Informe | Diálogo Tripartito llega justo a tiempo para salvar el posible crecimiento económico
En Venezuela es complicado hablar de mercado laboral. En primer lugar, porque la informalidad se ha convertido en la única posibilidad de una gran parte de la población para sobrevivir a la crisis económica que aún persiste en el país, a pesar de las señales positivas que apuntan, por lo menos, el cese del período recesivo.
Por ello, el diálogo tripartito que se inició con la mediación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) es un acontecimiento relevante, pese a que esta primera ronda de encuentros entre gobierno, empresariado y centrales sindicales terminó sin acuerdos muy concretos.
Hay que subrayar como positivo que temas medulares como determinación del salario y participación sindical estén sobre la mesa y, por lo menos, se esté hablando de establecer un mecanismo pactado de ajuste que, de ser acordado, pudiera generar una sana interconexión entre el crecimiento de la economía y el necesario ajuste de las remuneraciones.
Es necesario asumir que el camino de la reinstitucionalización del mercado laboral y el establecimiento de reglas adecuadas para todas las partes de la actividad productiva y comercial será largo y complicado.
El escenario de recuperación es incipiente. Es difícil establecer parámetros muy concretos, porque la realidad es inestable y cambiante, así como hay muchas interrogantes sobre reformas y acuerdos que lucen indispensables para asumir si el Producto Interno Bruto crece más o menos.
Existe una alta probabilidad de que la economía pueda crecer alrededor de 10% este año, con una inflación anualizada de tres dígitos que no debería ser mayor de 250%; sin embargo, la economía global registra enormes desequilibrios, como una elevada inflación que, sin duda, impactará los precios de los productos importados.
En consecuencia, todos los actores deben ser prudentes y entender que el beneficio de todos es la única garantía del beneficio propio. Parece sensato proteger la posibilidad de crecer y el gobierno debería dar una clara señal de responsabilidad no solo sentándose a dialogar con empresarios y trabajadores, sino con la demostración de que existe una voluntad seria y sincera de llegar a acuerdos y respetarlos.
Es normal que las presiones sindicales aumenten. Los niveles de remuneración en Venezuela, en todos las escalas, están dramáticamente rezagados si se les compara con el resto de América Latina; pero, es que este es el único país de la región que ha encajado una recesión tan severa que ha reducido en 80% el tamaño de su Producto Interno Bruto. Eso no se puede olvidar, cuando se tratan de hacer comparaciones salariales en América Latina.
En consecuencia no puede haber buenos salarios y un sistema de seguridad social que funcione en unas condiciones tan graves de precariedad; sin embargo, existe una clara voluntad del empresariado –que no comenzó con la presión de la OIT- de concertar con los representantes laborales las mejoras que se puedan.
En medio de la crisis, los salarios del sector privado han subido de manera apreciable, aunque desigual según el nivel de actividad de cada área de la producción o el comercio, pero está claro que la inflación ha impactado muy negativamente esos esfuerzos, por lo que los niveles de consumo siguen siendo bajos.
Estamos apenas en la línea de despegue. Lo que se ha conseguido es detener la caída, por lo que el diálogo tripartito es esencial para establecer mecanismos de crecimiento ordenado y progresivamente suficiente de los beneficios laborales.
La crisis, con sus elementos estructurales y coyunturales –como la pandemia de covid-19- ha permitido crear una mayor capacidad de colaboración dentro de las empresas, y hoy los empresarios forman parte de un liderazgo positivo en la sociedad; pero, sin duda, hay que hacer más, pero sin descuidar los objetivos de crecimiento económico.
El gobierno parece debatirse entre diversas fuerzas que tienden a ralentizar, sino a paralizar ciertas reformas, lo que hace, en consecuencia, que se den pasos contradictorios. Cabe esperar que prive la sensatez y no se tomen medidas populistas en materia salarial que, al final, tengan un efecto cortoplacista y a la larga se conviertan en fardos que afecten la generación de empleo formal.
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