Comer huevos y carne de pollo o cerdo en Europa aumenta la desforestación en Brasil, Argentina y otras naciones de América Latina, a raíz de la importación masiva de soja OGM de esos países para alimentar animales, denunció Greenpeace Francia.
«En Brasil y Argentina, más del 95% de la soja producida es genéticamente modificada», indica un informe de la ONG que muestra además que la UE importa más de la mitad de la soja que utiliza de esos dos países (37% de Brasil, 29% de Argentina, 15% de Estados Unidos y 19% del resto del mundo).
«El cultivo de la soja en esos dos países lleva a arrasar sus bosques con el objetivo de alimentar los animales, especialmente en Europa», resume a la AFP la autora del informe Cécile Leuba, encargada de Bosques para Greenpeace.
En el estudio titulado «Apasionada de la carne, Europa alimenta la crisis climática por su adicción a la soja», Greenpeace indica que el 87% de ese grano importado a la UE es destinado a la alimentación animal.
Del total de necesidades en soja de la Unión Europea, tres cuartas partes son destinadas a la cría industrial de pollos o gallinas ponedoras (50%), o de cerdos (24%). Las vacas lecheras consumen por su parte 16% de la soja importada y los bovinos destinados al consumo un 7%.
«Lo que denunciamos es que se mide con dos varas diferentes en la Unión Europea. Por una parte, se prohíben los OGM y muchos pesticidas, y por otra parte se autoriza la importación de soja genéticamente modificada cultivada con pesticidas prohibidos en Europa», subraya Cécile Leuba.
«Y lo que queremos mostrar a los europeos es que en su consumo de carne, huevos o productos lácteos se esconde la deforestación, porque la mayoría de los animales de criadero tienen soja en su ración alimentaria diaria», agrega.
Según el cálculo de Greenpeace, para obtener 100 gramos de pechuga de pollo se necesitan 109 gramos de soja. Para la misma cantidad de costilla de cerdo, se requieren 51 gramos de soja.
Sólo en Brasil, donde la producción de soja se ha más que cuadruplicado en 20 años, «más de las tres cuartas partes de las exportaciones de la región de Matopiba» entre 2010 y 2015 «se atribuyen a sólo cinco comerciantes», entre ellos los tres gigantes del agronegocio estadounidense ADM, Bunge y Cargill, según el informe: «En otras palabras, los comerciantes que se comprometieron con la moratoria amazónica de la soja contribuyeron a la destrucción del Cerrado».
La región del Gran Chaco, compartida entre Argentina, Bolivia y Paraguay, «también sufre una fuerte presión por la expansión agrícola», señala el estudio.
– Reducir el consumo un 80% en Europa –
Desde 1990, el uso de pesticidas por unidad de superficie ha «aumentado en más de un 170% tanto en Argentina como en Brasil», estima Greenpeace, y «más de un tercio de los plaguicidas autorizados en Brasil no serían autorizados por la UE», incluidos el carbofurano y el paraquat, así como la atrazina y el imazethapyr en Argentina.
Sin embargo, la ONG considera imposible que la UE o Francia permitan la deslocalización de cultivos no modificados genéticamente al viejo continente para compensar.
Sólo en Francia, para producir los 3,5 millones de toneladas de soja importadas cada año (2 de ellas de Brasil), serían necesarios 11.980 km2 suplementarios, más de cuatro veces el area metropolitana de París. Para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la oenegé aboga más bien por «una transformación del sistema ganadero» mediante la reducción del consumo y producción de proteínas animales.
«En Europa occidental, donde el consumo de carne y productos lácteos es casi dos veces superior a a la media mundial, habría que reducir este consumo un 80% antes de 2050», estimó Greenpeace.