Informe | Diálogo político y economía: el reto es construir un nuevo estado de bienestar
Diálogo es la palabra de moda en la política nacional y eso es ya una ganancia. El proceso de negociaciones iniciado en México entre el gobierno y un sector de la oposición política debe ser ampliamente respaldado, pero también seguido de cerca por todos los actores de la sociedad. Este es un momento especialmente relevante.
Hay un temario aprobado, en el que uno de los puntos habla de protección a la economía. Seguramente, las partes tienen ideas muy distintas sobre lo que eso significa, pero básicamente de lo que se trata es conseguir que se apliquen las políticas correctas, se respeten los derechos de los actores económicos, se abra un debate amplio e incluyente sobre las decisiones a tomar y que, finalmente, la economía eche a andar con regulaciones sensatas, en libertad y con el concurso razonablemente concertado de sus actores.
Se dice fácil, pero no es sencillo. El primer riesgo es que el debate sobre la economía, en el contexto del diálogo, no se vea como una materia afectada por la política, pero que no depende –o no debe depender- de ella.
Esto simplemente significa que los elementos políticos, que sin duda serán los más difíciles de resolver, no deben determinar la consecución de acuerdos que favorezcan un entorno económico distinto.
Cuando se habla de proteger a la economía, se entiende que, en primer lugar, significa la reedificación de un nuevo estado de bienestar, no reconstruir el que se extinguió, donde el Estado tenga un papel fundamental, pero sin capacidad de generar estructuras ineficaces y clientelares. Ese nuevo sistema de bienestar social debe estar basado en un amplio diálogo tripartito –gobierno, trabajadores y empresarios- en función de garantizar no solo su efectividad, sino su sostenibilidad. No estamos hablando más de los mismo, es un cambio que se debe dar en función a construir un acuerdo que garantice la estabilidad y crecimiento del sector empresarial junto con sus trabajadores y por ende del país.
Proteger a la economía debe significar respeto a derechos económicos fundamentales, como el de propiedad, así como un enfoque no controlador y autoritario de la regulación. Es importante que se establezcan límites claros entre lo público y lo privado.
La economía puede beneficiarse mucho de este diálogo, si se inducen reformas que generen credibilidad a la política económica y confianza para invertir con una visión de largo plazo.
¿El gran riesgo? Es que las partes no tomen en serio el diálogo, que no entiendan que ante una crisis tan grave, tan prolongada y erosiva, ceder es un síntoma de inteligencia y sensibilidad. Esto es válido, por cierto, para ambas partes.
Si el gobierno y la oposición permanecen en posiciones extremas, si insisten en no entenderse de verdad, si están pensando en la posibilidad de buscar resquicios para que el otro pague las consecuencias de “volver a patear la mesa”, el país todo pagará los resultados.
Hay que reconocer que, empujado por la crisis, el ejecutivo ha reconocido que algunas de sus políticas fundamentales no funcionan y ha iniciado una relación distinta con el sector privado. Somos conscientes de lo polémico que puede ser aceptar que altas autoridades del gobierno y otros poderes hayan reconocido y estén abriendo espacios de trabajo con los gremios tradicionales de la empresa privada, es un importante paso de avance.
Y hay que mostrarse de acuerdo en el valor cívico de los empresarios, quienes, sin abjurar de sus convicciones, dieron un ejemplo a los políticos al aceptar el diálogo y ofrecer colaboración activa en temas tan urgentes y necesarios como la vacunación contra la covid-19.
No hay que engañarse: un escenario ideal de acuerdo y cambio es improbable o muy difícil. Habrá avances y frustraciones. Habrá retrocesos y jugadas con propósitos ocultos. Hay que recordar además que los que están sentados en la mesa no están solos y representan a sectores donde hay dudas y resquemores sobre el diálogo en sí mismo.
En el Informe Privado de Aristimuño Herrera & Asociados de esta semana, entre otros temas relevantes, observamos el proceso de diálogo abierto entre el gobierno y un sector de la oposición desde el ángulo de la economía, uno de los temas que aparece reflejado en el memorandum de entendimiento que firmaron las partes. La esperanza es que el debate y la negociación impacten positivamente a la economía para que se generen confianza y certidumbre para que se estimule la actividad productiva y se pueda reconstruir un estado de bienestar.
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