 dólares) para los que gastan 100 kilowatts/hora al mes, pero para los que consumen el doble será de 157,78 pesos (6,54 dólares).
«El cálculo de la canasta de bienes y servicios está subestimado, en lo que es el gasto base de una familia», señala el académico, que considera que los más afectados serán muchos de los que no tienen un empleo formal en el sector público.
«Son muchos cambios, tenemos que esperar a ver qué pasa», dice Lianet Rodríguez, una mujer dedicada al cuidado de sus tres hijos pequeños que reconoce estar «bastante preocupada» y se plantea volver a trabajar.
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