#EEUU2020: pandemia convierte elecciones en plebiscito sobre gestión de Trump
La batalla por la Presidencia a la que se lanzaban Donald Trump y el demócrata Joe Biden prometía ser salvaje. Pero se desató la pandemia de coronavirus, que ya mató a casi 90.000 estadounidenses, y el panorama cambió.
A menos de seis meses de las elecciones, ninguno de los candidatos puede hacer campaña normalmente, y Trump se ve enfrentado una suerte de plebiscito sobre su gestión de la crisis actual.
«Realmente no sabemos cómo se desarrollará esto», dijo a la AFP Christopher Arterton, profesor de ciencia política de la Universidad George Washington.
Cuatro meses antes de la pandemia, las narrativas de uno y otro partido parecían claras.
El presidente se apoyaba en el buen desempeño de la economía y un desempleo históricamente bajo, proponiendo cuatro años más en el mismo sentido y poniendo el acento en su perfil de exitoso empresario.
Biden, por su lado, prometía terminar con los escándalos, la polarización y el estilo de gestión tipo «reality show» del magnate republicano, apelando a que los electores recordaran los años de su vicepresidencia bajo el mandato de Barack Obama y apuntando a restaurar «el alma de Estados Unidos».
Biden, de 77 años, lideraba las encuestas, pero muchos creían que Trump, de 73, tomaría la delantera el 3 de noviembre.
El último presidente en ejercicio en perder una reelección fue George Bush, en 1992. En general, aquellos que gobiernan en período de fuerte crecimiento económico parecen prácticamente imbatibles.
Trump recorrió el país multiplicando actos en los que dejaba satisfecha a su base tradicional, conservadora y machista, con un mensaje simple: un nacionalismo exacerbado y la relocalización en Estados Unidos de empresas que habían abandonado el país con sus empleos a cuestas.
Trump se preguntaba entonces sin tapujos cómo podía hacer «Joe el dormilón» («Sleepy Joe», el sobrenombre con el que bautizó a Biden burlonamente) para derrotarlo.
Pero el coronavirus cambió todo.
– Una elección plebiscitaria –
«Esta elección será principalmente un referéndum sobre el presidente Trump», dijo Allan Lichtman, historiador de la American University, reconocido por sus predicciones precisas sobre anteriores comicios.
La crisis de la COVID-19 plantea a los liderazgos políticos desafíos tan o más importantes que los ataques del 11 de septiembre de 2001 o la crisis de 2008.
Trump cree que él ya pasó el examen: «Lo calificaría con 10», respondió una vez cuando se le preguntó cómo evaluaría su desempeño.
Pero muchos no están de acuerdo. Su estilo político confrontativo, sus escasas demostraciones de empatía y su manejo de recursos federales durante la pandemia le han valido fuertes críticas.
Según la última encuesta de CBS, el 57% de los estadounidenses piensa que Trump ha hecho un «mal trabajo», contra el 47% en marzo.
Todo daría para pensar que Biden cuenta con una oportunidad de oro.
Sin embargo, como millones de estadounidenses, el probable candidato demócrata ha pasado los últimos dos meses encerrado en su casa.
Aunque Trump ha debido renunciar a los actos públicos que tanto aprecia, todavía sale ocasionalmente en el Air Force One y con frecuencia domina las transmisiones de noticias nocturnas desde la Casa Blanca.
Biden, por el contrario, no ha ido más allá del jardín de su casa en Delaware, y debe limitarse a las plataformas digitales para comunicarse.
De todas maneras, estar en el centro de atención no asegura la supremacía. El uso que hace Trump de los medios enfurece a la mitad del país.
«Ha expuesto todos sus defectos, que fueron evidentes a lo largo de su presidencia, pero que ahora afectan la vida de los estadounidenses en lo inmediato», dijo el portavoz de Biden, Michael Gwin.
«Hay un viejo dicho», recordó Lichtman: «‘Nunca interrumpas a un oponente cuando está cometiendo un error'».
– Comodines –
La mayoría de los días, Biden critica al presidente en Twitter, como lo hizo el jueves, cuando sostuvo que Trump «le falló al pueblo estadounidense en todos los frentes».
Pero Gwin destacó que atacar no basta. «Necesitamos presentar una mejor alternativa», señaló.
Si bien las últimas encuestas muestran que Biden está por delante a nivel nacional en las preferencias de los electores, en Estados Unidos las elecciones presidenciales se deciden por colegio electoral -y no por voto popular- lo que significa que el resultado probablemente se jugará en un puñado de estados bisagra, como Florida y Wisconsin.
Trump podría retener la presidencia incluso con menos votos que Biden en todo el país, como sucedió en 2016 cuando derrotó a Hillary Clinton.
Solo una media docena de comodines podrían marcar la diferencia.
– ¿Comenzará la recuperación económica en el tercer trimestre, como predice Trump, permitiéndole vender un poderoso mensaje de renovación?
– ¿Habrá un hecho dramático en política exterior, tal vez un enfrentamiento sobre el arsenal nuclear de Corea del Norte o un conflicto con Irán?
– ¿Qué papel jugará Rusia después de sembrar discordia y desinformación en 2016?
– La tensión con China, al que Trump culpa de la crisis del coronavirus, ¿desencadenará una nueva guerra comercial devastadora?
Pero la carta más importante, casi seguramente, será el propio Trump: ¿Hasta dónde llegará en sus ataques?
El año pasado, el republicano fue acusado, aunque no condenado, en el Congreso por abusar de su poder para tratar de provocar un escándalo en torno a Biden en Ucrania.
Ahora está impulsando una nueva teoría de la conspiración, alegando la existencia de un complot para derrocarlo en el que estaría involucrado Biden y al que bautizó como «Obamagate».
En este clima, seis meses serán una eternidad. En última instancia, todo depende de la respuesta a una simple pregunta, según Arterton: ¿cuántos son los que odian y cuántos los que aman a este presidente ultrapolarizante?
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