Un muchacho empaca compras y las lleva hasta los autos de los clientes en un supermercado de Caracas. La mayoría le paga la propina con harina de maíz, granos o enlatados. «No tengo efectivo», le dicen.
Le pagan con comida porque es prácticamente imposible dar una propina con billetes de bolívares, la moneda local pulverizada por la hiperinflación y ahora sustituida de hecho por el dólar.
La circulación del billete verde, símbolo del «imperialismo estadounidense» considerado un enemigo de la «revolución boliviariana», comenzó a generalizarse en 2019 y el gobierno de Nicolás Maduro tuvo que hacer la vista gorda y aceptar su uso, cada vez más normalizado.
Desde vendedores callejeros hasta comerciantes formales manejan dólares, algo curioso en este país golpeado por sanciones de Estados Unidos, como parte de la estrategia encabezada por el líder opositor Juan Guaidó para presionar la salida de Maduro del poder.
Washington desconoce a Maduro tras considerar que las elecciones de 2018 en las que se reeligió fueron «fraudulentas». Las parlamentarias de 2020, en las que el chavismo arrasó frente al boicot de la oposición, tampoco fueron reconocidas por Estados Unidos y la Unión Europea.
«Es muy paradójico», admitió el ministro de Exteriores, Jorge Arreaza, en una entrevista reciente con la AFP. «Pero no podemos olvidar que estamos en el área geopolítica de control de Estados Unidos» y que «es el principal socio comercial de todos nuestros países» en América Latina. «Ante el bloqueo tuvimos que flexibilizar, aprendimos con la gente que comenzó a usar el dólar (…), tuvimos que aceptar esta realidad y facilitar el proceso«, indicó.
El dólar se convirtió así en la moneda dominante en la otrora potencia petrolera.
– Falta de confianza –
La liquidez en bolívares es equivalente a unos 18 dólares por habitante, destaca el economista Asdrúbal Oliveros, con base en un estudio de su firma Econoanalítica.
«No es nada para una moneda nacional», cuando «la liquidez en dólares es de 2.300 millones, casi cinco veces más».
Y el 60% de los recursos captados por los bancos, que ahora ofrecen cuentas de custodia en divisas, «son en moneda extranjera», señala por su parte el también economista César Aristimuño.
«El bolívar tiene un problema estructural de confianza», explica Aristimuño. «Ya es la sociedad en general la que quiere que se aceleren los procesos de dolarización de la economía».
La hiperinflación, que en 2018 fue de 400.000%, según firmas privadas, mientras que el gobierno la ubicó en 130.060%, desató una gran escasez: productos de primera necesidad desaparecieron de los anaqueles y las importaciones pararon.
La crisis arrasó con el poder adquisitivo del venezolano. Las primeras víctimas fueron los más pobres, pero también la clase media, que hoy «es casi inexistente», subrayó Oliveros.
Con la dolarización, añade, «pasaste de un problema donde la dificultad era la disponibilidad del producto a un problema de demanda». «Porque el producto está pero hay una población tan empobrecida, con capacidad de compra muy pequeña y limitada».
– ¿Washington o Bolívar? –
Salvo raras excepciones, los bolívares en efectivo quedaron únicamente para pagar el transporte público. El Banco Central emitió recientemente tres nuevos billetes. El de máxima denominación, 1 millón de bolívares, no representa ni 50 centavos de dólar.
La gente se maneja en los comercios con tarjeta de débito o transferencia bancaria si desea pagar en bolívares. El pago electrónico también es usado para completar compras en ‘verdes’. Es decir, si la cuenta da 50,75 dólares la gente puede pagar con un billete de 50 y el equivalente a 0,75 en bolívares.
Oliveros sostiene que con la dolarización, Maduro «ha demostrado un cierto pragmatismo». «Esta estrategia les permitió aliviar la tensión interna y tener más capacidad de retención del poder».
El economista sostiene que es «una válvula de escape», algo en lo que coincide el propio Maduro.
«No es lo ideal y será pasajero», sostiene Arreaza. «¿Cuánto tiempo durará? ¿Uno, dos, tres, cuatro años? Nuestro objetivo es reposicionar el bolívar. Una cosa es que el comercio esté dolarizado y otra que estamos agachándonos delante de la Reserva Federal (el banco central estadounidense) pidiéndoles dólares».
Pero Aristimuño asegura que sin «medidas que realmente contribuyan a superar la inflación y a recuperar la capacidad productiva de la economía (…) es impensable que el bolívar tenga alguna eficiencia».
«Colócale a cualquier venezolano dos billetes: uno con la cara de Washington y uno con la cara de Bolívar, a ver cuál van a preferir«, argumentó.