¿El mejor amigo del hombre es un enemigo del planeta?
¿Su simpático can es más dañino para el clima que un SUV? Esta tesis iconoclasta no es unánime, pero igualmente, los científicos piden a los amantes de los perros y gatos no mirar para otro lado: su animal tiene un impacto sobre el planeta.
En 2009, el libro «Es hora de comerse al perro» de Brenda y Robert Vale enfureció a los ‘amigos de las mascotas’. La conclusión era clara: el consumo de carne por parte de un perro de talla media impacta sobre el planeta el doble que un SUV conducido a lo largo 10.000 km.
Pasan los años y no hay acuerdo entre los científicos.
«No tengo nada contra las mascotas, hacen mucho bien a la gente (…) Pero para tomar decisiones claras, hay que contar con información», explica a la AFP Gregory Okin, profesor de la Universidad de California Los Ángeles.
En 2017, este investigador calculó que los 160 millones de perros y gatos estadounidenses eran responsables del 25 al 30% del impacto medioambiental del consumo de carne en Estados Unidos, es decir 64 millones de toneladas de CO2.
«Muchas hipótesis inexactas (…) La mayor parte de la alimentación animal deriva de subproductos de la industria alimenticia humana», indica a AFP Kelly Swanson, profesora de nutrición animal de la Universidad de Illinois.
– Gran perro, pequeño gato –
«El impacto de CO2 de los alimentos industriales convencionales para mascotas es insignificante», asegura Sébastien Lefebvre (escuela de veterinaria VetAgro-Sup, Lyon).
Esto se convertiría en un problema «si los humanos dejan de consumir» o se vuelven «vegetarianos», ironizó. Pero antes de esto, los cortes de carne «de baja calidad» o las entrañas despreciadas por los humanos pueden ser «degustadas por los carnívoros domésticos».
Para Okin, este argumento no se sostiene: «He viajado bastante por el mundo, constatando que algunas cosas que yo no consumiría, otras personas lo harían con placer».
«En algunos países como Holanda (…) se produce carne sólo para consumo animal», afirma el profesor Pim Martens, de la Universidad de Maastricht.
No obstante, «al igual que para los humanos, la huella carbono depende del lugar en que vivas en el mundo», indicó este científico a la AFP.
Según su estudio, publicado en 2019, un perro mediano (de 10 a 20 kg) emite a lo largo de toda su vida entre 4,2 y 17 toneladas de CO2 si vive en Holanda, pero sólo de 1,5 a 9,9 en Japón.
En teoría, 10 toneladas de CO2 equivalen a las emisiones de dos autos conducidos durante un año, aunque niega las comparaciones: «¿Eso significa que si usted no tiene un perro o un gato, sí puede tener un todoterreno? Esto no tiene ningún sentido», argumenta.
Eso sí, los investigadores parecen estar de acuerdo en al menos una cosa obvia: un perro grande tiene una huella carbono mayor que un gato pequeño.
Entonces, ¿qué solución para los dueños de mascotas? ¿Deshacerse de ellas? ¡No!, se trata de tomar decisiones conscientes. «No es blanco o negro. Gatos y perros inciden con muchas cosas positivas», como los beneficios psicológicos, insiste Martens.
«¿Adoptar un hámster o un pájaro?», sugiere Okin. «Puede ser en cuanto a huella carbono sea mejor tener una lagartija o una araña, pero la interacción no es la misma», afirma Martens.
Una solución para la relación animal-planeta es no alimentarlos demasiado. También se pueden elaborar croquetas a partir de insectos, por ejemplo. Además, su perro puede volverse vegetariano, no así su gato.
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