Francia busca avances en la fiscalidad de Internet en la cumbre del G7
Impedir que los gigantes de internet eludan impuestos domiciliando sus beneficios a conveniencia es uno de los objetivos de la presidencia francesa del G7 para la cumbre que se celebra del 24 al 26 de agosto en Biarritz.
También instaurar un tipo mínimo para el impuesto de sociedades que ponga ciertos límites a la competencia fiscal sin cuartel entre países, que cuestiona la igualdad de condiciones de competencia de las empresas, amenaza la recaudación pública y acaba beneficiando a los paraísos fiscales.
Sobre estos dos asuntos hubo principios de acuerdo en la reunión de ministros de Finanzas que los miembros del G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) mantuvieron a mediados de julio en Chantilly, al norte de París.
Su primer compromiso no creó una fiscalidad específica para el sector digital como querían algunos, si bien pidió a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que proponga un marco para el próximo enero de forma que se pueda tomar una decisión definitiva antes de finales de 2020.
Más allá de ese mandato a la OCDE, bastante vago, el acuerdo con el que se llega a Biarritz es frágil, como lo ilustran las amenazas de sanción que Estados Unidos, por boca de Donald Trump, ha seguido lanzando desde entonces a Francia por el llamado impuesto GAFA (en referencia a Google, Amazon, Facebook y Apple).
Esa tasa, con la que París espera recaudar unos 500 millones de euros anuales, grava desde enero con un tres por ciento de su facturación a las empresas cuyas ventas mundiales en el sector digital sean superiores a los 750 millones de euros. Estas corporaciones son, en su inmensa mayoría, estadounidenses.
Francia, que hasta ahora ha intentado sin éxito que un impuesto similar sea adoptado por la Unión Europea, ha precisado que renunciará a su tasa nacional cuando se ponga en marcha una alternativa internacional.
En cuanto a la posibilidad de un tipo mínimo del impuesto de sociedades, en Chantilly se acordó trabajar en una horquilla que pueda ser comúnmente aceptada.
Esa reunión ministerial, que sentó la hoja de ruta para este fin de semana, fue también la ocasión para que los siete países más ricos enviaran una firme advertencia a Facebook por su proyecto de crear una criptomoneda -la libra- porque «plantea serios problemas» técnicos y políticos.
Para el G7, la red social de Mark Zuckerberg no garantiza que esta nueva pieza cumpla las reglas de lucha contra el blanqueo o contra la financiación del terrorismo, como tampoco las de protección de datos personales.
La libra no ofrece garantías para los derechos de los ahorradores y entraña riesgos sistémicos para el sistema financiero, que es lo que tratan de evitar con su regulación los bancos centrales de los Estados soberanos.
Un grupo de trabajo sobre las criptomonedas dirigido por el francés Benoît Coeuré, miembro del comité ejecutivo del Banco Central Europeo, va a preparar propuestas de cara al próximo otoño para conjurar los riesgos de iniciativas como la de Facebook.
Francia ha encarado la cumbre de Biarritz con el objetivo de que el G7 envíe mensajes de apoyo a un crecimiento «fuerte, sostenible, equilibrado e inclusivo» y tome el pulso a las amenazas que planean sobre la economía global.
En el horizonte, la guerra comercial desatada por Trump contra China y también contra sus socios europeos, con sus lógicas sacudidas en los mercados de divisas y en las revisiones a la baja de las perspectivas económicas, riesgo de recesión incluido.
Al contencioso comercial se añaden cuestiones ineludibles en la cumbre, como la incertidumbre por el «brexit» y los potenciales efectos para el sistema financiero de las crisis políticas en Italia, Hong Kong o Argentina.
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