Exguerrilleros de las FARC siembran café con la esperanza de cosechar la paz
El café, que durante el siglo XX fue el principal producto de exportación de Colombia, es hoy la esperanza de exguerrilleros de las FARC que siembran el grano en regiones en las que tiempo atrás combatieron y en las que ahora quieren ver la cosecha de la paz.
Desde que en noviembre de 2016 el Gobierno colombiano y la que fue considerada la guerrilla más antigua del mundo firmaron el acuerdo que permitió acabar con más de 50 años de conflicto armado, comenzó a pensarse en la inclusión laboral como uno de los pasos fundamentales para la reincorporación a la vida civil de los desmovilizados.
Para ello, departamentos como Cauca, Antioquia y Tolima, en donde la sangre derramada por la violencia tiñó de rojo el verde del campo, se convirtieron en escenario de reconciliación entre las comunidades y los antes alzados en armas.
Como parte de ese proceso «los exguerrilleros empezaron a sembrar café y ahora lo empacan y comercializan», dijo a Efe Juan Camilo Londoño, secretario general del consejo de administración de la cooperativa de las FARC, denominada Economías Sociales del Común (Ecomún).
Esta iniciativa cooperativista tiene el apoyo de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia y de la Unión Europea (UE) por medio del Fondo Europeo para la Paz.
Al café, que presentan por estos días en Bogotá, donde participan por primera vez en la Feria del Campo Colombiano-Agroexpo, lo bautizaron con cuatro nombres representativos.
Se trata de «La Esperanza», producido en el municipio de Buenos Aires (Cauca); «Café Paramillo», de Ituango (Antioquia), y «Café Orgánico San Pedro» y «Marquetalia», cultivados en el Tolima.
Según Londoño, que entró a las FARC cuando cursaba séptimo semestre de Física en la Universidad de Antioquia, desde que dieron el paso a la vida civil los excombatientes entendieron que había llegado la hora de incursionar en un espacio ajeno para ellos: La economía.
Así, relató que «lo primero fue crear organizaciones de tipo económico para que se adjudicaran los recursos que están contemplados en el acuerdo de paz».
Luego centraron los esfuerzos en sacar adelante proyectos agropecuarios, de turismo, moda, alimentos, arte, imprenta y hasta comunicaciones.
Si bien el proceso ha sido «difícil» porque esperaban que «la implementación de lo pactado en (las negociaciones de) La Habana fuera ágil y que hoy se tuvieran resultados más visibles», el compromiso de la mayoría de los desmovilizados está vigente y a la expectativa.
De este modo, en mayo pasado se firmó en el Cauca, ubicado en el suroeste del país, un convenio entre los exguerrilleros y la empresa italiana Illy Caffé para exportar el producto.
Gracias a ese acuerdo unos 600 desmovilizados trabajarán la tierra para venderle a la multinacional mínimo 500.000 kilos de café en los próximos cinco años.
Asimismo, de la siembra que se da en el Tolima, de la que se benefician 47 personas, ya exportaron a Estados Unidos un primer cargamento de 22 toneladas de café tipo almendra o verde por medio de la Asociación Agropecuaria y Agroindustrial Construyendo Paz (Acopaz), de las 200 toneladas que esperan enviar al exterior este año.
Aunque desde 2018 los caficultores de Colombia, tercer productor mundial del grano después de Brasil y Vietnam, afrontan una crisis por los bajos precios, quienes hacen parte de la FARC, hoy convertida en un movimiento político, están empeñados en sacar a flote su iniciativa agrícola.
De lo anterior da fe el representante legal de Ecomún, Germán Moreno, para quien «la experiencia ha sido interesante aunque los recursos se han demorado en llegar».
Para Moreno, que recorrió regiones de Colombia como el Urabá, el Catatumbo y Arauca durante los más de 30 años que fue guerrillero, que sus «camaradas» hayan cambiado el fusil por el azadón, el pincel, las agujas y el hilo para además de café producir sacha inchi, panela, miel de abejas, ropa o zapatos, demuestra que «la paz siempre fue el objetivo» del movimiento al que representa.
Lo mismo cree Juan Camilo Londoño, quien al ser ahora padre de una niña de un año considera que «a pesar de que hay gente que ha abandonado el proceso, la gran mayoría de exguerrilleros dedica toda su energía a la construcción de la reconciliación social».
Y es que, aunque Londoño no se arrepiente de haber empuñado un arma por 14 años, acepta que Colombia «tenía que acabar con el lastre del conflicto» y darse la oportunidad, como con el café, de sembrar la paz.
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