20/09/2021 09:25 AM
| Por AFP

De policía a jardinero virtual: juegos NFT ganan adeptos en Venezuela

De policía a jardinero virtual: juegos NFT ganan adeptos en Venezuela

Zacary Egea se despierta alterado en medio de la noche. «¡La planta!», exclama antes de lanzarse al computador y confirmar que todo está bien: es uno de tantos venezolanos adeptos a los videojuegos NFT para hacer dinero.

De 32 años, Zacary juega Plant Vs. Undead, en el que cultiva plantas virtuales que puede vender, tras una inversión inicial que produce ganancias si se cumplen todas las instrucciones del programa.

Estos videojuegos se basan en NFT (‘tokens no fungibles’ por sus siglas en inglés), activos digitales canjeables por dinero corriente en plataformas de tecnología ‘blockchain’, las mismas que se usan con las criptomonedas.

Fue policía por nueve años, pero colgó el uniforme debido al bajo salario que ganaba, en un país que transita su octavo año en recesión y cuarto con hiperinflación, y donde se hicieron añicos la moneda local y la capacidad de ahorro.

«¿Qué quiero yo con esto? Reunir para tener una casa propia para tener a mi familia», dice a la AFP este hombre que vive con su madre en un complejo de apartamentos de un sector popular de Caracas. «Es una proyección a largo plazo».

Con unos 300 dólares que ahorró trabajando como mototaxista y repartidor de una aplicación de entrega a domicilio -su trabajo actual- mejoró su computador y empezó a jugar.

Antes, abrió una billetera digital para procesar los NTF, de forma de cambiar sus ganancias por dinero real.

Su primera inversión: 80 dólares para un girasol y unos repollitos digitales, que eventualmente le permitirán adquirir una semilla para «plantar» un árbol, que puede luego vender por 2.000 dólares cuando crezca.

En un cuaderno escolar lleva el detalle del comportamiento de su operación, con datos del mercado como todo un corredor de bolsa.

«A las 6 de la mañana estoy parado pendiente del juego. Después que salgo a trabajar en la calle estoy pendiente (en el celular) de regar la planta, que no haya un cuervo» que la dañe, explica.

«Una noche estaba durmiendo y me levanté exaltado… ‘¡la planta!’ Y salí a conectarme. Pero todo bien», recuerda entre risas.

– Las «becas» –

Cada vez es más común escuchar de juegos NFT en las calles, sobre todo en barrios de clase trabajadora de Caracas.

El encargado de un abasto salta e interrumpe a un grupo que conversa sobre el tema. «¡¿Están hablando de ‘Plant’?!», pregunta emocionado. «Yo quiero meterme».

Una muestra de la atracción que generan estos juegos, es que entre los 50 sitios web más visitados en Venezuela, según el índice Alexa de Amazon, figuran Plant Vs. Undead en el lugar 18, y en la posición 35 está Axie Infinity, otro juego NFT en el que el usuario lucha con criaturas llamadas «axies» que se digitalizan también como tokens canjeables por dinero.

El juego Axie Infinity requiere una inversión mucho más alta, de unos 1.000 dólares, para poder participar.

«Estas plataformas de juego que remuneran a sus participantes se han convertido, en países hiperinflacionarios como Venezuela, en opciones de generación de ingresos adicionales al trabajo formal, jugando una hora, tres, cuatro al día», explica Aaron Olmos, economista e investigador universitario en el área de criptoactivos.

Olmos advierte que los juegos «crean su propia economía». Los NFT «salen con un precio base que comienza a crecer en la medida que los jugadores se entusiasman», pero también pueden caer de valor, enfatiza.

Una modalidad que cobra fuerza son las «becas»: un inversionista paga el acceso al juego y contrata a un jugador, muchas veces adolescente, para generar ingresos y rentabilizar su inversión.

«Una cuenta de Axie puede dar en promedio 500, 400 dólares al mes con una beca», y eso alcanza «para sostener a una familia», explica Yerson Rivero, que invierte en criptoactivos y juega NTF.

La canasta alimentaria es de 220 dólares en Venezuela, según estimaciones privadas. Y un sueldo mínimo equivale a 2,5 dólares mensuales.

Yerson instaló con Jesús Almerida y otros amigos una discreta oficina en el fondo de un taller mecánico para invertir en criptoactivos. Tienen tres computadoras y que pasan los días regando plantas virtuales.

«La criptomoneda es un negocio a futuro», afirma de su lado Jesús. «Decidí que en lo que tuviera un buen capital iba a crearle una criptobilletera a cada uno de mis hijos para pagar su universidad».

 

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