EEUU se une para dar un solemne adiós al expresidente George H. W. Bush
Estados Unidos dejó a un lado el miércoles sus profundas fisuras políticas para dar un solemne adiós al expresidente George H. W. Bush, cuyas exequias mostraron un raro momento de unidad en medio del clima de confrontación del gobierno de Donald Trump.
El 41º presidente estadounidense, fallecido el viernes a los 94 años, fue despedido como un patriota que puso siempre primero el interés general, en una emotiva ceremonia en la Catedral Nacional en Washington en presencia de Trump y de todos los exmandatarios estadounidenses vivos.
«Para nosotros, el suyo era el más brillante de mil puntos de luz», dijo su hijo y expresidente George W. Bush, en alusión a la famosa frase de su padre sobre la rica diversidad de Estados Unidos.
«Me mostró lo que significa ser un presidente que sirve con integridad, lidera con valentía y actúa con amor en su corazón para los ciudadanos de nuestro país», apuntó, destacando con humor la hiperactividad, la aversión a las verduras y la lealtad a la familia y los amigos que caracterizaba a su padre.
«Cuando se escriban los libros de historia, dirán que George H.W. Bush fue un gran presidente de Estados Unidos».
Las palabras de Bush sobre su padre fueron seguidas por el también republicano Trump y su esposa Melania, sentados en primera fila en la imponente catedral neogótica junto a los tres expresidentes demócratas: Barack Obama, Bill Clinton y Jimmy Carter, y sus esposas Michelle Obama, la exsecretaria de Estado Hillary Clinton y Rosalynn Carter.
– «Un gran hombre» –
Trump, cuyo ascenso a la cabeza del partido Republicano supuso una agria confrontación con el tradicional clan Bush, destacó el miércoles la figura del fallecido exmandatario. «Esto no es un funeral, este es un día de celebración para un gran hombre que ha llevado una vida larga y distinguida. ¡Se lo extrañará!», tuiteó antes de la ceremonia.
Trump no fue en abril al funeral de la matriarca Bush, la ex primera dama Barbara. Pero desde la muerte de su marido tuvo gestos de paz con esta emblemática familia de la política estadounidense: envió el avión presidencial a Texas a recoger el féretro, invitó a los familiares a la casa de huéspedes oficial en Washington y visitó a George W. Bush y a su esposa Laura.
Con el funeral, Washington hizo una pausa en su tóxica retórica política, aunque la tregua entre Trump y sus antecesores demócratas se percibió incómoda.
Trump y Obama se dieron el primer apretón de manos desde que el primero sucedió al segundo, el 20 de enero de 2017. Pero Trump no saludó a Hillary Clinton, su derrotada rival en 2016. Ambos nunca intercambiaron miradas siquiera.
Altos dignatarios fueron invitados, como el príncipe Carlos de Inglaterra, la canciller alemana Angela Merkel; el rey jordano Abdalá II y la reina Rania; y los expresidentes de Polonia, Lech Walesa, y de México, Carlos Salinas de Gortari. El papa Francisco envió sus «sinceras condolencias» en un telegrama.
– «La mano a mamá» –
Bush, que dirigió Estados Unidos entre 1989 y 1993, en los turbulentos tiempos del final de la Guerra Fría, fue saludado por decenas de miles de estadounidenses que desfilaron silenciosamente desde el lunes a presentarle sus respetos ante la capilla ardiente en la Rotonda del Capitolio, donde también se vio al fiel labrador del mandatario, Sully.
Nacido en una familia adinerada de Nueva Inglaterra e hijo de un senador, Bush tuvo una vasta carrera política antes de llegar a la Casa Blanca: fue un condecorado piloto de caza de la Segunda Guerra Mundial, embajador en China, jefe de la Agencia Central de Inteligencia CIA y vicepresidente de Ronald Reagan.
«Fue el último gran estadista de Estados Unidos», dijo el miércoles su biógrafo, el historiador Jon Meacham.
«Su credo en la vida era decir la verdad, no culpar a la gente, ser fuerte, hacer las cosas lo mejor posible, esforzarse, perdonar, mantener el rumbo», señaló en la catedral.
La muerte de Bush fue presentada por muchos como el fin de una era marcada por la decencia y el respeto.
«No tiene que ser así», dijo el reverendo Russell Levenson en su homilía. «Tal vez sea una invitación para llenar el vacío que dejó».
Bush, cuyos restos partieron de regreso a Texas tras la ceremonia, será enterrado el jueves detrás de la biblioteca y museo que lleva su nombre en el campus de la Universidad de Texas A&M. Allí reposará junto a su esposa Barbara, «el amor de mi vida», como solía decir, y a Robin, la hija de ambos, que murió de leucemia a los tres años en 1953 y por la que nunca dejó de rezar.
«En nuestro dolor, sonreímos sabiendo que papá está abrazando a Robin y dándole la mano a mamá otra vez», dijo el miércoles entre lágrimas su hijo George.
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