Manuel del Pozo /Expansion.com
El emprendedor que desafió a Mark Zuckerberg y Steve Jobs
He conseguido crear algo que me apasiona. Si ahora lo vendo, ¿con qué me voy a ilusionar?». Evan Spiegel tenía 23 años cuando en 2013 rechazó vender su empresa Snapchat por 3.000 millones de euros. Al otro lado de la mesa estaba el todopoderoso Mark Zuckerberg -propietario de Facebook y WhatsApp-, que temía que aquel jovencito guaperas le pudiera hacer sombra en su cuasi monopolio del ciberespacio.
Evan Spiegel ha conseguido dar a los jóvenes lo que quieren: rapidez, espontaneidad, momentos fugaces, diversiones instantáneas, golpes de efecto, derecho al olvido… Las fotos y vídeos que comparten los 200 millones de usuarios de Snapchat se autodestruyen nada más verlos, como si estuviéramos ante una película de 007. Ése es el secreto de su éxito, que nada se guarda, todo lo que colgamos en esa red desaparece a los diez segundos y no deja ningún rastro. Un auténtico paraíso para los frikies.
Decirle que no a una oferta tan jugosa de Zuckerberg hace tres años parecía una locura, pero el tiempo le ha dado la razón. Evan Spiegel -que es el multimillonario más joven de la lista Forbes- ha triunfado en lo profesional y en lo personal. Snapchat se valora ya en 22.400 millones de euros y prepara su salida a Bolsa para 2017. Su modelo de negocio se basa en una publicidad dirigida a adolescentes que también es efímera y que se elimina al instante. La vida personal de Spiegel se ha convertido en objetivo de las revistas de papel couché tras anunciar su compromiso con la top model de Victoria’s Secret Miranda Kerr. Forman la pareja más guapa y famosa de Estados Unidos.
Se conocieron en 2014 en un acto organizado por Louis Vuitton, una firma de lujo con la que el creador de Snapchat se siente muy cómodo. Porque Evan Spiegel es el prototipo de niño de papá. Hijo de unos famosos abogados, el joven vivió en uno de los barrios más lujosos de Los Ángeles. Mansiones, jardines privados, viajes por todo el mundo, iba a esquiar en helicóptero a Canadá, clubes selectos, BMW… Evan abandonó antes de tiempo la Universidad de Stanford, recibía una paga mensual de 1.800 euros y muy pronto se acostumbró al lujoso tren de vida de sus padres -dicen que aprendió a conducir con un Cadillac-, aunque un par de veranos estuvo de becario en el periódico Crossroads y en Red Bull.
La riqueza familiar permitió a Evan Spiegel desarrollar su empresa cómodamente. A él y a sus amigos pijos les molestaba que sus fotos etiquetadas en Facebook se quedaran para siempre pululando por Internet. Dieron el pelotazo al idear una red en la que las fotos compartidas se borraban de forma automática e inmediata.
La historia de Drew Houston es radicalmente distinta a la de Evan Spiegel. Houston es el paradigma del emprendedor testarudo y contumaz que emprende una y otra vez hasta que al fin recibe su recompensa. Desde muy niño se fascinó con los ordenadores, y a los 14 años ya se dedicaba a probar videojuegos, detectando problemas en sus versiones beta. Drew Houston sí acabó sus estudios de Ciencias de la Computación en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde demostró sus dotes de liderazgo y su firmeza a la hora de negociar. De todo ello tuvo que echar mano para ir a Cupertino, y en la sede de Apple rechazar una oferta de 1.000 millones de euros del mismísimo Steve Jobs. Aquello ocurrió en 2009, cuando Dropbox apenas empezaba a andar.
Antes de dar con la tecla milagrosa, el fundador de Dropbox fracasó varias veces, como cualquier emprendedor que se precie. Creó un programa para jugar al póker por Internet que resultó un fiasco, y también naufragó con el lanzamiento de un curso online de preparación para el ingreso en la Universidad.
Hasta que llegó el milagroso viaje de Boston a Nueva York. Drew Houston iba en el autobús y pensó en aprovechar las 4 horas que dura el viaje trabajando con el ordenador. Rebuscó en sus bolsillos y se dio cuenta de que se había olvidado la llave USB. «Esto no me puede volver a pasar», se dijo a sí mismo. Dedicó esas 4 horas a pensar en algún sistema que permitiera compartir archivos a través de Internet. De allí salió el germen de Dropbox, el servicio de almacenamiento en la nube que utilizan más de 500 millones de usuarios. La empresa creció de forma espectacular conforme aumentaba la necesidad de las personas de compartir información entre los múltiples dispositivos que utilizan, como smartphone, tablet o PC.
Al igual que Snapchat, Dropbox también prevé salir a Bolsa en 2017 con un valor estimado de 10.000 millones de euros. Drew Houston -de 33 años de edad- no tiene a Miranda Kerr, pero cuenta en su accionariado con el cantante Bono, líder del famoso grupo musical U2.
Evan Spiegel y Drew Houston darán mucho que hablar el año que viene cuando sus empresas empiecen a cotizar en Bolsa. Entonces recordarán con orgullo cómo fueron capaces de decir no a las ofertas multimillonarias que les hicieron Mark Zuckerberg y Steve Jobs.
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