Mercedes E. Rojas Páez-Pumar @merce_rojas
El hampa juega Pokémon Go y su presa es de carne y hueso
Pokémon Go llegó para divertir a cientos y revolucionar el mundo de los videojuegos para móviles. Y es que no podría ser de otra forma, se trata de la primera experiencia a nivel mundial de realidad aumentada en un juego de aventura.
La dinámica es sencilla, debes buscar y atrapar a los pintorescos personajes para convertirte en un verdadero maestro Pokémon, estos suelen aparecer en cualquier lugar y hasta puedes enfrentarte a otras especies en los populares gimnasios. Esta app es free-to-play, pero puedes gastar unos verdes para comprar periquitos y “pimpear” las habilidades de tu personaje.
Este juego parece ser la gallina de los huevos de oro del 2016. A tan solo días de su lanzamiento, las acciones de Nintendo se revalorizaron un 120%. Más allá del éxito comercial, está la brecha generacional que lograron romper, abarcando un abanico de edades tan variado como las especies de estas pequeñas criaturas. La nostalgia de aquellos que vivieron la serie y la curiosidad de esas generaciones que nunca fueron televidentes, jugaron como factores determinantes para la masificación.
No cabe la menor duda, Pokémon Go es una genialidad, una probadita de lo que depara el futuro que promete estar más cerca de lo imaginado. Sin embargo el peligro despertó cuando la fiebre conquistó tierras venezolanas. Los venezolanos viven la cotidianidad con cautela y hasta temerosos, saben que la inseguridad también juega Pokémon Go, pero su presa es de carne y hueso.
¿Cómo se vive la experiencia virtual en un panorama azotado por los robos, los secuestros y los asesinatos? Para la mayoría de los venezolanos que descargaron la aplicación, la diversión se experimenta a puertas cerradas.
La sobremesa es el caldo de cultivo para que la conversación aflore, en esta oportunidad la mayoría de los comensales estaban familiarizados con el fenómeno y casi todos eran jugadores activos. “Tengo un amigo que hace a su chofer salir para cazar Pokemones desde el carro”, comentan. Y es que a veces la cacería se hace sobre ruedas. “Yo también juego mientras manejo, a veces me orillo y los atrapo pero a veces lo hago mientras ruedo. La app te advierte que no debes usarla al volante, pero yo le digo que voy de copiloto y me deja seguir”, continúa la conversación.
Eugenia Hernández tiene 24 años y nunca vio la serie. Descargó la aplicación por curiosidad y se dispuso para la captura: “Juego en la casa y en la oficina, de hecho ahí ves a la gente jugando por todos lados. Yo trabajo en un laboratorio en Los Ruices”, agrega. “Nunca saco el celular en la calle, aunque me encantaría hacerlo. Veo videos de youtubers que juegan en Europa y Estados Unidos y estar en los exteriores le da un plus al asunto. Es más, creo que de eso se trata el juego, de que explores, camines, recorras y tu realidad se mezcle con la realidad virtual. Ahí está el punto”.
Luis Acosta tiene 24 años y trabaja como creativo en una agencia de Caracas. Sus lugares predilectos para dedicar unos minutos a Pokémon Go son, sin duda, la oficina, la casa y el carro. “Se de algunos gimnasios que quedan en zonas seguras: urbanizaciones cerradas o iglesias, que he pensado visitar. Todos mis amigos juegan como yo, no conozco a la primera persona que se haya lanzado a la calle. Pero, por ejemplo, mi novia que solo juega en su oficina y ya va por nivel 9. A veces voy manejando y veo gente en otros carros que evidentemente está cazando”.
Luis tuvo la oportunidad de salir unas semanas a Canadá por cuestiones de trabajo y confirma que disfrutar del juego en un país en donde la seguridad está garantizada es otro cuento: “Me impresionó que la gente salía a jugar en grupo, por todos lados veías a jugadores buscando Pokemones como locos”, concluye.
No existe la menor duda, para los que viven en estas latitudes, la experiencia parece estar muy limitada. El toque de queda autoimpuesto no conoce de fenómenos, furores o fiebres tecnológicas y la inseguridad es una amenaza mucho más temida que el equipo Rocket (una referencia que solo un verdadero fanático entenderá). Disfrutar en espacios cerrados no supone la misma emoción o adrenalina y hacerlo desde el carro es cambiar un riesgo por otro, es peor el remedio que la enfermedad.
Ten mucho cuidado cuando vayas de cacería, pues puede que el hampa también esté haciendo lo mismo.
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