#Exclusivo: La política migratoria de Donald Trump "del dicho al hecho"
A pesar de la contundente victoria de Donald Trump, expertos creen que su política migratoria podría no llegar a ser tan extrema como prometió en campaña. Entérese por qué.
El pasado 5 de noviembre se impuso el republicano Donald Trump en las presidenciales de Estados Unidos.
Su discurso de campaña sobre la política migratoria fue muy agresivo: habló de deportaciones masivas y un incremento de las condiciones de migración al gigante del norte.
Mientras tanto, se espera que en Venezuela continúe la diáspora, después de las presidenciales del 28J. Esto, aparte de los cubanos, salvadoreños, dominicanos y otros gentilicios.
En cuanto a Nicolás Maduro, ha trascendido en la prensa local que negocia un acuerdo migratorio con Trump a cambio de un alivio económico.
Pero el republicano ha tenido afirmaciones muy despreciativas hacia los migrantes venezolanos que han entrado a EEUU en los últimos años, tildándolos de “traficantes de drogas, criminales, asesinos y violadores”.
Lo cierto es que –intemperancias aparte- un vocero que prefirió la reserva dijo al diario norteamericano The Washington Post que en los últimos días ha habido conversaciones, donde Maduro ofrece colaborar en materia migratoria.
Por ejemplo, el gobierno venezolano podría permitir la habilitación de vuelos para repatriar a ciertos venezolanos. Pero a cambio exige flexibilización en lo económico, con mayores exportaciones petroleras incluidas.
Para diagnosticar qué le puede esperar a Venezuela en los próximos meses, a partir de la política migratoria de la segunda “gestión Trump”, Banca y Negocios habló con dos expertos en la materia.
Hacer campaña vs. gobernar
Tomás Páez es PhD en Sociología por la Universidad de Londres, y coordinador del Proyecto Global de la Diáspora Venezolana. Es acaso la persona más versada del país en el tema migratorio.
Consultado sobre las expectativas que se abren para Venezuela ante la llegada de Trump al poder, en materia de migración, toda vez que los Estados Unidos es uno de los destinos más deseados.
“Una cosa es lo que se dice en campaña electoral, y otra lo que se puede o ser va a hacer. La premisa central es que Estados Unidos, si quiere seguir creciendo, va a necesitar muchos millones de migrantes, porque es una sociedad muy longeva, y, además, con una tasa de natalidad negativa”, se echa a andar el analista.
Luego, Páez pone en duda la efectividad de las deportaciones, y se refiere a estudios que cuestionan el alcance de estas medidas.
Sobre el doloroso fenómeno del cruce de migrantes por la Selva del Darién, y su entrada a Estados Unidos, atravesando el Río Bravo, Páez dice que los estudios demuestran que le gente no migra a través de las fronteras; la mayor parte -62%, para ser precisos- ha entrado a EEUU por vía aérea, por extensión de Visa.
“A través de la frontera pasa 38%” de los migrantes, va al detalle.
Páez relata que, de cualquier manera, el país de Mickey Mouse tiene más de 11 millones de indocumentados de vieja data.
La mitad tiene ciudadanía
Por otra parte, Páez aporta que de 50% de los migrantes tiene ya ciudadanía estadounidense, 24% tiene residencia legal, 4% residencia legal temporal, y solo 23% está en condición irregular.
“Los migrantes en 2019 pagaron 492.000 millones de dólares en tasas impositivas, y los irregulares más de 30.000 millones, según el Pew Research Center”, agrega razones para que Trump deje una política de mano dura en la gaveta.
¿Qué pasa con el TPS?
En cuanto al Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) ya se había acabado con el gobierno de Joe Biden, y la gente tenía que justificar su situación, indica la fuente.
Cita a la organización Cato Institute, que ha verificado que en la medida en que se ponen más barreras en las fronteras para los migrantes, crece la irregularidad.
“Desde el día 1 del chavismo al poder –ya hace un cuarto de siglo- se inició una diáspora que no detuvo ni el Covid, ni el post Covid. Nosotros hicimos una encuesta con una muestra de más de 1.000 personas en diáspora, y se les preguntó si tenían gente –familiares o amigos- en su entorno que pensaba migrar. 67.3% dijo que sí, y eso fue antes del 28J”, acota Tomás Páez.
Refiere otro estudio coordinado por Nancy Martínez, con una encuesta en la población menos favorecida, y allí también se constata una intención de migrar.
“Mientras el gobierno mantenga esta política que tiene la producción petrolera por debajo del millón de barriles, entre otros muchos otros detonantes, como que no hay energía, ni salud, etcétera, la diáspora va a seguir creciendo”, sentencia el PhD en Sociología.
Trump no es el republicanismo
Páez va más allá: dice que no hay que confundir a Trump con el mundo republicano. Ronald Reagan, como presidente republicano, y antes John F. Kennedy, con una visión demócrata, coincidieron en que Estados Unidos es un país de migrantes; no por casualidad ambos candidatos a las últimas elecciones son hijos de inmigrantes, dice.
Lo que Trump dijo en campaña –pondera- fue terrible. “Pero es otra cosa la realidad que va a confrontar al gobernar, porque va a necesitar mucho de los migrantes», redondea Páez.
De su lado de la frontera, que separa a un vocero de otro, Julieta Casó es venezolana, hija de argentinos, y actualmente reside en la nación Austral.
Socióloga y Psicóloga Social con sólida trayectoria en la investigación social, con especialidad en procesos migratorios, así como en la gestión de proyectos y la docencia. Es directora de Proyectos del Observatorio de la Diáspora Venezolana, organización que promueve la integración social y el análisis de fenómenos sociales.
Caso comienza por decir que, desde su visión como analista social, el mundo atraviesa un momento histórico decisivo en el panorama migratorio global.
Incertidumbre y temor
Y va a la almendra del tema que nos ocupa: “La reciente victoria de Donald Trump en las elecciones ha instalado un escenario de incertidumbre y temor para millones de migrantes, especialmente los latinos, quienes enfrentan enormes desafíos en su búsqueda de un futuro mejor fuera de sus países de origen».
«Al regresar al poder, Trump no ha dado señales de que se produzcan avances positivos en términos de políticas migratorias”, echa de menos la docente.
La retórica del republicano –precisa Casó- y algunas de sus acciones pasadas han evidenciado una visión deshumanizadora hacia los migrantes, calibra.
Cree que a los migrantes Trump no les ha dado trato de seres humanos con derechos y dignidad, sino como un “problema” que debe resolverse a través de muros, deportaciones masivas y restricciones legales extremas.
La socióloga va más allá: Durante su campaña -remacha Casó- Trump insistió en medidas como el refuerzo del muro fronterizo, la implementación de políticas de “tolerancia cero” y la eliminación de programas como el TPS, que son herramientas esenciales para proteger a los migrantes más vulnerables.
Odio y fragmentación social
“Estas acciones no solo criminalizan a quienes huyen de condiciones extremas —como la pobreza, la violencia y la represión—, sino que también fomentan un clima de odio y fragmentación social que afecta tanto a los migrantes como a las comunidades receptoras”, opina la entrevistada.
Desde una perspectiva de la psicología social, que es su especialidad, “es evidente que estas políticas no resuelven los problemas de fondo. Una persona que huye de la pobreza extrema, la represión política o el hambre volverá a intentarlo, porque no tiene otra opción”, se encoje de hombros.
Y relata lo que acaso sea más dramático: “Quien cruza una selva como el Darién, arriesgando su vida y la de sus hijos, no lo hace buscando un sueño, sino buscando sobrevivir. Deportar a estas personas o construir barreras más altas no elimina la raíz del problema, sino que lo perpetúa”, subraya la analista.
Pensar que las deportaciones frenarán la migración –en su criterio- es como creer que las advertencias en las cajas de cigarrillos resolverán el tabaquismo: “pueden generar temor, pero no abordan las causas estructurales”.
“El miedo no genera respeto ni cambio duradero. El respeto verdadero se construye al reconocer las necesidades de todas las partes involucradas —migrantes y comunidades de acogida— y al incluirlas en las soluciones”.
Y remata: “El caso de Venezuela es un ejemplo claro de una crisis humanitaria sin precedentes en América Latina. Más de 8 millones de venezolanos han abandonado su país, no por elección”.
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