Informe Especial | Abandonar el rentismo no implica olvidarse del rol estratégico del petróleo

Es necesario hablar de la recuperación de la industria petrolera como un tema prioritario, porque a pesar que exista la intención de desarrollar una oferta exportable competitiva más allá de los hidrocarburos, no es sensato pensar que sin una industria petrolera restablecida en, al menos un 50% o 60%, se pueda aspirar a superar la crisis económica en la que seguimos inmersos.

Nuestro pronóstico es que, al cierre de este ejercicio anual, la producción petrolera promediará 600.000 barriles diarios. Nos mantenemos en este escenario, porque nuestro análisis sobre la situación productiva de la industria y sus necesidades de inversión revela que es prácticamente imposible que Pdvsa alcance una extracción promedio de 1.000.000 de barriles por día.

La Comisión Reestructuradora de Pdvsa ha establecido 152 proyectos para recuperar a la industria a niveles adecuados, que suponen inversiones estimadas en 77.638 millones de dólares, las cuales se pretende conseguir a través de acuerdos con actores privados que no pueden ser calificados de privatización, sino que implican la repetición de las alianzas estratégicas y licencias que ya se han ensayado en el pasado.

Es evidente que hay que iniciar un gran debate sobre cómo vamos a enfrentar la recuperación de la industria petrolera. En nuestra opinión, un enfoque sensato de la soberanía debe abrirse paso. Lo que queremos decir es que el ejercicio de la soberanía en el sector hidrocarburos no implica necesariamente que el Estado –o el gobierno como su representación práctica y jurídica- deba asumir la gestión del negocio.

La soberanía que interesa es la que se ejerce sobre la renta, porque esos son los recursos que resultan indispensables para promover el crecimiento en el país, por lo que la prioridad debe ser crear un marco jurídico y regulatorio que traslade los riesgos al sector privado en un esquema de negocios adecuado que asegure una retribución justa a las partes.

Un país empobrecido, con una economía que se ha reducido dramáticamente en los últimos siete años, las prioridades del Estado tienen que ubicarse en enfrentar los dramas sociales, mientras que la economía, comenzando por la petrolera, debe apalancarse en el esfuerzo privado, debidamente estimulado y regulado con una visión positiva.

Estamos en una situación interesante: la crisis brinda la oportunidad de reconstruir la economía sobre estas bases, lo que incluye abandonar el rentismo en serio, pero eso no significa dejar de ser un país petrolero. La industria de hidrocarburos es nuestra mayor oportunidad, nuestra vía más expedita para recapitalizar al Estado y generar una red de estímulos que ayuden a los privados a retomar el crecimiento.

Nuestro escenario supone una recuperación lenta de la actividad petrolera. Este año, estimamos que la factura petrolera alcance a un nivel cercano a los 5.600 millones de dólares, una cifra que retrocede este ingreso a niveles de 2019, pero que no representa una señal efectiva de recuperación. Es el producto de un comercio inestable y subrepticio que no puede ser sostenible en el tiempo.

En el Informe Privado de Aristimuño Herrera & Asociados de esta semana la Nota Editorial plantea la necesidad imperiosa de recuperar la industria petrolera como requisito indispensable para salir de manera sostenible de la crisis económica. Hay que poner el discurso contra el rentismo en una perspectiva adecuada. El petróleo puede -y debe- ser útil al país de una manera creativa y diferente, pero eso necesita que las autoridades sean capaces de abandonar las concepciones más perniciosas sobre el rol del Estado en la economía.

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