En la Amazonía la deforestación abre paso a la ganadería para tierras pronto baldías
En la Amazonía brasileña, la deforestación y las quemas abren paso a terrenos de pastoreo que en pocos años tienen que ser abandonados por la pobreza del suelo, que tardará décadas en regenerarse.
La ganadería extensiva, principal motor de la deforestación, prácticamente cuadruplicó su superficie en la cuenca amazónica en tres décadas, de 14 millones de hectáreas en 1985 a 53 millones en 2017, según Mapbiomas, una plataforma que recoge datos de oenegés y de científicos financiada por Noruega y fundaciones privadas.
Greenpeace, de su lado, estima que la ganadería es responsable del 65% de la deforestación de la Amazonía brasileña, que ha perdido casi 20% de su vegetación original, una superficie equivalente a la de Francia.
En un informe de 2015, Moacyr Dias-Filho, investigador de la agencia brasileña de investigaciones agropecuarias Embrapa, estimó que casi la mitad de las pasturas amazónicas están degradadas o en proceso de degradación, lo cual las torna improductivas para la ganadería.
La soja puede cultivarse en antiguos pastizales, pero los intentos por hacerlo en la Amazonía están limitados por la falta de inversiones en la variedad de semillas, dijo Jerônimo Sansevero, investigador de la Universidad Federal Rural de Rio de Janeiro.
Además, gracias a una moratoria en 2006, menos del 2% de la soja plantada en la Amazonía proviene actualmente de zonas deforestadas después de 2008.
Fertilidad temporaria
La degradación de las pasturas en pocos años se explica especialmente por la pobreza de los suelos en materia orgánica y en fósforo, un elemento clave para las actividades agropecuarias.
La desaparición de árboles, que contienen mucho fósforo y alimentan el suelo al descomponerse, pone en riesgo el equilibrio del ecosistema.
El uso del fuego para reducir los árboles caídos o desmalezar terrenos, habitual en zonas de pastoreo de Brasil, acentúa la erosión progresiva de los suelos al dejarlos expuestos a la lluvia que arrastra sus nutrientes.
El aumento de la fertilidad generado por las quemas no es entonces más que temporario. «En el proceso de cortar y quemar, [el fósforo] se incorpora a las cenizas y eso explica los mejores índices de productividad en los años inmediatamente posteriores al derribo» de los árboles, según Embrapa.
«Sin embargo, la rápida disminución de la cantidad de fósforo asimilable por el suelo conduce invariablemente a la pérdida de la capacidad productiva de superficies cultivables», añade.
Soluciones onerosas
El fuego elimina también las semillas de árboles que no están adaptadas a resistirlo y eso también limita la posibilidad de recuperación natural de las floresta, que llevaría más de un siglo.
«Las simientes deben ser traídas por la fauna desde zonas cercanas, donde la vegetación aún está intacta. Pero cuando una zona quemada está rodeada por una región desforestada, la recuperación forestal es imposible», subraya Sansevero.
La deforestación y los incendios de la Amazonía liberan también grandes cantidades de carbono y participan de esa forma en el cambio climático y en la acentuación de períodos de sequía, lo cual dificulta aún más la recuperación de zonas degradadas y perjudica a la propia actividad agrícola.
Existen métodos de plantación o de mejora de la calidad de los suelos (mediante la utilización cíclica de pasturas o el uso de diferentes variedades de hierbas), pero suelen ser costosos para los dueños de terrenos pequeños y los incentivos gubernamentales son limitados.
«Esas herramientas permitirían intensificar la ganadería, cuya productividad media en Brasil es de 0,8 cabezas por hectárea, sin necesidad de avanzar más en la selva. Pero un criador de ganado gasta mucho menos al desforestar nuevas zonas», apunta Sansevero.
La desforestación impacta también en la biodiversidad amazónica.
«Aún se está lejos de conocer todas las especies de la selva. Su desaparición representa una enorme pérdida de patrimonio; nos despedimos de posibles nuevos alimentos, materiales y medicamentos», alerta Marcos Buckeridge, profesor del Instituto de Biociencias de la Universidad de Sao Paulo.
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