El hábito de perder tiempo, por Renny Yagosesky
La vida es una dinámica de experiencias y aprendizajes, que transcurre en lapsos de tiempo. Todo lo que hacemos y logramos puede medirse en un antes y un después, pues la base de cuanto ocurre es el tiempo, a un punto tal que cuando se acaba nuestro tiempo, termina nuestra vida.
A pesar de que escuchamos una y otra vez que «el tiempo es oro», que “es un recurso no renovable” y que todos “vamos a envejecer y a morir”, tendemos a asignarle un valor inferior al que se merece. Nos cuesta mucho comprender que todo cambia, pasa, envejece, se gasta o se va; que cada momento es precioso y que el tiempo perdido es irrecuperable.
Los niños no tienen clara consciencia del tiempo, por lo que desean jugar indefinidamente. Los adolescentes se creen inmortales e invierten (o gastan) incontables horas en actividades que para muchos serían triviales. Los adultos quieren hacer de todo, sin determinar claras prioridades, y los ancianos, quienes parecen atesorar el tiempo más que cualquiera, viven con la ansiedad de que les queda poco o con la relajación del resignado.
El asunto es que debemos valorar el tiempo y evitar perderlo o regalarlo, pues la definición de prioridades y el manejo de nuestro tiempo, definen buena parte de nuestro destino.
Perdemos el tiempo de mil maneras: hablando en exceso, improvisando sin planificar, siguiendo rutinas improductivas, tomando malas decisiones con poca información, discutiendo y envueltos en conflictos, atendiendo interrupciones frecuentes posponiendo lo importante, extraviados en procedimientos burocráticos, siendo perfeccionistas, centralizando y evitando delegar, preocupándonos en lugar de actuar y tratando de complacer a otros por miedo a ser desaprobados. Si queremos ganar tiempo o aprovechar el tiempo, debemos tomar algunas decisiones.
Realizar un mapa de uso del tiempo para saber en qué lo invertimos. Un mecanismo clave es calcular el valor económico de nuestras horas, pues así sabrá que cada hora perdida podría indicar la potencial pérdida de ingresos. Divida su ingreso mensual entre el número de horas que trabaja cada mes, y tendrá el dato requerido.
Planificar es una de las formas más efectivas de ahorrar tiempo. Asigne un tiempo a cada actividad y respete ese plan. Se sorprenderá de la sensación de control que esto le dará. Piense en lo que desea lograr, los recursos que necesita, los posibles obstáculos con que encontrará, así como sus soluciones más viables y notará que todo se facilita y se hace en la mitad del tiempo.
Priorice, defina lo más urgente y lo más importante. Realice primero lo que no puede esperar y lo que es más productivo, y deje las tareas menos productivas y menos urgentes para el final del día. Si va a reunirse con alguien, decida cuánto tiempo durará esa entrevista. No permita que otros manejes sus horas ni le hagan la agenda. Diga «no puedo». Si no respeta usted su tiempo, no espere que otro lo haga.
Analice y descubra cómo malbarata el tiempo. Puede realizar un inventario para tener una idea de las actividades que consumen sus horas.
Y algo muy importante, es prevenirse contra los ladrones del tiempo, que suelen estar sin metas o desocupados y aparecen sin aviso y sin hora de despedida.
Decirnos que “no tenemos tiempo”, es una forma de decirle a la mente que usted no tiene control y que no ha elegido mejorar. Es mejor pensar que lo que realmente nos falta un poco más orden o disciplina.
Finalmente, céntrese en el día de hoy. Si aprovecha cada uno de sus días, sus metas se lograrán y no se verá atrapado en preocupaciones ni pérdidas de tiempo que a final de la vida le llevarán a experimentar culpa.
Escuchemos al sabio indio Sathya Sai Baba, quien decía: «Utilicen el momento presente para agudizar sus habilidades, ensanchar su inteligencia, expandir su corazón y dominar la técnica de enfrentar los desafíos de la vida con coraje y ecuanimidad».
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