El G7 intenta reducir las fracturas abiertas por Trump
La cumbre del G7 en Canadá culmina este sábado con las últimas negociaciones para salvar las apariencias y reducir las fracturas abiertas por Donald Trump, quien ya tiene su mente puesta en su próximo encuentro con el líder norcoreano Kim Jong Un.
El presidente estadounidense llegó con un cuarto de hora de retraso a un desayuno de trabajo consagrado a la igualdad entre los sexos.
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ya había abierto los debates cuando el magnate republicano hizo su aparición en sala. El viernes, Trump ya había sido el último en llegar (también con retraso) al lujoso hotel de La Malbaie, la pequeña ciudad turística a orillas del majestuoso río San Lorenzo en Quebec (este de Canadá).
Y será el primero en abandonar la cumbre este sábado, por lo cual no estará presente en las discusiones consagradas al cambio climático y en reuniones previstas con países invitados.
Trump habrá estado finalmente sólo 24 horas junto a sus seis aliados y a representantes de un orden multilateral que Estados Unidos parece dispuesto a torpedear, como el secretario general de las Naciones Unidas Antonio Guterres o la directora del Fondo Monetario Internacional Christine Lagarde.
El presidente estadounidense, que se reunirá el martes con el líder norcoreano Kim Jong Un en Singapur, nunca ocultó que esa cumbre histórica sobre la «desnuclearización» de Corea del Norte le interesaba mucho más que mantener discusiones con sus viejos aliados.
Hasta el último minuto, de todas maneras, las delegaciones estadounidense, canadiense, francesa, alemana, italiana, británica y japonesa intentarán emitir un comunicado común concluyendo dos días de debate.
El principal punto de controversia fue evidentemente el comercio, durante esta primera reunión del G7 tras la entrada en vigor de los aranceles de importación estadounidenses sobre el acero y el aluminio.
Otros dos grandes puntos de controversia fueron Irán y el medio ambiente. Trump denunció el acuerdo sobre el programa nuclear de la república islámica y el acuerdo sobre ca,bio climático de París.
Los europeos, a su vez, enterraron rápidamente la idea, propuesta por Trump, de un eventual retorno de Rusia al seno del grupo del cual fue excluida en 2014 luego de la anexión de Crimea.
Precedido por furiosos tuits sobre los acuerdos «injustos» que impactan de forma negativa en el comercio estadounidense, Trump puso buena cara para tomarse la foto de familia y se deshizo en elogios hacia su anfitrión Trudeau y hacia el presidente francés Emmanuel Macron, a quien llamó su «amigo».
Pero de acuerdo a dos fuentes de las negociaciones, cada uno de ellos se mantuvo firme en sus posiciones durante la principal reunión de trabajo, con los europeos intentando oponer argumentos fundamentados a una «larga letanía de recriminaciones» del presidente estadounidense.
Es difícil en estas condiciones imaginar un «comunicado común», como es tradición en las reuniones del G7, fijando la lista de buenas intenciones de las potencias mundiales en materia económica, diplomática y de medio ambiente.
– La idea de Merkel –
Miembros de otras delegaciones evocaban más bien la firma de un compromiso.
Ese compromiso tendría concretamente la forma de un texto firmado por los siete en algunas partes consensuadas, y reservando algunos párrafos separados para la opinión disidente de Estados Unidos sobre los temas más sensibles: el comercio, pero también sobre los acuerdos con Irán y el cambio climático, sobre los cuales Trump ha cerrado la puerta.
Otra hipótesis sería la publicación de una «declaración» firmada solamente por la presidencia canadiense del G7 con una enmienda sobre los desacuerdos, una diferencia importante para los diplomáticos pero muy sutil para el gran público.
La canciller alemana Angela Merkel, que mantuvo una reunión bilateral con Trump, intentó calmar las aguas sobre el tema comercial al proponer, según una fuente francesa, abrir un diálogo bilateral entre Estados Unidos y la Unión Europea.
Según esa fuente, Merkel pretende defender la idea de un «mecanismo de evaluación compartido para prevenir otra crisis en otro sector que no sea el del acero y el aluminio», que no tiene tanto peso en los intercambios transatlánticos.
Berlín teme más que nada una ofensiva estadounidense contra la potente industria automovilística alemana.
En un artículo publicado el jueves en el New York Times, el consejero de Comercio de Trump, Peter Navarro, fustigó los aranceles europeos -según él muy pesados- que afectan las exportaciones de vehículos estadounidenses hacia Europa: «No sorprende entonces que los alemanes nos vendan tres vehículos por cada automóvil estadounidense exportado hacia Alemania».
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