¿El mercado de acciones pierde el optimismo?
En los últimos días, el optimismo inicial del Año Nuevo de muchos inversores puede haber sufrido una sacudida debido a los temores de una desaceleración económica producto de alzas en las tasas de interés. Pero nadie debería sorprenderse si la actual caída marcada de los precios de las acciones es seguida de una rápida vuelta al optimismo, al menos en el corto plazo. A pesar de la reciente caída, el estado de ánimo que respalda a las acciones sigue disociado de la cautela manifestada por los líderes políticos.
A los participantes del mercado se les podría perdonar fácilmente su euforia de principios de año. Después de un sólido 2017, los datos macroeconómicos clave – desempleo, inflación y sentimiento de los consumidores y las empresas- así como los pronósticos del PIB indicaban que el crecimiento fuerte continuaría en 2018.
El resultado -en Estados Unidos y en la mayoría de las economías principales- ha sido un momento raro de optimismo en el contexto de la última década. Por empezar, los datos macro coinciden de manera positiva y la inflación se mantiene domesticada. Es más, la reciente revisión al alza del Fondo Monetario Internacional de los datos de crecimiento global se produjo precisamente en el punto del ciclo donde la economía debería estar dando señales de desaceleración.
Por otra parte, los picos récord de los mercados bursátiles ya no dependen tanto de una política monetaria laxa. El optimismo está apuntalado por la evidencia de un notable repunte de la inversión de capital. En Estados Unidos, la inversión privada doméstica bruta aumentó 5,1% año contra año en el cuarto trimestre de 2017, y es casi 90% más alta que en el punto mínimo de la Gran Recesión, en el tercer trimestre de 2009.
Esto es emblemático de un resurgimiento más profundo del gasto corporativo -como quedó evidenciado en los pedidos de bienes duraderos-. Los nuevos pedidos de bienes duraderos fabricados en Estados Unidos superaron las expectativas: subieron 2,9% mes contra mes en diciembre de 2017 y 1,7% en noviembre.
Otros datos muestran una historia parecida. En 2017, el índice de Producción Industrial y Utilización de la Capacidad de la Reserva Federal de Estados Unidos registró su mayor alza de año calendario desde 2010, con un incremento de 3,6%. Por otra parte, la reiteración por parte del presidente norteamericano, Donald Trump, de su promesa de un presupuesto de 1,5 billones de dólares para gasto en infraestructura y programas de capital público impulsará aún más el sentimiento del mercado.
Todo este optimismo seguirá estando en marcado contraste con las advertencias de muchos líderes mundiales. En apenas las últimas semanas, la canciller alemana, Angela Merkel, alertó sobre la amenaza que recae sobre el actual orden internacional. El presidente francés, Emmanuel Macron, observó que la globalización está atravesando una crisis de envergadura, mientras que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ha dicho que el malestar que vemos en todo el mundo es palpable y «no va a desaparecer».
Más allá de si la corrección actual refleja o no sus temores, los políticos en definitiva podrían terminar teniendo razón. Por un lado, el riesgo geopolítico sigue siendo considerable. El índice de Populismo del Mundo Desarrollado de Bridgewater Associates alcanzó su punto más alto desde los años 1930 en 2017, al considerar los movimientos populistas en Estados Unidos, el Reino Unido, España, Francia e Italia. Mientras el populismo siga siendo una amenaza política, el riesgo de políticas comerciales reaccionarias y proteccionistas y de mayores controles de capital seguirá siendo acentuado, y esto podría malograr el crecimiento económico.
Mientras tanto, el mercado está calculando de manera errónea los desafíos estructurales perennes, en particular la creciente e insostenible deuda global y una perspectiva fiscal sombría, especialmente en Estados Unidos, donde el precio de esta recuperación es un creciente déficit. En otras palabras, el alza económica de corto plazo está siendo respaldada por políticas que amenazan con hundir la economía en el más largo plazo.
La Oficina de Presupuesto del Congreso, por ejemplo, ha pronosticado que el déficit estadounidense va camino a triplicarse en los próximos 30 años, de 2,9% del PIB en 2017 a 9,8% en 2047. «La perspectiva de una deuda tan grande y creciente», advirtió la Oficina, «plantea riesgos sustanciales para el país y presenta desafíos significativos para los responsables de las políticas».
La diferencia de perspectiva entre los líderes empresariales y políticos está esencialmente arraigada en los diferentes horizontes temporales. En su gran mayoría, los CEO, asediados por el cortoplacismo de los mercados bursátiles, están concentrados en los próximos 12 meses, mientras que los políticos se centran en una perspectiva más de mediano plazo.
Mientras avance el 2018, los líderes empresariales y los participantes del mercado deberían -y sin duda lo harán- tener en mente que nos estamos acercando cada vez más a la fecha en que vencerá el pago de la recuperación de hoy. Los giros del mercado de capital de los últimos días sugieren que la conciencia de esa rendición de cuentas inevitable ya está empezando a despertar.
* Economista y escritora
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