Expertos | La insólita vía venezolana a la Hiperestanflación
Sin ánimo de resaltar experiencia propia y sí expresar un merecido reconocimiento al equipo de profesionales y técnicos de aquel Banco Central de los años 90 que realizaba, entre otras actividades, análisis prospectivos de la economía venezolana con modelos apropiados, como el de demanda para estimar la tendencia del producto, quien suscribe, con base en este modelo y actualizando el coeficiente consumo-producto estimó una caída del PIB para el presente año que se aproxima a 40%.
Esta cifra, para esta fecha, no esta muy lejos de recientes publicaciones provenientes de otras fuentes de respetable nivel técnico. Lo sorprendente del caso, mas allá de la descomunal caída de este año, es que con ella se completaría una reducción del tamaño de nuestra economía en los últimos seis años cercana al 68%, lo que convierte a la venezolana en una de las economías más pequeña del continente, luego de haberse ubicado a finales de los 90 como la cuarta de la región, muy cerca del tamaño de la economía argentina para esos años.
Este probable resultado para el año 2019 no es más que la continuación y profundización de un modelo económico infernal, sin justificación alguna y violador de principios económicos fundamentales, que ha permitido la construcción de una maquinaria, lamentablemente disfrazada de política económica, que ha generado un fenómeno de hiperestanflación en Venezuela, nunca conocido en la historia de la región y que compromete a los futuros hacedores de política económica a minimizar el riesgo de no fallar en el momento de iniciar y poner en marcha un plan suficientemente integral para estabilizar e iniciar un rápido crecimiento de nuestra economía.
Pese a lo breve que pudiese ser la explicación de cómo se construyó esa maquinaria vale la pena hacerla para entender los resultados de hoy. El proceso comenzó desde la primera década de los años 2000, cuando se le elevó significativamente el riesgo político y de invertir al sector privado, mediante medidas de un férreo control de precios y de salarios improductivos, inamovilidad laboral, excesivo control de cambio, nacionalizaciones y expropiaciones de empresas y proyectos importantes en la economía nacional, y prácticamente reducir al mínimo las importaciones privadas.
Estas medidas echaron las bases para que, en los años subsiguientes, el producto privado comenzara a descender. Por otra parte, desde el lado de las finanzas públicas y el sector monetario y financiero se realizaron peligrosos cambios institucionales que permitían pronosticar un reventón de precios y destrucción de medios de pagos a futuro.
Entre esos cambios destacan: diseño, elaboración y aprobación de presupuestos públicos y de Pdvsa de manera irresponsable, particularmente en sus implicaciones económicas y extremadamente cargados de transferencias en los gastos corrientes, un sostenido incremento de la deuda pública y varias reformas de la ley del Banco Central de Venezuela, que además de eliminar su autonomía, abrieron las puertas para aumentar de forma descomunal el financiamiento monetario del gasto público consolidado.
Como guinda de esta explicación, cuando ya comienza un proceso de hiperinflación en el país, a partir de finales del año 2017, y se profundiza la depresión económica, años después, por la catastrófica caída de la demanda agregada y además se hace incontrolable la depreciación del tipo de cambio, el gobierno comienza a entender y aceptar que existe una relación entre expansión monetaria inorgánica e inflación.
En consecuencia, el banco central, que había permanecido totalmente pasivo frente a este fenómeno que le compete, comienza a tomar medidas para frenar la expansión de la liquidez monetaria.
Lamentablemente lo hace de la peor manera al utilizar para tal fin un instrumento que poco se recomienda para casos de extrema gravedad económica como la que vive el país. En efecto, eleva al máximo los encajes bancarios, con lo cual contrae en alguna proporción la liquidez, pero desafortunadamente es la contracción de la liquidez asociada con la poca actividad productiva que aún queda en el país y que, en la práctica, se manifiesta en una dramática caída del crédito bancario que favorecía a sectores claves de la economía nacional, como el comercio y el manufacturero, con lo cual se ahonda mucho más la recesión económica de la nación.
* El autor es economista, docente universitario, consultor, y ex funcionario del Banco Central de Venezuela
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