Alquiler de vientres en Camboya, una actividad clandestina al servicio de familias chinas
En una casa de cerca de Phnom Penh, Yin, de 24 años, lleva desde hace cuatro meses en su vientre un niño para una familia china. En pocas semanas volará a China para dar a luz, por temor a las autoridades de Camboya, que persiguen la gestación subrogada (o alquiler de vientres).
En China, desde que terminó la política del hijo único, hay unas 90 millones de mujeres que pueden optar a tener un segundo hijo pero muchas son demasiado mayores para hacerlo de manera natural.
Y como la gestación subrogada es ilegal, acuden a otros países de la región, empezando por Camboya.
«Primero dudé, tenía miedo de las chicas de mi pueblo», explica Yin a la AFP, cuyo nombre fue modificado. Pero los 9.000 dólares que le han prometido son una fortuna en este país, el más pobre del sureste de Asia.
«Mis dos hermanos envían dinero a nuestros padres, que cultivan arroz, pero no es suficiente», explica.
En primavera, una mujer de su pueblo, situado en la provincia de Kampong Thom, a unos cien kilómetros de la capital, la puso en contacto con un intermediario camboyano.
Unos meses más tarde acudió a una casa cerca de Phnom Penh, donde hay varias mujeres en la misma situación. La fecundación in vitro tuvo lugar no muy lejos de la casa y luego Yin volvió a su pueblo.
«Hace dos semanas me dijeron que tenía que seguir mi embarazo en China, que era mejor para mi seguridad y para la del bebé», explica.
Los países del sureste de Asia, con gastos médicos baratos y donde hay muchas mujeres jóvenes y pobres, se ha convertido en el principal destino de las parejas chinas que buscan una gestación subrogada.
Pero tras varios escándalos, algunos países de la región la prohibieron para los extranjeros.
Es el caso de Tailandia, que lo hizo en 2015, y trasladó la demanda a Camboya, que la prohibió a su vez para los extranjeros un año después, pero sin una ley específica que todavía se está elaborando.
– Veinte años de prisión –
Desde entonces el gobierno camboyano aplica la represión. En 2017 una enfermera australiana fue condena a dieciocho meses de prisión por actuar como intermediaria. Acaba de ser liberada pero las autoridades continúan persiguiendo a estas mujeres.
En junio, otras 32 mujeres fueron inculpadas por «tráfico de seres humanos» y liberadas bajo fianza en diciembre con la obligación de no vender a su bebé.
Si rompen ese acuerdo «se exponen a hasta 20 años de prisión», revela Chou Bun Eng, vicepresidente del comité camboyano contra la trata de seres humanos, que apoya la política de las autoridades.
Otras once mujeres tuvieron menos suerte y siguen en prisión a la espera de juicio.
«Es cruel detener a estas mujeres jóvenes, víctimas de los agentes poco escrupulosos que las reclutan», dice Sam Everingham, el fundador de la ONG Families Through Surrogacy.
Para evitar la represión, muchas parejas chinas se fueron a Laos, donde en los últimos meses se han creado decenas de clínicas especializadas. Pero en Camboya la actividad sigue clandestinamente.
«Hay más de cien agencias operando», apunta Mariam Kukunashvili, directora de New Life Global Network, una agencia internacional de gestación subrogada con sede en Georgia.
Los chinos no quieren viajar lejos de sus casas y les atrae Camboya por la rapidez de los trámites, donde están dispuestos a pagar entre 40.000 y 100.000 dólares por tener un niño», explica Kukunashvili. La madre recibe entre 10.000 y 15.000 dólares.
Sin embargo, hay riesgos de salud para la madres tras la fecundación in vitro. Para tener los mejores servicios médicos, los futuros padres prefieren que las mujeres den a luz en China o en Tailandia, donde «los hospitales privados entregan falsos certificados de nacimiento a cambio de sobornos», asegura Sam Everingham.
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