#Informe | La política cambiaria enfrenta una crisis de confianza
El incremento del circulante en bolívares coincidió con una fuerte contracción de la oferta de divisas en la Banca, a tal punto que se llegó, a principios de la semana pasada, a una situación en la que había solo 1 dólar por cada 12 de demanda, lo que llevó a las entidades financieras a limitar la liquidación de las operaciones de venta.
Si se pone en perspectiva el comportamiento del mercado cambiario en lo que va de 2022, estos últimos días han constituido una «semana negra». El tipo de cambio oficial subió 27,03%, mientras el precio promedio paralelo escaló 34,24% en el mismo período; sin duda, los más agresivos aumentos del año.
Las razones están claras. La liquidez monetaria se disparó y, en consecuencia, escaló 23,48% hasta más de 11.000 millones de bolívares en lo corrido de agosto, un elemento sustancial para explicar por qué, de pronto, el mercado cambiario cayó en una situación de inestabilidad que generó alarma.
Este incremento del circulante en bolívares coincidió con una fuerte contracción de la oferta de divisas en la Banca, a tal punto que, de acuerdo con las informaciones que manejamos, en la Banca se llegó, a principios de la semana, a una situación en la que había solo 1 dólar por cada 12 de demanda, lo que llevó a las entidades financieras a limitar la liquidación de las operaciones de venta.
La verdad es que la situación, aunque constituía un escenario probable, no dejó de sorprender. No se puede negar que el Banco Central de Venezuela (BCV) había logrado un éxito claro en estabilizar el tipo de cambio, mientras que en el terreno del control de la inflación también se puede hablar de éxito, aunque en términos más relativos, porque hay una tendencia a la aceleración.
Sin duda, agosto será el mes con mayor depreciación del bolívar en lo que va de año y los datos de inflación también mostrarán el impacto de este desequilibrio. Cuando se redacta esta nota, la brecha que separa las cotizaciones del mercado oficial y el informal se ha reducido a 8,29%, cuando llegó a estar sobre 11%, un elemento preocupante por su incidencia en los procesos de fijación de precios en la economía.
Los resultados de cierre de la semana pasada parecen mostrar que el BCV podría estar logrando amainar la tempestad, pero queda el saldo de incertidumbre sobre si un episodio como este se puede repetir y con qué intensidad. El debate público sobre la situación se ha centrado en si el Banco Central tiene o no la capacidad de mantener su estrategia de estabilización.
Sin duda, la autoridad monetaria deberá demostrar en los días por venir que cuenta con la capacidad financiera para equilibrar la oferta y la demanda en las mesas cambiarias y así evitar estos episodios alcistas del mercado, que tienen consecuencias muy graves para la economía, generando mucha incertidumbre.
Ahora es una cuestión de confianza.
En nuestra opinión, aunque los escenarios de ingresos petroleros no son tan auspiciosos como se veían en el primer trimestre del año, sin duda el gobierno mejorará su situación financiera derivada de la exportación de hidrocarburos, lo que eventualmente permitirá sostener una política de estabilización cambiaria, en medio de un escenario de mayor demanda, tanto por mayores compromisos de gasto público, como por el crecimiento estacional que se espera de la actividad económica, para el último trimestre del año.
Estaba claro que la situación registrada en el primer trimestre, cuando se produjo un descenso del tipo de cambio oficial no se podría mantener, pero muchos agentes y analistas económicos esperaban un crecimiento sostenido pero controlado del precio del dólar.
En los últimos días han reaparecido algunos viejos fantasmas. El discurso del gobierno se movió de nuevo hacia la culpabilización del sector empresarial por la inestabilidad cambiaria y la palabra especulación volvió al discurso público. Algunos temían medidas que supusieran el regreso a unas acciones de control de precios.
Si se miran las cosas en perspectiva, el control relativo de la inflación no solo fue producto de un acertado y riguroso ajuste monetario, sino también de la dolarización de facto de la economía, que permitió estabilizar los precios y dar cierta certidumbre en la gestión de costos de las empresas.
Esta semana deja claro que el bolívar sigue siendo una moneda vulnerable que ha recibido un nuevo golpe a su credibilidad, por más que el Ejecutivo y la autoridad monetaria estimulen cada vez más su uso. Una política cambiaria clara y correcta, será determinante para que esa credibilidad en el signo monetario nacional se recupere. Y este proceso no será fácil ni rápido. Eso hay que entenderlo.
Pero, también este episodio de inestabilidad cambiaria deja claro que no se pueden seguir postergando reformas y negociaciones políticas y económicas que son indispensables para darle consistencia y sostenibilidad a la recuperación de la economía.
El petróleo sigue siendo el sostén más claro para la economía, por lo que la reforma a la Ley de Hidrocarburos debe motorizarse para atraer más inversión extranjera. El posrentismo no es una realidad, sino un proceso en construcción, y hay que darle impulso con claridad.
La reactivación del crédito tampoco puede postergarse más, incluso, y principalmente, en esta etapa, utilizando los depósitos en divisas de la Banca y que representan casi la mitad del total de captaciones, por lo que se requiere un diseño de política monetaria que permita un equilibrio entre liquidez y tipo de cambio que no dependa tanto del encaje legal. Esto no es más que disciplina fiscal.
Lo que ha ocurrido esta semana tiene explicaciones que se pueden sustentar en datos. No es nuestra costumbre caer en la formulación de hipótesis sobre el comportamiento de los actores económicos sin sustento en hechos y datos de la realidad, por lo que no podemos afirmar que el futuro inmediato del mercado cambiario es la desestabilización y que la estrategia de intervención está agotada.
Por el contrario, en nuestra firma consideramos que las intervenciones cambiarias siguen siendo la vía más efectiva para equilibrar el mercado, en función de darle normalidad y tranquilidad a los agentes económicos del país.
Tenemos que reconocer que un escenario de mayor inestabilidad es una posibilidad que, además, siempre tuvimos presente en nuestros reportes; pero pensamos que la mejor actitud es mantener la calma y gestionar la información con mesura y responsabilidad, en función de no tomar decisiones precipitadas que inducen a cometer errores de estrategia.
Es positivo, en todo caso, que el gobierno no haya caído en la tentación de tomar medidas efectistas y que el Banco Central actuara buscando fórmulas, de acuerdo con la Banca, para contener este evento de inestabilidad cambiaria.
Además, en el Informe Privado de Aristimuño Herrera & Asociados de esta semana presentamos un análisis sobre la situación de la producción agropecuaria en el país, así como en la Visión Gerencial se publica un artículo sobre la diferenciación y posicionamiento de productos, desde una perspectiva estratégica.
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