El dinero sale de los emergentes hacia mejores rentabilidades en el dólar
Los meses de agosto acostumbran a deparar sorpresas en los mercados financieros y éste no defraudó, porque estalló la crisis de la lira turca, que arrastró a otras divisas emergentes, castigadas por las subidas de tipos en Estados Unidos y por las dudas sobre la continuidad del crecimiento mundial.
El contagio llegó a otras monedas como el peso argentino, el yuan chino, el real brasileño, el rublo ruso, la rupia india y el rand sudaficano, entre otras, por la apreciación del dólar -que afecta más a aquellos países con elevadas necesidades de financiación exterior, como Turquía y Argentina- por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, y por el precio del petróleo.
En el fondo de esta crisis de las divisas emergentes subyace también el hecho de que en 2018 se haya quebrado la tendencia de 2017, cuando el crecimiento mundial se había producido, por primera vez en décadas, de forma acompasada y alcanzaba tanto a los países desarrollados como a emergentes y en vías de desarrollo.
Lo ocurrido este 2018, especialmente desde primavera, es el movimiento inverso al de 2012/2013: entonces los inversores huyeron del dólar, porque sus bajos tipos de interés no ofrecían alicientes, y ahora, en un escenario de rentabilidades al alza allí, vuelven a demandar dólares.
Es un flujo de vuelta que el director de Riesgos de Ebury, Enrique Díaz-Álvarez, considera exagerado, porque, salvo en el caso de Turquía y Argentina, no está justificado por los fundamentales.
Para Simon Harvey, analista de Monex Europe, los factores locales han jugado un papel importante, pero lo sustantivo para explicar el castigo a las divisas emergentes es el aumento de la aversión al riesgo.
No obstante, el panorama está cambiando desde comienzos de octubre, cuando el precio del petróleo inicia un descenso continuado, y los riesgos para las monedas de los emergentes, especialmente los que más petróleo importan, empiezan a disminuir significativamente.
La mecha, ya muy caldeada desde abril, prendió en agosto en Turquía, con una caída de la lira del 10 % en una sola sesión, y un descenso de casi el 85 % en relación con el dólar desde los máximos de febrero, aunque luego ha recuperado prácticamente la mitad.
Las causas finales hay que buscarlas en la débil posición exterior de la economía turca, con un déficit por cuenta corriente superior a 5% del PIB, en la decisión del presidente Recep Tayyip Erdogan de crecer a cualquier precio y en los conflictos políticos con EEUU. Y para rematar, la situación se agravó por el enfrentamiento entre Erdogan y el banco central turco, que demoró la subida de tipos mucho más allá de lo que pedía el mercado.
También el peso argentino se vio lastrado por la fuerte dependencia de la financiación exterior y acumula una depreciación de más de 105% desde enero, con una crisis que tiene elementos autóctonos, como un fuerte déficit fiscal, una inflación desbocada y las persistentes dudas sobre la evolución de la economía, que provocaron la intervención del FMI, con una inyección de 50.000 millones de dólares.
El real brasileño fue una de las monedas más vendidas durante la crisis y en septiembre cayó al mínimo histórico contra el dólar (casi un 34% de descenso sobre principio de año), movido por la incertidumbre política previa a las elecciones de octubre, aunque finalmente el mercado respaldó la elección del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Ahora hay cierto escepticismo sobre si será capaz de atajar el fuerte déficit público y si la reforma de las pensiones pasará el trámite del Congreso, según el economista del área internacional del Banco de España Juan Carlos Berganza.
En China, 2018 ha sido un año especialmente volátil para el yuan, con un desarrollo muy positivo a comienzo del ejercicio, pero desde abril pierde más de 9%, afectado por la guerra comercial con EEUU, de donde procede una quinta parte de los ingresos por exportaciones del país.
La decisión del presidente Xi Jinping de promover un crecimiento más equilibrado, reducir el endeudamiento y la contribución del sector exterior en favor de la demanda interna, sobre todo el consumo, levanta dudas sobre si la economía se está desacelerando más de lo deseado.
En Rusia, el rublo ha recuperado posiciones, pero sigue cerca de 20% por debajo de su mejor registro del año, en febrero. La subida en la primera parte del año del precio del petróleo, que representa un tercio del PIB ruso, actúa a favor de la evolución de la moneda pero luego quedó más que neutralizada por la caída del brent a partir de octubre y por el impacto de la crisis turca y las nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos.
En India, con una débil posición de la cuenta corriente y muy vulnerable a la apreciación del dólar y a la amenaza proteccionista norteamericana -porque una quinta parte de sus exportaciones van al mercado americano- la rupia cayó en septiembre a mínimo histórico y ahora acumula una depreciación superior a 10% desde principio de año, aunque también ha recuperado algo desde octubre.
El rand sudafricano es una de las monedas con peor desempeño en lo que va de año, con una caída en su relación con el dólar de 33% entre sus máximo y mínimo anual, que ahora ha bajado a cerca de 20%, en un escenario de recesión en el país, que, sin embargo, tiene un nivel relativamente bajo de déficit por cuenta corriente.
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