El arriesgado cruce de la frontera entre Brasil y Venezuela
El cierre de la frontera de Venezuela con Brasil, bloqueada por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), obligó a Edile y César a exponerse a los peligros de las trochas, unos senderos usados de forma irregular, para ir en una u otra dirección.
Los venezolanos suelen llegar en pequeños grupos, generalmente familias, cruzando las colinas, y retornan por los mismos caminos, cargados de maletas con medicamentos y alimentos para familiares que carecen de todo, comprobó la AFP en la frontera de la ciudad de Pacaraima.
Esos desvíos se volvieron la única opción desde que el presidente Nicolás Maduro ordenó el jueves pasado bloquear la frontera, para impedir el ingreso de ayuda humanitaria organizado por el opositor Juan Guaidó, reconocido como presidente interino por una cincuentena de países.
Deben andar media hora para cruzar del otro lado, evitando tropezarse con los hombres de la GNB. Muchas veces, les pagan a «carretilleros» que conocen el camino para que los conduzcan y los ayuden con sus cargamentos.
César, un policía municipal venezolano, llega con su hijo a hombros procedente de Santa Elena de Uairén, a 20 km de Pacaraima.
«Tenemos cinco días en Santa Elena pasando hambre, necesidad y durmiendo en una plaza, para poder pasar para acá. Gracias que hablamos con los guardias, ellos nos dejaron, nos dieron apoyo a nosotros para pasar por las trochas», cuenta.
La situación se puso «demasiado difícil, están haciendo cosas demasiado malas, yo tuve que venir para acá y dejar la policía, soy desertor. No puedo entrar otra vez en Venezuela, si entro otra vez me quedo preso», añade.
– «El paso está libre» –
Sobre una colina, un grupo de venezolanos observa atentamente el otro lado de la frontera, bajo un sol plomizo.
Edile, una mujer de unos 60 años, se apresta a lanzarse hacia Venezuela, acompañada por un «carretillero».
«Tenemos un familiar, el cual está enfermo y amerita una intervención quirúrgica y hay medicamentos aquí para ayudarlo para que pueda operarse», explica.
Rober, el pasador, carga la valija de la mujer al emprender el camino que pasa frente a los guardafronteras brasileños. «Pueden ir, el paso está libre», les dice uno de ellos.
Varios pasadores con maletas llegan a la línea fronteriza.
«Tratar de pasar los guardias es muy problemático: no quieren que pasemos comida, trancaron la frontera. Todo es un problema, un proceso. No podemos trabajar, no podemos comer con la frontera trancada», dice Rober, en referencia al bloqueo de la ayuda humanitaria.
Desde el inicio de la crisis, Venezuela enfrenta todo tipo de penurias, con una inflación que hace imposible comprar hasta productos básicos.
«Los mismos venezolanos vienen a comprar acá y con eso es que nos rebuscamos nosotros, los carreteros. Tenemos que meternos por aquel monte, aquella montaña para poder conseguir el sustento», lamenta.
«Es peligroso porque nos podemos resbalar en la montaña, nos podemos caer. Hay que subir, bajar…, todo con cuidado y pendientes de los guardias».
¿Y qué ocurre en ese caso?
«Nos pueden golpear, maltratar, nos pueden matar», explica Rober.
Una mujer lo corrobora. Su marido, un pasador, acaba de ser detenido cuando se adentraba por esos caminos.
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