Informe Especial | Hiperinflación y recesión serán los peores problemas en “nueva normalidad”

Debemos preocuparnos enormemente por la inflación. En noviembre próximo, Venezuela podría llegar a un ciclo hiperinflacionario de tres años, sin que hasta el momento exista una perspectiva de política pública que permita prever que este fenómeno tenga alguna fecha de caducidad.

Justo cuando en el resto de los países del mundo, la inflación ha tendido a descender, como resultado de las políticas de confinamiento para enfrentar la pandemia de Covid-19, en nuestro país hemos visto como el aumento crónico de los precios se acelera, tal como lo evidencian las propias cifras recientemente divulgadas del Banco Central de Venezuela.

Colombia, Brasil y Honduras, que reportaron recientemente indicadores de precios, concluyeron el mes de marzo en situaciones de deflación. En Europa, la situación es claramente similar; sin embargo, Venezuela sigue hundida en una crisis hiperinflacionaria que no parece tener control posible.

Y no es que las deflaciones sean situaciones adecuadas, porque tienden a ser incentivos para la recesión, pero es conveniente advertir que Venezuela, incluso en una situación económica global tan comprometida, es una isla donde ocurre lo que no debería, lo que no pasa en ninguna otra parte.

En medio de la turbulencia, hemos visto por ejemplo que el gobierno ha venido acelerando progresivamente la emisión de liquidez a la economía. Entre el cierre de diciembre de 2019 y la semana del 20 de marzo pasado, cuando se decretó el Estado de Alarma Nacional, el Banco Central de Venezuela reportó un aumento de la liquidez circulante de 25.427.681 millones de bolívares.

Desde esa semana del 20 de marzo hasta el corte del 29 de mayo –un lapso de 10 semanas- el incremento de la liquidez fue de 46.819.520 millones de bolívares. Estamos viendo que un gobierno, con una presión creciente sobre sus ingresos, está monetizando un creciente porcentaje de su gasto que, de paso, prácticamente se ha reducido a unas importaciones mínimas y al pago de bonos.

Hemos visto reportes que señalan que la situación petrolera tiende a agravarse y las expectativas sobre el crecimiento de la economía posiblemente tengamos que revisarla nuevamente a la baja, porque se han ajustado los pronósticos negativos sobre producción de alimentos y el comportamiento de la manufactura a la par de una importante contracción del consumo.

Hay, sin embargo, en el sector privado una voluntad de continuar ajustándose a la realidad para sobrevivir. Un estudio reciente realizado por la Asociación Venezolana de Gestión Humana (AVGH) reveló dos datos sorprendentes: apenas 8% de las empresas consultadas considera que debe reducir su plantilla laboral y 52% de las organizaciones consultadas planea ajustar al alza las remuneraciones en los próximos meses, en función de comenzar a cubrir el impacto del aumento de la gasolina.

Esta investigación de mercado unido a la percepción reciente que obtuvimos de nuestros clientes, nos permite señalar que la perspectiva de las empresas, para mirar el futuro de la economía, se está circunscribiendo más al análisis de las propias expectativas de mercados particulares que a la visión panorámica que solemos ofrecer los economistas; y ello es completamente válido, porque detrás de las decisiones que revelan los datos de la AVGH y la percepción de nuestros clientes no hay altruismo, sino datos concretos que muestran que, en algunas áreas, hay recuperación.

En el Informe Privado de Aristimuño Herrera & Asociados de esta semana se analiza el escenario económico de la flexibilización y la post pandemia, con los principales retos que los agentes económicos deberán enfrentar en una etapa sumamente incierta.

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