En los barrios de Caracas emergen huertos para completar la dieta
El exboxeador de 63 años, Luis Díaz, tras salir jubilado como empleado público, se juntó con tres amigos para comenzar a sembrar, primeroc maíz y auyama el conuco, ubicado en el barrio La Vega, Caracas.
Díaz, quién también se dedica a la herrería, comentó que ayudado por su corpulencia, labra la tierra en una montaña desde la que se ve buena parte de Caracas. Vestido con camisa manga larga y con un viejo machete colgado a la cintura sube al menos tres veces por semana a cuidar los cultivos.
Dijo que en dos meses espera cosechar maíz, y la yuca estará a punto mucho antes.
«Tres compadres y yo abrazamos la idea de que podíamos sembrar aquí para completar la bolsa que vende el gobierno de comida», comenta a la AFP luego de quitar maleza de su plantación, donde se vuelve a respirar tranquilidad desde que agentes de seguridad desalojaron a bandas armadas que se ocultaron allí durante meses.
Se quedó sin agua tras violentos enfrentamientos en julio pasado, pues la policía rompió la tubería y el tanque plástico que usaba para almacenarla.
«Lo rompieron creyendo que era de ellos», dice en alusión a pistoleros que montaron una trinchera con sacos de arena en su huerta, desde donde disparaban a los uniformados.
Ahora depende de la lluvia para regar. Lo hace llenando bidones de cinco litros junto a su compadre, pero no es suficiente para abarcar los 800 metros de terreno. «Ojalá llueva siempre para poder sembrar todo el año», implora.
– «La vida ha mejorado un poquito» –
Cuando Luis habla de la «bolsa», se refiere al plan gubernamental llamado CLAP que implementó el presidente Nicolás Maduro en 2016 para suministrar alimentos a precios subsidiados a familias pobres, que la oposición ha denunciado como una forma de control social.
El propio mandatario, que asegura que el rentismo petrolero llegó a su fin en Venezuela, ha llamado a fomentar la producción en todos los niveles, incluida la agricultura urbana.
Aunque golpeado por la crisis que lleva a Venezuela a transitar por su octavo año consecutivo de recesión y cuarto de hiperinflación, Luis ha encontrado en su conuco una distracción surgida de la necesidad de cosechar lo más rápido para alimentarse.
«La vida ha mejorado un poquito porque lo que no consigamos allá (abajo) con la plata, lo arrancamos de aquí como la yuca, el cambur y alguna fruta de mango, uno viene y no tiene almuerzo y se come unos cuatro mangos y por lo menos ajusta el estómago», dice.
En el recorrido hacia su cultivo, Luis, jovial y cercano, saluda a sus vecinos que le dan los buenos días sonrientes.
«¿Cómo hago para sembrar maíz? Mi hijo quiere sembrar», le pregunta Gladys, que tiene en su patio aguacate, varios árboles frutales y tres plantas de café.
«Hemos tomado café del que cultivamos, mi hijo ya aprendió a tostarlo y a molerlo… es un café excelente», cuenta a la AFP mientras escucha las recomendaciones de Luis para ahuyentar la plaga que se ha posado sobre un árbol de guayaba.
«Ponle agua con sal», le recomienda este hombre que llegó a los 17 años a Caracas procedente de Cariaco, población ubicada en el nororiental estado Sucre. «También le puedes poner agua de pescado porque le falta fósforo».
Gladys comparte lo que cosechan con sus hermanos y sus vecinos. Su hijo Ismael, de 33 años, es comerciante y su gusto por la tierra tiene también un componente emocional. «Tengo un negocio de repuestos de carros, este es mi pasatiempo. Cuando siembro recuerdo mucho a mi abuelo», relata.
Luis, que anhela recibir apoyo económico para adquirir nuevos implementos y mejorar su plantación, siente gratitud por la tierra.
«La tierra para mí es lo máximo, de ella comemos y allá nos vamos, ella nos guarda para siempre, nos trae y después nos guarda, nos da de comer, todo el alimento viene de la tierra», afirma.
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