En Suecia el coronavirus deja a la luz los fallos del modelo de integración
En Suecia, las personas de origen extranjero figuran entre los grupos más afectados por el nuevo coronavirus, un fenómeno que las autoridades intentan contener mediante campañas de comunicación en varias lenguas.
Este reino de 10,3 millones de habitantes, conocido por su generosa política de acogida, concedió asilo y reagrupación familiar a más de 400.000 personas entre 2010 y 2019, según los servicios de inmigración.
Sin embargo, ante el flujo de migrantes, el país restableció los controles fronterizos a finales de 2015 y endureció las condiciones de acogida.
Para muchos de los recién llegados, la integración ha sido difícil: miles de inmigrantes no hablan sueco y están desempleados en un mercado laboral altamente cualificado.
Viven en barrios marginales en las afueras de las grandes ciudades, donde se habla poco sueco y con tasas de desempleo y criminalidad altas.
La agencia pública de salud reveló esta semana que los residentes suecos nacidos en Somalia es la comunidad más afectada por la COVID-19, seguidos de los nacidos en Irak, Siria, Finlandia y Turquía.
«Tenemos que llegar más a estos grupos con diferentes tipos de mensajes para protegerlos mejor», declaró a la AFP el epidemiólogo de la agencia, Anders Tegnell, precisando que desconoce los motivos de dicha incidencia.
En Estocolmo, epicentro de la epidemia en Suecia, las personas de origen extranjero representan más del 40% de los 13.000 casos de coronavirus.
Las cifras publicadas la semana pasada por las autoridades sanitarias de la región muestran que los barrios más pobres de la ciudad -conocidos como «zonas vulnerables»- experimentan un aumento de casos de coronavirus mayor que en otras áreas.
Más de 550.000 personas viven en una de estas 61 zonas en todo el país, según un informe de 2019 del grupo Global Village.
Los inmigrantes (nacidos en el extranjero o de padres nacidos en el extranjero) representan el 24,9% de la población nacional, pero la tasa sube al 74% en estas «zonas vulnerables».
– Sensibilizar –
En Jakobsberg, un barrio pobre, en el noroeste de Estocolmo, un grupo de siete adolescentes comienza su recorrido informativo bajo un sol primaveral para advertir a los habitantes del peligro del coronavirus.
Cada uno de estos «jóvenes embajadores» empleados por el ayuntamiento intenta alertar a los transeúntes.
«Intentamos sobre todo llegar a aquellos que no entienden lo que pasa en los medios de comunicación suecos», explica a la AFP Mustafa Jasem, de 17 años.
Los folletos informativos están disponibles en unos 20 idiomas (ruso, finlandés, árabe, tigriña, somalí…)
Según Sofia Quell, coordinadora local a cargo de la segregación e integración en el ayuntamiento, estos jóvenes permiten a las autoridades llegar a ciertas personas.
«No se trata solo de imprimir información en diferentes idiomas, sino también de hallar canales de información con los que la gente se sienta cómoda», explica.
Para comunicar las autoridades también echan mano de los clubes deportivos y de las asociaciones culturales.
– Incomprensión –
Informar es la clave de la estrategia sueca para combatir el coronavirus.
Hasta ahora, el país nórdico ha adoptado un enfoque más flexible que otros europeos frente a la epidemia. Las autoridades sanitarias han hecho un llamamiento a la «responsabilidad»: distanciamiento social, aplicación estricta de las normas de higiene y aislamiento en caso de síntomas.
Las principales restricciones han consistido en prohibir las reuniones de más de 50 personas y las visitas a las residencias de ancianos.
A finales de marzo, la orden de los médicos sueco-somalíes informó que de las primeras 15 muertes en Estocolmo, seis fueron de personas de origen somalí.
Jihan Mohamed, médica y miembro de la junta directiva de la asociación, explicó en la televisión pública sueca que la información no estaba disponible en somalí al comienzo de la crisis sanitaria, pero cree que pudieron influir otros factores.
Suecia tiene una de las tasas más altas en Europa de hogares unipersonales (los compuestos por una sola persona), pero en la comunidad somalí «varias generaciones pueden vivir en el mismo apartamento», explica.
Para Hamid Zafar, exdirector de una escuela en Gotemburgo nacido en Afganistán, la falta de información no es la principal causa del problema, es más bien la falta de comprensión de las autoridades acerca de estas poblaciones con estilos sociales a veces diferentes.
Para algunos de ellos, no visitar a los ancianos es inconcebible, observa en un artículo del Goteborgs-Posten.
Pero el verdadero «punto ciego» de las autoridades públicas, insiste, es que algunos grupos tienen sus propias redes sociales, jerarquías de poder y figuras de autoridad.
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