#Enfoque: ¿Cuál puede ser el perfil del próximo Papa?
Luego de la inhumación del Papa Francisco, el foco está puesto en su posible sucesor y cuál sería la línea que adoptará para conducir a la Iglesia Católica en tiempos complejos.

¿Podemos esperar un futuro papa de ruptura o de continuidad? Más que un cambio de doctrina, los expertos prevén inflexiones en el estilo y las prioridades de parte del sucesor de Francisco.
Francisco deja una imagen de papa reformista, ya sea en la cuestión del levantamiento del secreto pontifical sobre la violencia sexual, el funcionamiento y las finanzas de la iglesia o la incipiente tendencia a bendecir parejas homosexuales.
Pero «ya sea en cuanto a temas como el aborto, el fin de la vida, el matrimonio de sacerdotes, la ordenación de mujeres, la homosexualidad, que son puntos de la doctrina conservadora tradicional, Francisco no ha cambiado nada», declaró a AFP François Mabille, director del Observatorio Geopolítico de la Religión.
Al frente de una iglesia de 1,4 millones de católicos, el papa era adepto a utilizar frases «que impactaron la opinión pública», agregó el investigador, y no dudaba en criticar a los dirigentes en términos más o menos velados.
«¿Quién soy yo para juzgar?», preguntó sobre los homosexuales o se refirió a «cultura del despilfarro» para hablar del medio ambiente que fue una de sus batallas.
Abogó por «una actitud de apertura hacia las personas que sufren». Con su sucesor, que debe ser electo por los cardenales las próximas semanas, «no es seguro que el tema de los migrantes, que él machacó durante 12 años, sea retomado de la misma manera y con tanta frecuencia», señaló Mabille.
«Flexibilidad»
Otro posible punto de inflexión, según el investigador, es la implicación de Francisco en los conflictos, «desproporcionada con respecto a casi todos pontífices del siglo XX», ya sea en Ucrania o en Oriente Medio, donde sus llamados han tenido pocos efectos. «El sucesor pasará sin duda a un segundo plano», anticipó.
Por otra parte, el futuro papa deberá abordar «temas candentes» para la Iglesia católica, en particular el papel de las mujeres, o la organización general: «Si el debate se cierra, existe el riesgo de que algunos católicos deserten», adelantó Mabille, en momentos que la Iglesia atraviesa una crisis de vocaciones en Europa.
Martin Dumont, secretario general del Instituto de Investigación para el Estudio de las Religiones, también rechaza un análisis binario: por definición, el jefe de la Iglesia «debe ser un principio de unidad para todos los católicos, por lo cual no se puede hablar de ruptura o continuidad».
Evidentemente la personalidad tendrá un papel: «Cada papa tiene su particularidad, sus intenciones. El próximo podría quizás comunicar más sobre la doctrina», agregó Dumont.
«Sorpresas»
El sucesor de Francisco podría también tener un discurso «más controlado» después de un papa que «hablaba todo el tiempo y sobre todos los temas».
«Sin duda será necesario alguien que hable menos» y que adopte, en materia de gobierno, «una flexibilidad más colegiada», apuntó Dumont.
Pero el investigador apuesta por que «en lo que se refiere al aspecto misionero, a la participación de los laicos en la vida de la Iglesia, no debería haber un cambio particular».
En esta elección también «no hay un campo particular», recordó, a diferencia del período posterior a Juan Pablo II, cuando surgieron «dos ejes diferentes» entre la personalidad muy fuerte del cardenal Carlo Maria Martini (más progresista) y la de Joseph Ratzinger, que resultó electo papa.
Pero ¿será posible ver un «Bergoglio bis», considerando que casi 80% de los cardenales fueron nombrados por Francisco?
«Podría haber sorpresas», porque algunas personalidades podrían salirse de la línea», estimó Mabille.
Recordó que el papa nombró cardenal al arzobispo de Kinshasa, Fridolin Ambongo, quien encabezó una virulenta protesta del episcopado africano contra la bendición de las parejas del mismo sexo.
Ocupa ahora una posición de fuerza dado que África es actualmente una de las principales zonas de crecimiento de la iglesia.
Otro factor propicio para los disidentes es que «hay quienes están decepcionados con Francisco, incluso por factores puramente relacionales», indicó Mabille, al recordar el autoritarismo de un papa que podía «dejar caer de un día para otro a colaboradores que le eran totalmente fieles».
Los cardenales que elijan al sucesor del papa Francisco tendrán una tarea más fácil que muchos de sus predecesores, que soportaron condiciones espartanas y a veces estuvieron encerrados tanto tiempo que algunos murieron. A continuación, algunas de las elecciones más notables.

Los cónclaves se celebraron durante siglos en el Palacio Apostólico del Vaticano y, desde 1878, de forma ininterrumpida en la Capilla Sixtina, que ya acogió otros en el pasado.
El cónclave en la historia
En el año 236, la comunidad cristiana de Roma debatía sobre posibles candidatos a papa, cuando una paloma blanca se posó sobre la cabeza de un espectador, Fabián.
«En ese momento, todo el mundo, como movido por una única inspiración divina, clamó con entusiasmo y de todo corazón que Fabián era digno», según Eusebio, un historiador de la Iglesia de la época.
Pero esta bendición acabó mal. El emperador romano Decio lo persiguió y ejecutó 14 años después.
Corrupción
En los primeros tiempos de la Iglesia, el clero y la nobleza romana escogían a los papas, pero a menudo las votaciones estaban amañadas.
Una de las elecciones más infames tuvo lugar en 532, tras la muerte de Bonifacio II, con «sobornos a gran escala de funcionarios reales y senadores influyentes», escribe P.G. Maxwell-Stuart, en «Chronicle of the Popes» («Crónica de los papas»).
Al final, el escogido fue un sacerdote ordinario, Mercurio, quien fue el primer papa en cambiar su nombre de nacimiento por el de Juan II.
En 1059, Nicolás II dio a los cardenales el poder exclusivo de escoger al pontífice.
Encerrados
La idea de encerrar a los cardenales para acelerar la elección remonta al siglo XIII. La palabra cónclave proviene de la expresión en latín ‘cum clave’, que se significa «bajo llave».
En 1241, visto que la elección se alargaba, el jefe del gobierno de Roma encerró a los cardenales en un edificio en ruinas y se negó a limpiar los lavabos o permitir que los médicos atendiesen a los enfermos.
Según cuenta Frederic Baumgartner en su «A History of the Papal Elections» («Historia de las elecciones papales»), los cardenales sólo llegaron a una decisión cuando uno de ellos murió y los romanos amenazaron con exhumar su cadáver.
Después de 70 días, se pusieron de acuerdo y Goffredo Castiglioni se convirtió en Celestino IV.
Tres años
El cónclave más largo de la historia duró casi tres años tras la muerte de Clemente IV en noviembre de 1268, en el palacio papal de Viterbo, cerca de Roma.
A finales de 1269, los cardenales aceptaron encerrarse para intentar alcanzar una decisión y, en junio de 1270, los frustrados habitantes retiraron el techo para acelerar el proceso.
Su inspiración vino aparentemente de las palabras de un cardenal inglés que aseguró que, sin techo, el Espíritu Santo descendería más libremente.
Teobaldo Visconti se convirtió en el papa Gregorio X en septiembre de 1271.
A dieta
En respuesta al caos que condujo a su elección, Gregorio X cambió las reglas: exigió que los cardenales se reunieran 10 días después de la muerte del papa y ordenó que la comida se racionara progresivamente.
Si no había ninguna decisión en tres días, las comidas contarían con un solo plato principal, de los dos tradicionales en Italia. A los cinco días, sólo tendrían pan, agua y vino, según el libro «Conclave» de John Allen.
Catres
Los cónclaves se celebraron durante siglos en el Palacio Apostólico del Vaticano y, desde 1878, de forma ininterrumpida en la Capilla Sixtina, que ya acogió otros en el pasado.
Los cardenales dormían en el pasado en catres dentro de cubículos erigidos temporalmente en el Palacio Apostólico, con un baño para cada 10 purpurados, según el libro de Allen.
Las ventanas estaban selladas, pero, en agosto de 1978, estalló un principio de revuelta entre los cardenales que pedían abrirlas en pleno verano caluroso en el Vaticano.
Juan Pablo II, escogido en un segundo cónclave celebrado en octubre de ese año, ordenó a continuación construir la Residencia de Santa Marta en los jardines vaticanos, donde los cardenales se quedan ahora.
Esta residencia, en la que escogió vivir Francisco, cuenta con un centenar de suites y una veintena de habitaciones simples. Pero durante el cónclave, las ventanas también se sellan.
No cardenales
Técnicamente, cualquier hombre bautizado puede convertirse en papa, pero el último no cardenal elegido como pontífice fue el arzobispo de Bari, Bartolomeo Prignano, que se convirtió en Urbano VI en 1378.
Papa reticente
No todos los cardenales se muestran entusiastas con la perspectiva de convertirse en cabeza de la Iglesia. Las primeras palabras de Albino Luciani, cuando se convirtió en Juan Pablo I en 1978, fueron: «¡Que Dios les perdone por lo que han hecho!».
Murió 33 días después.
Champán
En 1978, tras aparecer ante la multitud en la plaza de San Pedro, Juan Pablo II sirvió él mismo champán a los cardenales y cantó canciones folclóricas polacas.
En 2005, Benedicto XVI invitó a los purpurados a cenar con champán y también hubo canciones, indicó el entonces cardenal británico Cormac Murphy-O’Connor.
Cada vez más corto
El último cónclave largo fue en 1831, cuando se necesitaron más de 50 días para escoger a Gregorio XVI. Desde entonces, han durado menos de una semana.
El más largo del siglo XX fue en 1922, cuando se escogió a Pío XI en cinco días (14 rondas de votación).
Las últimas elecciones se cerraron en dos días: Benedicto XVI necesitó cuatro rondas de votación en 2005 y Francisco, cinco rondas en 2013.
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